Un día más suena el despertador. Hay que levantarse, desayunar algo y, sobre todo, mentalizarse para superar el reto que plantea esa jornada, que no es otro que estar preparados a las ocho y media de la mañana a las orillas del Ebro para recorrer una distancia de 40 kilómetros río abajo tan solo con la ayuda de un pequeño kayak y nuestro cuerpo.
Esta es, sin embargo, la punta del iceberg del desafío que ha representado el BluEbro porque, durante los 22 días que ha durado, ha exigido a sus participantes repetir casi a rajatabla esa misma rutina. El objetivo: completar los imponentes 930 kilómetros que talla el Ebro desde su nacimiento en Fontibre (Cantabria) hasta su desembocadura en un particular delta en el Mediterráneo.
Tal vez para muchos este descenso integral por el río Ebro se trate de una aventura más con la que engordar su particular lista de hazañas, pero para los cuatro protagonistas que lo han superado el pasado mes de septiembre ha significado algo más trascendental. Con ella no solo han podido poner al límite sus capacidades físicas, sino que han demostrado la fragilidad de algo tan importante como es el agua.
La aventura del Bluebro se ha desarrollado entre el 22 de agosto y el 12 de septiembre. Durante ese tiempo, los cuatro integrantes han descendido un mínimo del 90% del Ebro
A pesar de su importancia, Albert Bosch, divulgador ambiental y uno de los aventureros que se han atrevido a superar el desafío, explica a El Ágora que “el ser humano ha interiorizado que el agua es un recurso más que puede ser explotado con total libertad. Esta idea nos ha conducido a transformar y contaminar este valioso elemento hasta un límite nunca visto en nuestra historia”.
“En todo este juego, el río Ebro es sencillamente una víctima más de todos esos excesos. En este caso, hemos llegado a un punto en el que incluso muchas personas viven de espaldas a él, pasando de ser un aliado como antaño a un mero desconocido suministrador de agua”, explica el divulgador.
La aventura por la sostenibilidad del río que ha ofrecido BluEbro ha nacido de la necesidad de manifestar todos esos problemas que sufre el caude mediante una fórmula eficaz en la que se ha procurado construir de nuevo esos lazos perdidos entre el agua, río y el ser humano.
“Todas las jornadas realizábamos de nueve a 10 horas efectivas de remo, tiempo más que suficiente para ponernos a prueba y, sobre todo, para conectar con el Ebro de una manera que ninguna otra fórmula te permitiría conseguir. Ha sido todo un privilegio”, detalla Albert Bosch.
Por supuesto, alcanzar ese estado de conexión con el río no se ha presentado nada fácil, principalmente durante las primeras etapas del viaje cuando el Ebro no es más que un amasijo de rocas, árboles caídos y aguas embravecidas. En esos momentos, como recuerda Albert, tan solo estás pendiente de sacar al máximo tus habilidades para sortear todos los obstáculos con el kayak.
El proyecto cuenta con el apoyo de diferentes marcas muy interesadas en los valores que representa esta aventura, entre las que destacan el Grupo SUEZ y ROCA.
“A lo largo de nuestra travesía hemos entablado conversaciones con todo tipo de personas, desde pescadores tradicionales que se alimentan del producto que obtienen del río, hasta con los alcaldes de las villas. Ellos son realmente los que conocen el río y gracias a sus opiniones te das cuenta que hay gente que verdaderamente ama el río; y otros muchos que, desgraciadamente, simplemente lo necesitan para explotarlo”.
“Es en este sentido cuanto percibes que se trata de un rio desnaturalizado casi en su totalidad, porque son más quienes lo explotan que quienes lo cuidan. En muchas ocasiones, ni siquiera se cumple la normativa para preservar el agua que nos ofrece”. Se refiere en este caso a una de las muchas anécdotas vividas durante su viaje y que son pruebas fehacientes de esa “indiferencia” creciente hacia el río y su agua.
Un cuarteto representativo
En esta aventura por la sostenibilidad nada se ha dejado al azar. Incluso los protagonistas que han participado en ella esconden en su interior ese mensaje de cambio de paradigma para lograr un mundo más sostenible.
De este modo, el equipo está formado en primer lugar por Iván Galofré, emprendedor de 63 años que representa “ese liderazgo senior que ha ayudado a impulsar a la sociedad hasta el punto en el que nos encontramos, pero con un precio de inconsciencia y errores mayúsculo”.
Albert Bosch representa el liderazgo de los emprendedores de entre 50 y 60 años. Como él mismo explica, son las generaciones que, de alguna manera, dirigen el mundo y están formadas en unas prioridades y capacidades alejadas de los retos que necesita el mundo. Eso sí, con el paso de tiempo han adquirido unos conocimientos que les han permitido situarse en un escalafón de transición.
Iván Galofré, Berto Robles, Laura Rodríguez y Albert Bosch | Foto: Remys Door, BluEbro
Por último, el liderazgo del futuro está representado en los otros dos integrantes, Laura Rodríguez y Berto Robles, de 24 y 26 años respectivamente. “Ellos son la generación de emprendedores que van a heredar unos retos colosales y un sistema muy contradictorio con la solución que requieren esos desafíos”, señala Albert Bosch.
“Por suerte, ellos ya nacen con esos retos encima de la mesa y con una formación que les ha ayudado a elevarlos a un primer orden. No están en transición, sino que conocen de primera mano que los desafíos son una realidad y tan solo deben de actuar para paliarlos”, añade.
En esta ocasión, nos comenta que se encontraban remando por las abundantes aguas acumuladas por los desfiladeros y la presa en el embalse del Sobrón cuando, llegado el momento de bajarse del kayak para sortear la obra hídrica, se percataron que al otro lado de los muros el agua había desaparecido.
Entonces, se vieron obligados a caminar más de cuatro kilómetros río abajo hasta que pudieron encontrar de nuevo algo de agua que les permitió retomar su descenso por el Ebro. El causante de aquella situación era una central eléctrica, que había acaparado toda el agua para poder realizar sus actividades.
“Lo primero que se nos viene a la cabeza en ese momento es que eso no debería estar pasando, básicamente, porque la regulación actual obliga a mantener un mínimo de caudal. Sin embargo, lo peor es que es que la gente describe ese problema como algo normal y restan importancia argumentando que el agua es devuelta más adelante”.
“Arrebatar el agua de este modo es nefasto para el ecosistema que, en ese tramo de cuatro kilómetros, ha quedado totalmente destruido: los peces no pueden nadar río arriba, la fauna terrestre debe desplazarse hasta encontrar agua y la vegetación se muere de sed, por no hablar de que el Delta del Ebro no recibirá esos vitales sedimentos que se acumulan ahora en la presa”Durante su travesía también han tenido la oportunidad de compartir experiencias con los cuatro miembros de la primera expedición del descenso integral del Ebro en Kayak, que se llevó a cabo en 1991. Con ellos han descubierto, entre otras muchas cosas, que, contra todo pronóstico, el estado del río ha mejorado durante los 30 años que separan ambas aventuras.
Principalmente Albert hace referencia a la normativa de depuración que, gracias a la aplicación de medidas más estrictas, ha evitado que se repitan sucesos alarmantes como el acontecido en Navidad de 2001, cuando el constante vertido de lodos tóxicos puso en riesgo la calidad del agua del Ebro. No obstante, señala que, pesar de los avances, aún queda un largo camino que recorrer.
Por este motivo, y con esa idea de estrechar nuestros lazos con el río y la naturaleza, los aventureros han aprovechado el final de la aventura del BluEbro para lanzar un decálogo con propuestas de acción para que el espíritu de la aventura pueda penetrar aún más en nosotros.
“Se trata de un decálogo con acciones que invitan tanto a personas como a empresas e instituciones a entender la necesidad de alcanzar esa relación equilibrada y sostenible con los recursos del río y la naturaleza en general, del mismo que lo hemos logrado nosotros con esta aventura”
En este sentido, Albert recuerda que son las administraciones y empresas, sobre todo, quienes deben liderar esa nueva senda, al ser ellas las bases donde recae el peso de la toma de decisiones que luego, eso sí, los ciudadanos deben estar abiertos a abrazar.
“Solo por poner un ejemplo más. De las muchas conversaciones que hemos tenido, los ciudadanos nos hablaban desde distintos puntos de vista y nos aseguraban cuales eran sus principales inquietudes. Algunos nombraban la contaminación, otros a los trasvases abusivos y otros, simplemente, la introducción de especies exóticas. No obstante, ninguno de ellos mencionó el cambio climático”.


“Ahora bien, el Ebro está sufriendo en estos momentos una crisis por la escasez de recursos hídricos que promete agravarse durante la segunda mitad de este siglo cuando los efectos del cambio climático reduzcan los caudales de los ríos. En este sentido, las administraciones tienen que ponerse manos a la obra para adelantarse al problema porque solo ellas tienen los medios, pero su vez deben concienciar a la población sobre este y muchos problemas para que no se muestren reticentes a los cambios. Al final, con esto se ve que es una tarea de todos”.
El BluEbro ha finalizado, pero eso no es excusa para que su mensaje no se pierda en las aguas del olvido. Ahora ha llegado el turno de vivir nuestra propia aventura por la sostenibilidad. Una aventura en la que, al igual que Albert y sus compañeros, rememos todos en una misma dirección y con el único propósito de alcanzar una meta común. Una aventura en la que volvamos a construir esos lazos perdidos. Una aventura en la que, en definitiva, podamos conciliarnos con el agua y la naturaleza.
