El gobernador de California, Gavin Newsom, ha declarado la emergencia por sequía en todo el estado. Aunque por el momento no se van a tomar medidas para limitar el uso del agua por parte de la población, si se han prohibido determinadas actividades como regar las aceras públicas



California está cada vez más sedienta. Aunque el excelente clima de los valles californianos ha sido durante décadas un polo de atracción para empresas, agricultores y turistas, el cambio climático está provocando una duración y virulencia cada vez mayor de las sequías, motivado el progresivo agotamiento de los recursos hídricos de esta región estadounidense. El estado acaba de cerrar su segundo año hidrológico más seco jamás registrado, con casi el 88% de California en una situación de sequía extrema: a finales de septiembre, el almacenamiento de embalses alcanzaba apenas el 60% de su capacidad total, un promedio muy por debajo de lo habitual en estas fechas.
Ante esta situación, el gobernador de California, Gavin Newsom, que ya emitió en julio una orden ejecutiva para pedir a los habitantes de la región que redujeran su consumo de agua, ha dado un paso más en su estrategia contra la escasez y ha declarado la emergencia por sequía en todo el estado. En concreto, Newsom ha autorizado a los reguladores del agua de California a prohibir actividades que supongan un desperdicio de agua, como rociar las aceras públicas, además de ordenar a la Oficina de Servicios de Emergencia que financie servicios urgentes de reparto de agua potable según fuera necesario. Pero por el momento no ha emitido ningún tipo de mandato de conservación.


“A medida que el oeste de EEUU enfrenta un posible tercer año de sequía, es fundamental que los californianos de todo el estado redoblemos nuestros esfuerzos para ahorrar agua en todas las formas posibles”, ha asegurado el gobernador Newsom. “Con inversiones históricas y acción urgente, el estado se está moviendo para proteger a nuestras comunidades, negocios y ecosistemas de los impactos inmediatos de la emergencia por sequía mientras desarrolla la resiliencia del agua a largo plazo para ayudar al estado a enfrentar el desafío de los impactos del cambio climático haciendo que las sequías sean más comunes y más severo», ha apuntado.
El anuncio de este miércoles extiende las emergencias por sequía, ya declaradas en 50 condados, a los ocho condados restantes donde las condiciones hasta ahora no se habían considerado lo suficientemente severas: Los Ángeles, Orange, Riverside, San Bernardino, San Diego, Imperial, San Francisco y Ventura. Zonas densamente urbanas y densamente pobladas donde las declaraciones de emergencia tienen como objetivo facilitar las respuestas a una sequía cada vez más profunda, dando a la autoridad estatal competencia discrecional para la compra de agua embotellada de emergencia o la construcción para reforzar el suministro de agua, reduciendo las regulaciones.
Esfuerzos voluntarios insuficientes
En cualquier caso, según la proclamación, los proveedores de agua locales deben comenzar a prepararse para la posibilidad de otro año seco por delante. Por el momento, los esfuerzos voluntarios de los californianos se han revelado insuficientes: según los datos publicados por la Junta Estatal de Control de Recursos Hídricos, el uso de agua en los hogares se redujo en un 5% en agosto en comparación con agosto de 2020, una mejora con respecto a las reducciones de menos del 2% en julio, pero aún muy por debajo del voluntario 15 % de recortes al que instó Newsom en julio.
Eso sí, hay importantes variaciones territoriales: la costa norte, que es la zona más afectada donde precisamente se declararon las primeras emergencias por sequía del estado en abril, está teniendo las mayores caídas en el uso de agua en los hogares, con una disminución del 18,3% en comparación con agosto del año pasado. Sin embargo, estos números de conservación disminuyen drásticamente en el sur, con áreas como el condado de Los Ángeles conservando apenas un 3% más de agua que en agosto pasado.


Los próximos meses serán cruciales para saber si la situación de sequía se prolonga o incluso se agrava. El estado está estos meses en la cúspide de su temporada de lluvias, cuando recibe casi la totalidad de sus precipitaciones anuales. Y, aunque se espera que una serie de tormentas lleguen al norte de California esta misma semana, las autoridades alertan de que es muy poco probable que por sí solas llenen sustancialmente los embalses vacíos, aunque podrían ayudar a reparar los suelos sedientos. Según los servicios meteorológicos estatales, se necesitarían varias semanas de lluvia ininterrumpida para solucionar realmente la situación.
Las condiciones exactas del próximo año hídrico siguen sin estar demasiado claras. Aunque las temperaturas frías del Pacífico tropical anuncian la llegada del fenómeno de La Niña entre diciembre y febrero, sus efectos pueden variar: La Niña puede provocar tormentas, cambiando la cantidad de precipitación que cae en California. Pero los resultados varían, ya que en las últimas ocasiones que se ha producido el fenómeno meteorológico, el año ha sido más seco de lo habitual, especialmente en el sur de la región. Por el momento, tanto las autoridades californianas como los ciudadanos, solo pueden mirar al cielo y esperar que la situación no exija medidas más drásticas.
