Un enorme cráter de unos 200 metros de diámetro ha destruido la cascada de San Rafael, un fenómeno natural de enorme importancia en Ecuador tanto a nivel natural como turístico. Los primeros estudios apuntan a que todo se debe a un proceso natural común, aunque otros sugieren que la presencia de una represa cercana ha jugado un importante papel en la ‘muerte’ de este monumento natural



La cascada de San Rafael, situada en el Parque Nacional Cayambe-Coca, en Ecuador, se trata de uno de los más importantes atractivos turísticos de la zona. Sus 150 metros de caída por 14 metros de ancho es capaz de atrapar la mirada de aproximadamente 20.000 personas al año. Sin embargo, esa cifra de visitantes puede ahora verse reducida considerablemente debido a un desprendimiento de tierra que ha destruido esta maravilla natural, dejando solo visibles tres hilos de agua.
La investigación para conocer qué ha ocurrido sigue abierta, aunque los expertos señalan en primer lugar a un proceso de erosión natural presente en todas las cascadas del mundo y que se inició hace miles de años atrás.


“Todas las cascadas tienden ir hacia atrás”, explica Pablo Samaniego, miembro del Instituto francés de la Investigación para el Desarrollo y cooperante del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional.
Según narra, esta catarata se formó hace varios miles de años cuando el río Coca se encontró con una pared de roca formada con lava procedente de su vecino, el volcán Reventador. El problema es que esa pared se ha ido desgastando con el agua hasta que se ha encontrado con un material “más fácilmente erosionable”.
El resultado de esta “erosión retrógrada” y la llegada a esa zona más vulnerable es la formación repentina de un inmenso cráter de unos «cien o doscientos metros» de diámetro que ha “eliminado” la catarata y que ha dado origen a una nueva formación que han bautizado como “el arco de San Rafael”, por donde ahora pasa el río.
La presencia de represas
La opción de un causante natural también la pone en primer plano Esteban Suárez, doctor en Ecología y Conservación de ecosistemas de montaña, geología y conservación de fauna silvestre. No obstante, también alienta la realización de otros estudios ya que sostiene que es posible que la vecina represa Coca Codo Sinclair pudiera exacerbar los procesos naturales del río.
«Si una represa genera una modificación importante del patrón de movimiento de sedimentos, eso podría alterar los patrones de erosión y terminar modificando la parte geomorfológica de una cascada», declara Esteban Suárez.
Para este experto con estudios en Ecuador y EEUU, el colapso de la pared desde la que se precipitaba el agua demuestra «lo dinámica que es la geología en la zona«, en la que también hay un volcán en proceso de erupción, el Reventador, y varios ríos con patrones de cambio constante debido a que la cordillera por la que fluyen es aún joven.
«Hemos construido una de las principales represas del país en una zona que tiene peligro volcánico a menos de veinte kilómetros y ríos increíblemente dinámicos», alerta al apuntar que colapsos como el de la cascada «muestran que, básicamente, la hidroeléctrica está asentada en esta especie de bomba de tiempo«.
En este sentido, dos terremotos en 1987 dañaron un oleoducto en la zona por los desprendimientos de tierra y afectaron las exportaciones de petróleo, cuyas ventas eran la principal fuente de ingresos para el Estado.
Ante esto, Suárez asume lo ocurrido como una señal de alarma “porque seguimos construyendo represas, carreteras, oleoductos, en zonas que son extremadamente volátiles desde el punto de vista geológico y volcánico».
“Se trata de una zona increíblemente sensible y de mucho riesgo geológico por lo que el colapso de la cascada, independientemente de sus razones, debe servir de alerta de cara a la planificación de nuevas infraestructuras”, informa por su parte Tony Rojas, gobernador de la provincia de Sucumbíos, región donde se encuentra el parque.
