La contaminación del agua y las sequías, detrás de la desaparición de Tikal

La contaminación del agua y las sequías, detrás de la desaparición de Tikal

Un equipo de científicos ha descubierto que algunos depósitos de agua de Tikal, una antigua ciudad maya, estaban contaminados por cianobacterias y mercurio. En épocas de sequía, entra la posibilidad de que los habitantes hiciesen uso de esa agua insalubre, hecho que podría haber impulsado la desaparición de los humanos de la urbe


En el corazón de la actual Guatemala, se alzan los vestigios de la que fue la capital de uno de los reinos más poderosos de los antiguos mayas. Ahora, declarada Patrimonio de la Humanidad, la ciudad de Tikal alcanzó su apogeo entre el 550 y 900 D.C, momento en el que llegó a ocupar un área de 60 km2 y albergar a unos 200.000 habitantes.

Sin embargo, y a pesar de su enorme poder e influencia, la ciudad entró en un periodo de colapso y decadencia que finalizó con el total abandono de la urbe entre la maleza. Los expertos no saben exactamente cuál fue el detonante de esta decadencia, aunque algunas teorías apuntan a las guerras internas y externas y a la superpoblación, entre otros, como posibles artífices.

Los arqueólogos y antropólogos han tratado de averiguar qué le sucedió a los mayas durante los más de 100 años desde que se redescubrió la ciudad

Para David Lentz, profesor de ciencias biológicas de la Universidad de Cincinnati (UC), la razón del abandono de la ciudad tal vez se debiese a las importantes sequías sucedidas durante el siglo IX que redujeron la disponibilidad de agua y que obligaron a utilizar depósitos de agua contaminados.

“Tikal está situada en una zona climática caracterizada por poseer una prolongada estación húmeda, seguida de un periodo más longevo si cabe de marcadas sequías”, detalla David Lentz en un reciente estudio publicado en la revista Nature Scientific Reports.

«La conversión de los reservorios centrales de Tikal de lugares que sostienen la vida a lugares que inducen enfermedades durante las sequías habría ayudado práctica y simbólicamente a provocar el abandono de esta magnífica ciudad«, añade el experto.

David Lentz y su equipo llegó a esta conclusión después de un análisis de los sedimentos encontrados en más de 10 depósitos de agua localizados dentro de la ciudad. Según comentan, los sedimentos de los depósitos más cercanos al templo y palacio central de Tikal mostraron evidencia de algas tóxicas llamadas cianobacterias.

“Encontramos dos tipos de algas verdeazuladas que producen químicos tóxicos. Lo malo de esto es que son resistentes a la ebullición, por lo que el consumo de esta agua, incluso hervida, habría enfermado a las personas”, explica el experto.

Mercurio, también presente

¿Qué hacían estos depósitos de agua contaminada dentro de los límites de la ciudad si no se podían consumir? Esta es una de las preguntas que atormentó al experto durante toda su investigación.

Según detalla, es posible que estos mayas los llegasen a utilizar en sus últimos coletazos, sin embargo, era improbable que los usasen de forma habitual para beber, cocinar o regar sus extensos campos de cultivo.

“El agua habría tenido un aspecto y un sabor muy desagradable. Además, presentaría grandes floraciones de algas, por lo que nadie hubiese querido consumir esa agua”, informa Kenneth Tankersley, profesor asociado de antropología en la Facultad de Artes y Ciencias de la UC.

Primeras fotografías de Tikal tomadas por Alfred Percival Maudslay en 1882

La respuesta tal vez se encuentre en la propia cultura maya, muy estrechada con el agua. De hecho, muchos de sus gobernantes se atribuían el poder de controlar este elemento, y de ahí tal vez el motivo de la existencia de estos depósitos que no se podían consumir.

En cierto modo, esto podría ser también la razón de que los depósitos encontrados cerca de los templos estuvieran contaminados a su vez por mercurio, un elemento que puede ser mortal para los animales, incluidos los humanos.

Muchas de las estructuras de los mayas estaban decoradas con un pigmento llamado cinabrio, un mineral de color rojo compuesto de sulfuro de mercurio, que los mayas extraían de una fosa volcánica cercana, por lo que era probable que se pudiera haber filtrado a los contenedores de agua,

Para certificar esta hipótesis, realizaron un análisis de los depósitos con una técnica llamada espectrometría de fluorescencia de rayos X. Gracias a este método, descubrieron que el mercurio no se filtraba desde el suelo. Además, también dedujeron que el mercurio no provenía de las erupciones volcánicas, ya que sino el resto de los depósitos estarían también contaminados.

«Eso significa que el mercurio tiene que ser antropogénico«, apela Tankersley.

Esto lleva a la conclusión, que, en cierto modo, los propios humanos haber sido participes de su propia destrucción. Sin embargo, aún es pronto para poder confirmarlo, por lo que ese misterio continuará enterrado en lo más profundo de la selva.


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