Cultura moche: el agua a golpe de ingenio y espiritualidad

Cultura moche: el agua a golpe de ingenio y espiritualidad

Cultura moche: el agua a golpe de ingenio y espiritualidad

Una de las sociedades más antiguas de Latinoamérica sentó las bases de la ingeniería hidráulica convirtiendo las zonas desérticas de Perú en un territorio próspero durante siete siglos


Óscar Calero
Madrid | 16 abril, 2021


Dios creador, referencia y guía de una cultura, pero sobre todo un ser temido por sus protegidos. Así se mostraba Ai Apaec, deidad máxima de la cultura moche, una civilización del Antiguo Perú que se desarrolló entre los siglos II y V. Una especie de superhombre entre lo material y lo espiritual. Un héroe mitológico construido en batallas legendarias luchando contra criaturas monstruosas. Una imagen diseñada para infundir respeto, orden y pleitesía en la sociedad preinca.

Más de diez siglos antes de que la cristianización dominara la existencia de los primeros pobladores americanos, la sociedad mochica ya sabía lo que era vivir con la culpa y el miedo. Pero el objetivo de los actos terrenales estaba enfocado en la dirección inversa a un supuesto más allá. Las prácticas religiosas iban encaminadas a la adoración de seres supremos para invocar sus poderes en beneficio de la madre tierra. En sentido opuesto, un mal comportamiento podría acarrear la ira y la violencia de la que hacía gala el ínclito Ai Apaec. La ceremonia más importante para los mochica eran los sacrificios. En ellos se imploraba la benevolencia del que también era “protector del agua” para enviar buena climatología y lluvias amortizables.

La difícil geografía y el complicado clima donde se establecieron los moches estuvo directamente proporcionado con su ingenio. Al norte de Perú, la cultura mochica se extendió en los valles de entre la zona costera y la línea de los Andes, en la actual provincia de Trujillo. Un lugar con una peculiar atmósfera, ya que las corrientes del Pacífico chocan con el imponente muro andino y la condensación de las altas temperaturas produce una evaporación extrema que se torna en épocas de lluvias torrenciales catastróficas para el lugar. Este fenómeno, que se conoce como El Niño, sigue produciéndose a día de hoy. En el lado opuesto tendríamos, además, unas zonas eminentemente desérticas. Con estos elementos crear vida y prosperidad no hubiera sido posible sin el ingenio y el talento de la cultura Moche para gestionar inmejorablemente los recursos hídricos.

Entre los siglos I a.C al VI d.C, los predecesores de la cultura Inca convirtieron una zona árida y poco fértil en un vergel desde el que se construyó un complejo estado político y social. Los pioneros de la ingeniería hidráulica precolombina se estrujaron la cabeza para aprovechar los pocos recursos de los que disponían. Todavía hoy se estudia en las universidades latinoamericanas los sistemas de riego mochicas. Unas impresionantes obras de canales succionan los ríos andinos para exprimir el agua al máximo.

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Representación de Ai Apaec dentro de una tumba de la Huaca de la Luna cerca de Trujillo, Perú.

Acueductos de riego y diferentes sistemas de distribución permitieron el cultivo de maíz, yuca o patata, productos que son santo y seña de la cultura peruana. Y es que la tecnología moche iba encaminada a disminuir los riesgos de pérdida de agua: aminorar la erosión e inundaciones, fortalecer el almacenamiento y fomentar los diferentes sistemas de riego. Con estas máximas, la agricultura se convirtió en la mayor fuerza económica de la sociedad.

El trabajo arqueológico nos ha dotado de la evidencia de los fantásticos canales, primer requisito para recoger el agua. En los valles del rio Moche nos encontramos con el canal “La Mochica”, unas infraestructuras que incluían acueductos de distribución y embalses de almacenamiento. El mayor logro fue transportar el agua a las zonas más desérticas y transformarlas en zonas de cultivo productivo.

Son muy interesantes las tecnologías agrícolas descubiertas y documentadas por la ciencia arqueológica. La técnica de surcos dibujaba en diferentes diseños líneas para favorecer el riego por gravedad. Intercalaron diferentes surcados dependiendo del nivel de posibles inundaciones. El control de la humedad era fundamental en una zona poco rica en agua. Para ello idearon los huachaques o hueros hundidos consistentes en pozas drenadas por canaletas en diferentes niveles para generar la humedad suficiente sin necesidad de riego constante. Aquí sí utilizaron el beneficio de situarse cerca del mar y de los deltas de los ríos. También utilizando la proximidad a la costa crearon los mahamaes. Un sistema de terrazas donde el movimiento de tierra generaba la humedad suficiente para el sostenimiento de las mismas.

Los excepcionales canales no hubieran servido de nada sin un sistema de captación y desviación del agua. Las bocatomas eran estructuras hechas con troncos y piedras que desviaban el agua direccionándola a los cultivos directamente. La rede de canales de la zona mochica sumaban un total de 816 kilómetros. Una infraestructura hidrológica impensable para la época. La orografía de los Andes no favorecía la construcción de los canales, y para ello los acueductos corregían los desniveles, consiguiendo mantener la pendiente del canal. No quedan restos muy claros de los embalses, pero sí hay evidencias de su existencia para paliar las duras épocas de sequía en el periodo estiva. En la actualidad, muchas zonas de Perú se siguen beneficiando de los sistemas de canales para el abastecimiento del agua.

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Una escultura de un guerrero moche en Lambayeque, Chiclayo, Perú.

Los moches consiguieron dominar y domesticar un territorio casi denostado por la naturaleza, y le dotaron de todo lo necesario para construir una sociedad muy avanzada para su tiempo. La cultura mochica creía firmemente en el respeto a la Madre Tierra y a aquellas divinidades que les permitían el aprovechamiento de los recursos naturales de la zona. A diferencia de futuras versiones de los sacrificios en las culturas prehispánicas, que buscaban otro tipo de honra hacía los seres superiores, en la sociedad moche el objetico era rogar por el ciclo climatológico óptimo para vivir. Existen muchas evidencias en el arte moche que nos cuentan como el único objetivo de las guerras y conflictos con otras culturas era hacer prisioneros para utilizarlos en los sacrificios. La decapitación era la ofrenda máxima a los dioses, y su sangre era derramada en la tierra para invocar la fertilización del territorio.

Lamentablemente, la naturaleza no da tregua y es indomable eternamente. Después de más de 700 años domesticando un territorio, los fenómenos climatológicos incontrolables de la zona pudieron con los sistemas hidrológicos mochicas. Durante treinta años las lluvias torrenciales incesantes convirtieron en lodo gran parte de las tierras y arrasaron con cultivos y poblados. Las fiebres tifoideas y las epidemias no tardaron en aparecer, así como las hambrunas, que pusieron fin a una sociedad que sentó las bases de la mítica civilización Inca.

Si hacemos la prueba de buscar en Google la palabra Ai Apaec una de las primeras entradas que nos encontramos es que el dios mochica es uno de los personajes de la factoría Marvel. Evidentemente, el superhombre que adoraban los antiguos pobladores del norte de Perú, reúne todas las características de un superhéroe de comic. Analizando el legado de la cultura Moche y siendo consciente de la envergadura de sus logros se podría hacer extensible el título de superhéroes a todas aquellas cabezas pensantes que hicieron posible un milagro solo al alcance de seres superiores.



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