Científicos de la Universidad de Granada han estudiado las emisiones lanzadas por distintos embalses andaluces con el fin de poder disminuir las emisiones de estos emplazamientos, e incluso anticipar el impacto de la construcción de futuros



Fruto del desarrollo humano nacieron los embalses, que se construyeron con el fin de servir como fuente de energía, así como para almacenar grandes cantidades de agua que serían consumidas por las personas posteriormente.
En nuestro país existen actualmente unas 1.200 presas que suministran cerca del 70% del agua en verano, una estación donde este recurso es vital para nuestra supervivencia. En palabras de Carlos Granell, secretario general del Comité Nacional Español de Grandes Presas (SPANCOLD), “gracias a ellas estamos aquí».
Sin embargo, estas edificaciones generan un enorme impacto social y ambiental a pesar de las profundas modificaciones y mejoras que están sufriendo. Son de hecho, de acuerdo con diversos estudios, fuentes potenciales de gases de efecto invernadero (GEI).En este sentido, un estudio llevado a cabo por de científicos de la Universidad de Granada (UGR), pertenecientes al departamento de Ecología, ha analizado por primera vez las emisiones de dióxido de carbono (CO2), el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O) en 12 embalses de Granada, Jaén y Córdoba, para comprobar realmente la cantidad de GEI que emiten al medio.
Gracias a su trabajo, pudieron observar que los embalses ubicados en zonas calcáreas emitieron más dióxido de carbono a la atmósfera que los embalses localizados en zonas silíceas que, en ocasiones, podían incluso ser sumideros de CO2.
Además, descubrieron que todos los embalses emitían metano y que esos gases estaban relacionados con la temperatura, la profundidad del embalse y la eutrofización, ese proceso mediante el cual los embalses reciben más nutrientes y, por lo tanto, aumenta el crecimiento de algas. Así pues, aquellos con mayor temperatura, más someros, y más eutróficos son los que emitieron más metano, destacando el caso del embalse de Cubillas.
En cuanto a las emisiones de dióxido nitroso destacan que fueron muy importantes en sistemas localizados en zonas agrícolas y urbanas, que daban lugar a grandes entradas de nitrógeno.
Por el contrario, los embalses localizados en áreas con una cobertura de bosque superior al 40% actuaron como sumideros.
Una vez analizada la cantidad de gases que emitían, los científicos se dispusieron a medir el forzamiento climático, que es la diferencia entre la insolación (luz solar) absorbida y la energía irradiada de vuelta al espacio.
En conjunto, el mayor forzamiento climático por metro cuadrado se localizó en el embalse de Cubillas, mientras que, por área total del embalse, Iznájar tuvo el mayor forzamiento climático. El forzamiento, además, fue mucho mayor en verano, que en invierno.
Los científicos comentan que esta investigación puede ayudar a no sólo a conocer el impacto de los embalses ya construidos, sino también a encontrar medidas para disminuir las emisiones, e incluso anticipar el impacto de la construcción de futuros embalses.
