La energía hidroeléctrica es esencial para alcanzar los objetivos de neutralidad climática. Sin embargo, un informe de la IEA expone que esta fuente está sufriendo una gran desaceleración, por lo que pide a los gobiernos facilitar las inversiones para que aumenten su capacidad de producción energética en línea con las ambiciones climáticas globales



El agua es la fuente de vida de este planeta pero también actúa como un manantial de energía baja en emisiones esencial para el desarrollo humano. De hecho, la contribución de la energía hidroeléctrica es un 55% mayor que la nuclear, superando incluso a la suma todas las demás energías renovables combinadas, incluidas la eólica, la energía solar fotovoltaica, la bioenergía y la geotermia.
Asimismo, la energía hidroeléctrica suministró el 17% de la generación de electricidad mundial, la tercera fuente más grande después del carbón y el gas natural, gracias en parte al fuerte impulso que hizo aumentar su capacidad productora un 70% durante los últimos 20 años.Ahora, se espera que ese impulso continúe y aumente la capacidad un 17% entre el 2021 y el 2030 liderado por China, India, Turquía y Etiopía. Sin embargo, el primer informe de mercado de la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés) dedicado a la energía hidroeléctrica expone que ese crecimiento será un 25% menor que la expansión sufrida en la década anterior.
En parte, señala que alrededor de la mitad del potencial económicamente viable de la energía hidroeléctrica está se ha mantenido sin explotar, por lo menos, en los países en desarrollo donde la participación de esta energía ha ido disminuyendo y sus estructuras envejeciendo.
En España, de las más de 1.200 grandes presas que existen, 450 se construyeron antes de la década de los 60, mientras que 100 ya estaban presentes en el 1915. Para el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico (Miteco) esto supone “un enorme desafío en términos de conservación y rehabilitación”.
En este sentido, el informe indica que hasta 2030 se invertirán hasta 127.000 millones de dólares, o casi una cuarta parte de la inversión mundial en energía hidroeléctrica, en la modernización de plantas envejecidas, principalmente en economías avanzadas.
En América del Norte y Europa, se pronostica que los trabajos de modernización de las plantas existentes representarán casi el 90% de la inversión total en energía hidroeléctrica en esta década, lo que explica también el frenazo en la inversión en hidroeléctricas, que se mantendrá estable con respecto a la última década.


En la actualidad, este tipo de energía solo satisface la mayor parte de la demanda en 28 países con economías emergentes y en desarrollo, que tienen una población total de 800 millones. Para Fatih Birol, director ejecutivo de la IEA, estas cifras son más que suficientes para admitir que “la energía hidroeléctrica es un gigante olvidado dentro de las energías limpias” que, de no volver a liderarlas, podría “poner en peligro las metas de carbono neutral de muchos países y el acceso a una energía confiable y asequible para sus ciudadanos”.
“La energía hidroeléctrica tiene un papel clave en la transición a la energía limpia, no solo a través de las cantidades masivas de electricidad baja en carbono que produce, sino también por sus capacidades incomparables para proporcionar flexibilidad y almacenamiento”, señala en un comunicado.
“Las ventajas de la energía hidroeléctrica pueden convertirla en un facilitador natural de transiciones seguras en muchos países a medida que cambian hacia proporciones cada vez mayores de energía solar y eólica, siempre que los proyectos hidroeléctricos se desarrollen de una manera sostenible y resistente al clima”, añade.


Los expertos de la IEA creen que si los gobiernos abordan los obstáculos para un despliegue más rápido de manera adecuada, los incrementos de capacidad hidroeléctrica global podrían ser un 40% más altas hasta 2030. Y para ello exponen en el informe siete prioridades clave para que los gobiernos culminen esa aceleración.
Entre ellas destacan la inclusión de facilidades, por ejemplo, a la hora de establecer permisos de construcción, para que el sector privado pueda sumarse al proceso y para aportar un valor añadido a la infraestructura hidroeléctrica:
“La infraestructura hidroeléctrica permite múltiples beneficios para la gestión de los recursos hídricos necesarios para servicios públicos críticos como el riego, la prevención de inundaciones y el suministro de agua. Reconocer estas ventajas y atribuirles un valor monetario puede mejorar significativamente el caso comercial de la energía hidroeléctrica”, informan.
Como conclusión, la IEA recuerda que para alcanzar los objetivos de neutralidad del 2050, gobiernos tendrían que aumentar drásticamente sus ambiciones hidroeléctricas. De hecho, la expansión de la capacidad hidroeléctrica global hasta 2030 tendría que ser un 45% más alta que la que proyectan.
