Estados Unidos quiere renovar sus infraestructuras de agua

Estados Unidos quiere renovar sus infraestructuras de agua

Estados Unidos quiere renovar sus infraestructuras de agua

La nueva ley de agua potable de EEUU quiere dedicar 35.000 millones de dólares a reforzar los presupuestos hídricos de los estados, mejorar los sistemas que abastecen a las comundades desfavorecidas y acelerar el proceso de sustitución de las tuberías de plomo


Argemino Barro
Nueva York | 21 mayo, 2021


Estados Unidos se ha embarcado en una nueva era de gasto público; los planes de ayuda contra la pandemia de covid abrieron la veda y la Administración Biden quiere ir mucho más allá, con todo tipo de inversiones en la economía familiar, las empresas y las infraestructuras. En este paisaje de cheques y negociaciones hay un lugar especial para el agua. El Senado de EEUU acaba de aprobar casi por unanimidad una ley destinada a modernizar las infraestructuras hídricas americanas y mejorar el suministro de agua potable en las regiones más humildes .

La llamada Ley de Infraestructura de Agua Potable y Aguas Residuales, redactada por los demócratas y aprobada por 89 de los 100 senadores, quiere dedicar 35.000 millones de dólares a reforzar los presupuestos hídricos de los estados, mejorar los sistemas que abastecen a las comundades desfavorecidas y a las poblaciones pequeñas, de entre 10.000 y 100.000 habitantes, y acelerar el proceso de sustitución de las tuberías de plomo, entre otras medidas.

“Sabemos que el acceso a un agua segura, fiable y saludable no es un asunto de estados azules [demócratas] o rojos [republicanos]”, dijo uno de los demócratas que redactó la ley, Tom Carper. “Suelo decir que las soluciones bipartidistas son soluciones duraderas”. La ley aún tiene que ser aprobada por la otra cámara, de mayoría demócrata, y después firmada por el presidente, Joe Biden.

Sin embargo, pese a las esperanzadoras palabras de Carper, la ley del agua solo pondría un parche a las vastas necesidades de unas infraestructuras envejecidas. Un informe de la American Water Works Association (AWWA) asegura que las tres grandes remesas de construcción de tuberías de EEUU se están quedando antiguas casi a la vez. Las tuberías de hierro forjado, colocadas a finales del siglo XIX, tienen una vida útil de 120 años; las que fueron instaladas a principios del siglo XX, de unos 100 años, y aquellas que fueron enterradas tras la Segunda Guerra Mundial duran en total unos 75 años. Como consecuencia del desgaste, Estados Unidos registra una media de 240.000 roturas de cañerías al año en todo el país.

“La Administración Biden ha propuesto 111.000 millones de dólares para proyectos acuíferos en su plan de infraestructuras, así que lo que ha propuesto el Senado es mucho más modesto”, explica por correo electrónico el Dr. Mark W. LeChevallier, especialista en tratamiento de aguas y director de Water Consulting. “La Agencia de Protección Medioambiental informó de que los sistemas de agua y alcantarillado necesitarán 743.000 millones de dólares en actualizaciones hasta 2035: así que, de cualquier manera, sigue habiendo un gran hueco entre la asistencia federal y las necesidades”.

Acueductos en el extremo sur del Valle de San Joaquín, llevando agua bombeada cuesta arriba a Los Ángeles.

No solo es un problema de cantidad, sino de complejidad. Estados Unidos contiene paisajes geográficos y sociopolíticos muy distintos; cada región tiene sus prioridades específicas, como refleja el alto grado de descentralización del los sistemas del agua. Ahora mismo hay en torno a 70.000 redes de abastecimiento y 16.000 plantas de aguas residuales domésticas, la mayoría financiadas por préstamos federales a los municipios. Según RAND Corporation, la inversión privada en las infraestructuras de transporte y de agua solo representa un 1% del total.

“Hay una gran necesidad en muchas áreas”, dice LeChevallier. “Los analistas de Moody’s Investor Service dijeron en su informe del 7 de mayo que, en 2003, la vida útil mediana restante de los activos de agua y alcantarillado era de 34 años. En 2020, esa cifra cayó un 21% hasta los 27 años, un indicador de que los sistemas de servicios se están depreciando más rápido de lo que están recibiendo en inversiones necesarias. Así que simplemente reemplazar las tuberías actuales es una gran necesidad, por no hablar de abordar los impactos del cambio climático, de contaminantes emergentes como el PFAS [sustancias perfluoroalquiladas] y de quitar las líneas de servicio de plomo”.

Cada región tiene sus prioridades específicas, como refleja el alto grado de descentralización del los sistemas del agua

A veces las deficiencias del sistema salen a la luz, y movilizan a las autoridades, cuando sucede alguna catástrofe. Un estado versado en cataclismos hídricos es Michigan. Hace aproximadamente un año las fuertes lluvias desbordaron las presas de Sandford y Edenville, obligando a evacuar a más de 10.000 personas.

Pero ningún incidente hace sombra a la tragedia de Flint, donde la presencia de plomo y bacterias en el suministro de la ciudad, después de que el estado lo conectase al río Huron para ahorrar dinero, generó una grave crisis sanitaria. Las enfermedades y los sarpullidos que dejaba el agua marrón, con la que los vecinos se presentaban a protestar en el ayuntamiento, dejaron huella en las conciencias americanas. La planta local de General Motors ni siquiera podía usar el agua de Flint porque sus niveles de sustancias químicas corroían los motores de los coches.

Tragedias como la de Flint suelen inspirar mejoras en los recursos hídricos. De la misma forma que la cólera y las fiebres tifoideas trajeron las cañerías en el siglo XIX, el éxido rural motivó las presas, y la contaminación de los ríos obligó a usar cloro, los problemas de Flint han animado a la gobernadora del estado, Gretchen Whitmer, a presentar un plan de 500 millones de dólares para hacer que el suministro sea más limpio y asequible. El esfuerzo por reemplazar las tuberías en Flint ya está casi completo: se han sustituido en torno a 10.000, aunque todavía queda por hacer.

Depósito de agua en Flint, Michigan, EEUU

La modernización de las infraestructuras hídricas no es una urgencia exclusiva de Estados Unidos. También en España existen déficits, si nos atenemos a los estándares europeos. Según la asociación de empresas constructoras Seaopan, España necesita invertir 5.000 millones de euros en sus recursos de agua si quiere evitar más multas millonarias de Bruselas. Hoy en día solo un tercio aproximado de los municipios de más de 10.000 habitantes disponen de sistemas de depuración adecuados. La inversión en cuestiones medio ambientales, además, está en 24 euros por habitante: por detrás de Grecia y un 47% por debajo de la media europea.

El organismo alertaba el año pasado de que en España se daban dos circunstancias acuíferas difíciles. La primera, que el estrés hídrico español es uno de los más altos de Europa: lo sufre el 72% del territorio nacional y la mitad está en riesgo de desertificación. La segunda circunstancia es que la inversión en las infraestructuras hidráulicas descendió un 85% entre 2006 y 2016. Esta falta de financiación ha hecho que la Unión Europea multase a España por incumplir la normativa del tratamiento de aguas residuales en 38 aglomeraciones urbanas.

La modernización de las infraestructuras hídricas no es una urgencia exclusiva de EEUU: también en España existen déficits

En Estados Unidos la elección de un nuevo presidente y una mayoría demócrata en el Congreso ha movilizado a multitud de lobis y grupos ecologistas en Washington, que tratan de susurrar sus prioridades al oído de Joe Biden. El comandante en jefe, guiado por una nueva teoría laxa del déficit, está demostrando ser dadivoso con sus programas de gasto. Solo sus tres grandes planes suman 6 billones de dólares.

El Dr. Walter LeChevallier advierte, sin embargo, de que una inyección en las infraestructuras hídricas no solo tendría que emanar del Gobierno federal. “El agua ha sido una cuestión bipartidista con fuerte apoyo político. Tener a un partido controlando la Casa Blanca, el Senado y la cámara baja ayuda a mover estos programas y eleva las esperanzas de superar algunos obstáculos políticos, pero sería ingenuo pensar que todo depende de Biden”, explica. “Históricamente, la contribución federal a los costes de agua y alcantarillado han sido una pequeña fracción de los costes generales, así que las soluciones finales no van a ser dirigidas por la Casa Blanca, sino por los líderes locales y los consejos de ayuntamientos. ¡Así que se necesita hacer más!”.

La Ley de Infraestructura de Agua Potable y Aguas Residuales, mientras tanto, se abre paso en los pasillos del Congreso. Ahora tiene que ser revisada y posiblemente renegociada en la Cámara de Representantes; después, iría a parar al escritorio del Despacho Oval, donde se uniría a la otra tanda de abultadas inversiones.



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