El Gobierno ha presentado una Estrategia de País para afrontar los retos de futuro con la vista en 2050, tres décadas en las que España deberá reducir un 15% de la demanda de agua para adaptarse al escenario semiárido que plantea el cambio climático



Si en los años setenta España enfocó su futuro hacia una transición democrática, hoy casi medio siglo después se plantea una nueva transición, esta vez, ecológica y hacia la sostenibilidad, porque «España no es la de hace 30 años, y no somos nuestro pasado, somos el tiempo que nos queda; no es la herencia de nuestros padres sino un préstamo de nuestros hijos», como afirmaba este jueves el director de la Oficina de Prospección y Estrategia el Gobierno que ha elaborado el proyecto España 2050, un estudio de 676 páginas titulado Fundamentos y Propuestas para una Estrategia Nacional de Largo Plazo.
España 2050 plantea tres megatendencias: el envejecimiento demográfico, la transformación digital y la transición ecológica
Con este estudio el Gobierno anuncia la apertura de un gran diálogo nacional para enriquecer y dar forma a las políticas que nos lleven al mejor futuro posible con el diagnóstico empírico científico y contrastado que hace el Plan España 2050.
En este sentido Sánchez ha insistido en se trata de un documento vivo, una primera propuesta y un primer objetivo para que sea ampliada, y para ello «España iniciará un gran diálogo sobre su futuro en próximas semanas y meses. Estará abierto a todas las instituciones públicas y privadas, a todos los ciudadanos. Los gobiernos de las comunidades autónomas tendrán un papel esencial. Garantizaré un debate abierto para dar cabida a todas las ideas».
La transición hídrica
En 2050, unos 27 millones de personas habitarán zonas de España con escasez de recursos hídricos
El documento elaborado por un centenar de expertos en diversas disciplinas afirma que España será uno de los países de Europa que más verá reducida su disponibilidad de agua dulce en las próximas décadas.
Las menores precipitaciones y las mayores sequías vendrán acompañadas de una disminución de la acumulación estacional de nieve en las zonas montañosas, de los caudales medios de nuestros ríos y de la recarga de nuestros acuíferos.
Reducir la demanda total de agua un 5% para 2030 y el 15% para 2050
Además, se registrará un empeoramiento de la calidad de nuestras masas de agua provocado por procesos de salinización (asociados a la subida del nivel del mar) y la concentración de productos contaminantes. Esta menor disponibilidad de agua será simultánea a una mayor demanda derivada del aumento de las temperaturas, y podría hacer que, en 2050, unos 27 millones de personas habiten zonas de España con escasez de recursos hídricos.
Aumentarán los episodios de lluvias torrenciales y las inundaciones costeras, pudiendo llegar a afectar a más de 50.000 españoles en 2050.
Las precipitaciones tenderán a disminuir, sobre todo en el suroeste y en los archipiélagos. El verano será más largo e intenso y las sequías serán más frecuentes y prolongadas, afectando a un 70% más del territorio que hoy. Al mismo tiempo, aumentarán los episodios de lluvias torrenciales y las inundaciones costeras, pudiendo llegar a afectar a más de 50.000 españoles en 2050.
España ha avanzado en los últimos años en la eficiencia de la gestión el agua, gracias a las aportaciones tecnológicas del sector, y ha amortiguado el incremento de la demanda con reducciones del consumo en hogares pero subido la demanda en otras actividades agrarias e industriales. Estos cambios en los patrones de consumo, recoge el informe España 2050, también han neutralizado, en algunos casos, las ganancias de eficiencia en los procesos productivos generadas por los avances científicos y tecnológicos de las últimas décadas, traduciéndose en un mayor uso de recursos y en una mayor generación de residuos (lo que se conoce como “efecto rebote”).
La modernización de los sistemas de riego ha conducido, paradójicamente, a un aumento del uso del agua en algunas regiones de nuestro país. Esto se debe, entre otras cosas, a la introducción de cultivos con mayor huella hídrica, a la posibilidad de doblar cosechas o al incremento de la superficie cultivada. Así, la demanda de agua a nivel nacional ha permanecido prácticamente estable en las últimas décadas, a pesar de las mejoras de eficiencia alcanzadas en el uso de este recurso.


En 2050, España deberá haber superado la amenaza del estrés hídrico. Para lograrlo, deberá adoptar una estrategia de gestión integral del agua que, además de las medidas contempladas en los planes estatales ya aprobados haga lo siguiente:
- Promover la reutilización y la desalación del agua hasta lograr que su precio sea competitivo; es decir, similar al que tiene el agua proveniente de fuentes tradicionales (como, por ejemplo, las presas).
- Mejorar la eficiencia de los sistemas de abastecimiento urbano, riego agrario y tratamiento de agua potable y aguas residuales mediante la modernización de infraestructuras y la introducción de nuevas tecnologías como los sensores y el big data, que permiten detectar fugas y abusos de manera casi inmediata, seguir a tiempo real la necesidad hídrica de los cultivos, controlar el uso de fertilizantes y pesticidas, y medir la calidad de las aguas.
- Reordenar los usos agrícolas y cultivos, actuando sobre el régimen concesional vigente, priorizando la agricultura sostenible y socialmente justa.
- Modificar el régimen económico y financiero de la Ley de Aguas, basándose en los principios de recuperación de costes y de “quien contamina, paga”. El objetivo debe ser incrementar el nivel de recuperación de las inversiones públicas, establecer tributos sobre ciertos usos de agua que generan presiones sobre el medio ambiente, e integrar los riesgos en las disponibilidades hídricas causados por el cambio climático, de modo que el coste del servicio permita cubrir los gastos derivados de la adecuación y modernización de las infraestructuras que habrán de realizarse en la próxima década.
- Aumentar la resiliencia de las explotaciones agrícolas para que puedan adaptarse mejor al cambio climático y el déficit hídrico, y recuperarse más rápidamente de situaciones adversas como las sequías. Para ello, habrá que fomentar la transformación de los cultivos y los sistemas de producción, mejorar la formación de la gestión agrícola, y crear los mecanismos financieros y de gobernanza adecuados.
- Poner en marcha una estrategia ambiciosa de restauración de ríos, acuíferos y otros ecosistemas acuáticos continentales, y fortalecer la red de reservas fluviales y otros espacios protegidos. Además, se han de impulsar medidas que incentiven que la devolución del agua a los cauces se realice con un nivel de calidad igual o incluso superior al que tenía cuando fue captada.
En definitiva habrá que replantear la forma en la que hasta ahora hemos gestionado este recurso. Habrá que impulsar el desarrollo de fuentes alternativas de abastecimiento, como la reutilización o desalinización a partir de energía renovable; reducir las pérdidas que se producen en la red de saneamiento y suministro; y garantizar unos elevados estándares de la calidad del agua.
El “agua renovable”, junto con un consumo más moderado, podrá ayudar a aliviar las presiones sobre los recursos hídricos en muchos territorios de nuestro país.
La menor disponibilidad de agua y el aumento de las temperaturas también traerán consigo la transformación de nuestros ecosistemas, alterando ciertos paisajes y destruyendo otros. En 2050, en España habrá más zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, y el área con alto riesgo de desertificación se incrementará considerablemente. En el norte, los bosques atlánticos de Galicia, Asturias o Cantabria empezarán a parecerse a los que hoy existen en la costa del Mediterráneo, y los dominios de tundra de los Pirineos se reducirán en un 90%.
Transformación del modelo productivo hacia la circularidad
España deberá iniciar una senda sostenible hacia una economía circular y neutra en carbono antes de 2050, con el objetivo de minimizar los impactos del cambio climático y transformar el modo en el que nos relacionamos con la naturaleza.
Entre los puntos medioambientales a desarrollar para las próximas décadas, el informe destaca el aumento de la resiliencia española ante la emergencia climática, recogido en la reciente Ley de Cambio Climático aprobada por el Congreso, y que urge la adaptación -con medidas contundentes- ante los riesgos emergentes naturales en los próximos años.
En este sentido, hay que aprovechar toda la riqueza en fuentes de energía renovable, electrificar el transporte, reinventar las cadenas de valor, replantear los usos del agua, reducir al mínimo los residuos generados, apostar por la agricultura ecológica e impulsar la fiscalidad verde.
También será necesario cambiar la movilidad y el transporte de bienes, para que en 2050 haya menos vehículos privados y más vehículos compartidos, más bicicletas y más transporte público, y acelerar la difusión del automóvil eléctrico, que será cada vez más económico y competitivo y que constituirá el grueso del parque móvil español a mediados de siglo.
Pero todo este desarrollo «verde» deberá hacerse en un tiempo récord, advierte el informe, sin reducir la competitividad de nuestra economía, y sin dejar a nadie atrás.
