El análisis de los anillos de los robles europeos ha mostrado que, a pesar de que en el pasado se vivieron grandes sequías, ninguna se puede comparar con las que hemos empezado a experimentar desde el 2015. Para los científicos, detrás se encuentran el cambio climático y las variaciones en las corrientes en chorro



Los datos meteorológicos no son las únicas evidencias que tenemos para afirmar que Europa se está convirtiendo en un continente cada vez más seco, ya que el análisis de los anillos de los árboles también puede ofrecer pistas de cómo han variado las condiciones climáticas durante los últimos siglos, incluso predecir cómo será nuestro futuro climático.
Para comprobar su potencial, un equipo internacional dirigido por la Universidad de Cambridge estudió las huellas químicas de los robles europeos para reconstruir el hidroclima de verano durante 2.110 años.
Gracias a esos datos, descubrieron que después de una tendencia de secado a largo plazo, las condiciones de sequía desde 2015 se intensificaron repentinamente, más allá de cualquier otro evento en los últimos dos mil años.
“Todos somos conscientes del cúmulo de veranos excepcionalmente calurosos y secos que hemos tenido en los últimos años, pero necesitábamos reconstrucciones precisas para ver cómo se comparan estos fenómenos con años anteriores”, explica Ulf Büntgen, investigador principal del artículo, profesor del departamento de Geografía de la Universidad de Cambridge y experto en dendrocronología.
La huella de los árboles
La mayoría de los estudios que intentan reconstruir climas pasados se limitan a la temperatura, pero los isótopos estables en los anillos de los árboles pueden proporcionar información anualmente y con fecha absoluta sobre los cambios hidroclimáticos durante largos períodos de tiempo.


Por ese motivo, el equipo analizó 27.000 ‘huellas’ químicas de 147 robles europeos de República Checa, Suiza y Alemania, tanto de especímenes vivos y muertos, así como, remanentes arqueológicos, materiales subfósiles (restos más recientes) y construcciones históricas hechas con este tipo de madera.
“Por lo general, nuestro conocimiento de anteriores sequías es peor conforme retrocedemos en el tiempo”, indica Büntgen. En este caso, los datos anteriores a la Edad Media resultan “vitales” porque permiten conocer las variaciones de sequías de esta época y su impacto en el funcionamiento y la productividad de ecosistemas y sociedades.
Para cada anillo de cada árbol, los investigadores extrajeron y analizaron los isótopos de carbono y oxígeno de forma independiente, lo que les permitió construir el conjunto de datos más grande y detallado de las condiciones del hidroclima de verano en Europa central desde la época romana hasta el presente.
«Estos isótopos estables de anillos de árboles nos brindan un archivo mucho más preciso para reconstruir las condiciones del hidroclima en áreas templadas, donde los estudios convencionales de anillos de árboles a menudo fallan», señala Jan Esper, coautor del estudio y profesor de la Universidad de Mainz, Alemania.
Los isótopos estables de los anillos de los árboles difieren de las medidas habituales de los anillos de los árboles del ancho y la densidad de la madera, ya que reflejan las condiciones físicas y las respuestas de los árboles en lugar del crecimiento neto del tallo.
«Si bien los valores de carbono dependen de la actividad fotosintética, los valores de oxígeno se ven afectados por la fuente de agua. Juntos, se correlacionan estrechamente con las condiciones de la temporada de crecimiento», explica Paolo Cherubini, profesor del Instituto Federal de Investigación WSL en Birmensdorf, Suiza, y coautor del estudio.
Dos mil años de datos
Los datos dendrocronológicos del estudio muestran que hubo veranos muy húmedos en los años 200, 720 y 1100 de la era actual, y épocas muy secas en el 40, 590, 950 y 1510 d.C. Aparte de estos años “fuera de lo ordinario”, la investigación indica que Europa es un continente cada vez más seco.
Pero las muestras del periodo 2015-2018, no obstante, evidencian que las condiciones de sequías de estos veranos superan a todo lo ocurrido en los 2.110 años anteriores.
“Hemos visto un aumento brusco [en la sequedad] tras siglos de un lento y significativo crecimiento, lo que resulta especialmente alarmante para la agricultura y la silvicultura”, afirma Mirek Trnka, coautor y miembro del Centro de Investigación CzechGlobe de Brno (República Checa). “El retroceso forestal sin precedentes en gran parte de Centroeuropa corrobora nuestros resultados”, continúa.
Los investigadores sugieren que este periodo anormal de sequías veraniegas se debe al calentamiento global antropogénico y a los cambios asociados en las corrientes en chorro. “El cambio climático no significa que todo vaya a ser cada vez más seco: algunos lugares pueden volverse más fríos o húmedos, pero las condiciones climáticas extremas serán cada vez más frecuentes”, concluye Büntgen.
