Japón sostiene que verter el agua utilizada en la refrigeración de la central nuclear de Fukushima al mar sigue siendo la solución más real al problema. Sin embargo, ante el aluvión de críticas, afirma que hará todo lo posible para abordar las dudas con el fin de eliminar las preocupaciones



Ha pasado más de medio año desde que el gobierno de Japón cerrase su decisión de verter al mar el agua utilizada en la central nuclear Fukushima Daiichi. Agua, utilizada durante tras el desastre y que lleva más de una década almacenada en enormes contenedores a la espera de que los que los radionucleidos que ha absorbido se eliminen por completo.
Durante estos meses, las críticas hacia la que parece ser la solución más realista del problema de almacenaje no se han hecho esperar. En más de una ocasión, tanto la operadora TEPCO (Tokyo Electric Power Company) como el gobierno han afirmado que, aunque vertiesen el agua de golpe el impacto en la salud sería minúsculo. Sin embargo, sobre todo aquellos que viven del mar piensan que no va a ser así.
En la actualidad hay más de 1,25 millones de toneladas de agua contaminada almacenada en las inmediaciones de Fukushima. Dentro de poco se agotará el espacio para seguir guardando más
Ante este escenario, el nuevo primer ministro de Japón, Fumio Kishida, aseguró que el gobierno hará lo que esté a su alcance para abordar las preocupaciones de que la eliminación del agua dañará la pesca local y otras industrias.
«Proporcionaremos una explicación sobre la seguridad (de la eliminación de aguas) desde un punto de vista científico y de transparencia con el fin de disipar varias preocupaciones», afirmó el primer ministro, cargo que ostenta desde hace dos semanas.


En este sentido, Japón solicitó en septiembre la asistencia de la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA) para garantizar que la descarga cumpla con los estándares de seguridad globales, incluido el tratamiento de las aguas residuales para que sus niveles de radiactividad estén por debajo de los límites legales.
Se trató del de la primera misión de la Agencia como parte de su asistencia de revisión y monitorización para apoyar a Japón antes, durante y después de la descarga de agua tratada. Según ha anunciado Fumio Kishida, ese momento llegará a partir de la primavera del 2023. «Siento firmemente que el problema del agua es crucial y no debe ser rechazado», afirmó.
Pocos efectos adversos
Un estudio realizado por los expertos de la Universidad de Estatal de Colorado y la Universidad de Georgia informa que el accidente nuclear de Fukushima provocó pocos efectos adversos para la salud en la vida silvestre expuesta a bajos niveles de radiación.
En concreto, el equipo de científicos estudió entre el 2016 y el 2018 especímenes de jabalíes, serpientes y ratas expuestas a una amplia variedad de radiación para ver cambios en los biomarcadores de daño y estrés en el ADN. Los autores apenas encontraron daños, adelantando además que uno de los principales radionucleidos liberados por el accidente había disminuido hasta en un 90% debido a su corta vida media en el momento de la realización del estudio.
“Si el jabalí estuviera estresado, veríamos que los telómeros se acortan. No vimos ningún cambio relacionado con la dosis de radiación, y tampoco lo vimos en las serpientes», comentó usan Bailey, autora principal del artículo.
Los investigadores también encontraron niveles más bajos de la hormona cortisol, un indicador principal de estrés, en los jabalíes que viven dentro de la Zona de Exclusión. Bailey dijo que este hallazgo está respaldado por el hecho de que las poblaciones de animales están prosperando en áreas donde los humanos no han regresado.
«Es similar a lo que están viendo en Chernobyl«, dijo la experta. «Los animales están floreciendo principalmente porque no hay gente alrededor y no experimentan el estrés relacionado que esto conlleva».
Por su parte, el coautor James Beasley apuntó a que este estudio será relevante para los humanos porque la fisiología humana no es tan diferente a la del jabalí: “Quizás las personas no deben tener tanto miedo de regresar».
