Madagascar se ha convertido en el primer escenario en el que el cambio climático en solitario ha sido capaz de causar una terrible hambruna por medio de la peor sequía en cuatro décadas. De cara a la COP26, el PMA pide inversión para ayudar a este país en cuestiones de adaptación hídrica



Madagascar, la cuarta isla más grande del mundo, posee un ecosistema único con especies de vegetales y animales que no se pueden encontrar en ningún otro lugar del planeta y que se han adaptado exitosamente a un gran contraste entre la estación seca y húmeda.
El problema es que las lluvias parecen haberse olvidado de caer en esta isla que, desde hace meses, arrastra una gran sequía -la peor en cuatro décadas- que ha llevado a más de un millón de personas a sufrir inseguridad alimentaria, según el Programa Mundial de Alimentos (PMA).
Se trata, además, de una situación de hambruna inusual porque, tradicionalmente, este estado se alcanzaba por la unión de distintos factores. Se ha visto ahora con la pandemia, pero también en otras situaciones donde los conflictos armados o la violencia desencadenan el hambre en puntos localizados del planeta.
Con la ausencia de estos agentes, el director ejecutivo del PMA, David Beasley, se aventuró a decir que se trataba de la primera hambruna causada por una sequía alimentada únicamente por cambio climático y, por lo tanto, señalando a este fenómeno mundial como responsable.


“Ha habido sequías consecutivas en Madagascar que han llevado a las comunidades al borde de la inanición, sin embargo, esta es distinta. El sufrimiento que se ve aquí no está causado por una guerra o un conflicto, esto se debe al cambio climático”, explicó David Beasley.
Si bien algunas comunidades no han tenido una temporada de lluvias adecuada durante tres años, la situación podría ser aún peor a 100 kilómetros de distancia de la capital, Antananarivo, donde el PMA y sus socios están apoyando a cientos de miles de personas a través de asistencia a corto y largo plazo.
En este sentido, el PMA está colaborando con socios humanitarios y el Gobierno de Madagascar para proporcionar dos tipos de respuesta a la crisis. Unas 700.000 personas están recibiendo ayuda alimentaria para salvaguardar sus vidas, incluidos productos complementarios para prevenir la malnutrición.
“El segundo es una respuesta a más largo plazo para permitir que las comunidades locales puedan prepararse, responder y recuperarse mejor de los impactos climáticos. Esto incluye proyectos relacionados con el agua”, destaca Alice Rahmoun, oficial de comunicaciones del PMA en la capital de la isla.
En la actualidad, el PMA necesita 78,6 millones de dólares para proporcionar alimentos ya no solo durante esta temporada de sequía, sino para otras futuras. Sin embargo, se trata de una cifra minúscula cuando se habla de soluciones de mitigación y adaptación al cambio climático, sobre todo para combatir otras hambrunas.
El sur de Madagascar, por ejemplo, probablemente necesitará sistemas de riego, junto con cultivos más tolerantes a la sequía y razas de ganado más resistentes. Y es poco probable que Madagascar, una de las naciones más pobres del mundo, pueda permitirse esas innovaciones por sí sola.
En poco más de una semana, los líderes mundiales se reunirán en Glasgow, Escocia, con motivo de la vigesimosexta Conferencia de las Partes (COP26), considerada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como la última oportunidad para “literalmente cambiar el rumbo” en un planeta enfermo.
El PMA pretende que esa reunión sirva de oportunidad para pedir a los gobiernos y donantes que “prioricen la financiación relacionada con los programas de adaptación climática, para ayudar a los países a construir un mejor sistema de gestión de riesgos, e incluso en Madagascar, para ayudar a construir un mejor sistema de gestión de riesgos»
“Si no se hace nada, el hambre aumentará exponencialmente en el en los próximos años debido al cambio climático”, concluyó Alice Rahmoun.
