Las escasas precipitaciones, los daños estructurales y la extracción excesiva por parte de los agricultores en apuros han ido vaciando el embalse de Al-Duwaysat, clave para la región de Idlib en el noroeste de Siria, dejándolo completamente seco por primera vez en sus 30 años de historia



No solo la guerra asola a la población siria. El cambio climático provocado por el hombre, responsable del aumento de la frecuencia de sequías e incendios forestales en todo el mundo, está provocando que Siria sufra uno de los años más secos y calurosos registrados después de las lluvias históricamente escasas del invierno pasado. Según la ONU, esta nación de Oriente Medio sufre la peor sequía en setenta años y gran parte de la población se enfrenta al colapso “inminente y total” de su acceso al agua y la producción de alimentos, un drama especialmente visible en la región de Idlib, en el noroeste del país, donde las escasas precipitaciones, los daños estructurales y la extracción excesiva por parte de los agricultores en apuros han vaciado por completo el embalse de Al-Duwaysat por primera vez desde su construcción hace tres décadas.
Según informa la AFP, el lecho expuesto del embalse está reseco en muchos lugares, dejando al la vista una extensión siniestra de tierra seca llena de grietas, botes de remos varados, cráneos de animales y árboles muertos. Aunque aun quedan algunos estanques poco profundos, alrededor de los cuales pastan pequeños rebaños de ovejas, la situación es tan crítica que se ha cortado por completo el suministro de agua proveniente de este embalses tanto para el consumo agrícola como para el humano. En este sentido, Idlib ha sido una de las regiones más azotadas por la enquistada guerra civil en la que está sumida Siria desde hace una década, por lo que cualquier problema hídrico afecta especialmente a los miles de desplazados internos que se encuentran en distintos campamentos de la provincia y su capital, del mismo nombre.
Según el Banco Mundial, el embalse tiene una capacidad de 3,6 millones de metros cúbicos y se utiliza principalmente para riego, aunque también es importante para el suministro de agua de las localidades vecinas. Sin embargo, «debido a la sequía y la escasez de lluvias, ahora podemos caminar sobre el fondo del embalse», asegura a AFP el ingeniero gerente Maher al-Hussein, que recuerda con melancolía que la presa estaba a plena capacidad hace apenas dos años.


El motivo de este descenso drástico está en las escasas precipitaciones del invierno pasado que ya dejaron el embalse a la mitad de su capacidad, pero el certificado de defunción se ha ido completando a lo largo del año, cuando todo el agua acumulada fue utilizada para riego por los agricultores que intentaban salvar sus cultivos. Además, los daños en la tubería principal que alimenta el agua del embalse a las redes de riego han provocado importantes fugas, lo que no solo ha contribuido a desperdiciar un agua escasa sino que ha reducido aún más el volumen que llega a los campos, dificultando la supervivencia de las más de 800 familias que dependen del embalse para sus negocios agrícolas.
«Durante 10 años hemos venido a este embalse», asegura el ganadero Abu Joumaa. «Si Dios no nos envía una buena lluvia que pueda llenar el depósito este año… la gente no podrá cultivar los cultivos de los que dependen para ganarse la vida», lamenta. De acuerdo a los datos proporcionados por Unicef, Oriente Medio es la que más escasez de agua sufre de todo el mundo: de los 17 países con más estrés hídrico, 11 se encuentran aquí, en la que cerca de 66 millones de personas de la zona carecen de saneamiento básico, y solo una proporción muy baja de aguas residuales es tratada de manera adecuada.
“La situación demanda que las autoridades de la región y los gobiernos donantes actúen rápidamente para salvar vidas en esta crisis, que se suma al conflicto, la covid-19 y el declive económico”, ha advertido el director regional de la ONG CARE Internacional, Nirvana Shawky, que recordó que la falta de agua en las presas de Oriente Próximo no solo supone un importante problema hídrico y alimentario sino que “impacta en otras infraestructuras esenciales, incluidas las instalaciones de salud”.
