El iceberg A68, desprendido de la Antártida en 2017, liberó 152.000 millones de toneladas de agua dulce, el equivalente a un cubo de la altura del Mont Blanc, cuando su cuerpo principal alcanzó aguas poco profundas tres años después



Un cubo de 5,3 por 5,3 kilómetros, cuya altura superaría la del Mont Blanc y se extendería por una amplia zona de la ciudad de Nueva York. Ese era el tamaño del iceberg A68, desprendido de la Antártida en 2017, cuando liberó 152.000 millones de toneladas de agua dulce en el mar antártico cuando su cuerpo principal alcanzó aguas poco profundas en Georgia del Sur, tres años después. Un derrame masivo de agua dulce en un entorno marino que podría tener conecuencias indeseadas en la fauna y flora de esta islas cercanas al continente antártico, un santuario de vida silvestre en el océano austral.
Así se pone de manifiesto en un artículo publicado en Remote Sensing of Environment, que describe cómo los investigadores del Centro de Observación y Modelado Polar del Reino Unido y el British Antarctic Survey combinaron mediciones de diferentes satélites para trazar cómo A68 cambió en área y grosor a lo largo de su ciclo de vida. Y es que, cuando se generó, el iceberg tenía una superficie de más del doble del tamaño de Luxemburgo, lo que lo convertía en una de las masas de hielo de este tipo más grandes jamás registradas.
El viaje del iceberg A68
En concreto, el viaje del iceberg A68 se cartografió utilizando observaciones de cinco misiones satelitales diferentes. Para rastrear cómo cambió el área del gigantesco bloque de hielo, utilizaron imágenes ópticas de la misión Copernicus Sentinel-3 y del instrumento MODIS en la misión US Terra, junto con datos de radar de la misión Copernicus Sentinel-1. Mientras que las imágenes de radar Sentinel-1 ofrecen capacidad para todo clima y una resolución espacial más alta, las imágenes ópticas MODIS y Sentinel-3 tienen una resolución temporal más alta pero no se pueden usar durante la noche polar y en días nublados.


Para medir los cambios en el francobordo del iceberg, que denomina la altura del hielo sobre la superficie del mar y es clave para calcular el espesor de todo el bloque de hielo, utilizaron datos de la misión CryoSat de la ESA y de la misión ICESat-2 de EE.UU. Todas estas medidas juntas permitieron a los científicos calcular cómo cambió el volumen del iceberg y, por lo tanto, cuánta agua dulce liberó.
«Nuestra capacidad para estudiar cada movimiento del iceberg con tanto detalle se debe a los avances en las técnicas satelitales y al uso de una variedad de mediciones. Los satélites de imágenes registran la forma del iceberg y los datos de las misiones de altimetría como CryoSat agregan otra dimensión importante al medir la altura de las superficies, lo cual es esencial para calcular los cambios de volumen», ha explicado Tommaso Parrinello, Gerente de Misión CryoSat de Agencia Espacial Europea.
Un viaje corto
El estudio revela que el iceberg A68 chocó solo brevemente con el fondo del mar y se rompió poco después, lo que lo hizo menos peligrosos en términos de bloqueo. En concreto, cuando llegó a las aguas poco profundas alrededor de Georgia del Sur, la quilla del iceberg se había reducido a 141 metros por debajo de la superficie del océano, lo suficientemente poco profundo como para evitar el lecho marino que tiene alrededor de 150 metros de profundidad.


Si la quilla de un iceberg es demasiado profunda, puede atascarse en el fondo del mar. Esto puede ser disruptivo de muchas maneras; las marcas de socavación pueden destruir la fauna, y el propio témpano puede bloquear las corrientes oceánicas y las rutas de alimentación de los depredadores. Sin embargo, un efecto secundario del derretimiento del iceberg A68 fue la liberación de una colosal cantidad de 152.000 millones de toneladas de agua dulce cerca de Georgia del Sur, una perturbación que podría tener un profundo impacto en el hábitat marino de la isla.
Cuando los icebergs se desprenden de las plataformas de hielo, se desplazan con las corrientes oceánicas y el viento, liberando agua de deshielo fresca y fría y nutrientes a medida que se derriten. Este proceso influye en la circulación oceánica local y fomenta la producción biológica alrededor del iceberg, pero también es muy disruptivo para las especies ya existentes, acostumbradas al agua salada.
