Unicef ha advertido esta semana de que millones de personas en Libia, entre ellos cientos de miles de niños en situación vulnerable, corren el riesgo de perder el suministro de agua como consecuencia de los continuos ataques a las instalaciones críticas del país



Casi siete años después del comienzo de la guerra civil en Libia, el agua potable parece estarse convirtiendo en una de las víctimas más importantes de un conflicto que parece no tener fin. Este país del norte de África, inmerso en una lucha fracticida desde que los grupos que propiciaron la caída de Muamar el Gadafi comenzaron a enfrentarse por el control gubernamental y militar en 2014, es actualmente el vigésimo con mayor estrés hídrico del mundo, un problema estructural que sin embargo palidece en comparación con el gran reto coyuntural que enfrenta el suministro de agua libio: los continuos ataques a infraestructuras críticas. Esta misma semana, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) ha vuelto a alertar de que millones de personas, entre ellos miles de niños, corren el riesgo de perder el acceso al vital líquido por la inseguridad que afrontan sus instalaciones de tratamiento y depuración.
Durante los últimos años, los repetidos ataques a los sistemas de ríos artificiales que proporcionan alrededor del 60% del agua de toda Libia provocaron la pérdida de servicio de unos 190 pozos, llevando a este sector vital al borde del colapso. El último se produjo el pasado jueves, cuando los responsables de una de las principales estaciones de este sistema, llamado Gran Proyecto de Río Artificial (GMMRP por sus siglas en inglés), informaron que en la ruta oriental del sistema de Hassawna fue objeto de vandalismo, afectando al suministro de agua en cuatro ciudades importantes, entre ellas Misrata y otras zonas circundantes.
Ante esta situación, Unicef ha advertido de que estos actos de vandalismo tienen un enorme impacto sobre una población que está ya muy castigada por la guerra y la inseguridad. Y es que los ataques no solo impiden el acceso al agua segura y potable para los niños y sus familias, sino que aumentan la probabilidad de propagación de las enfermedades transmitidas por el agua, incrementando los problemas de salud e higiene de la población y agrandando el riesgo de epidemias y de propagación de enfermedades transmisibles.
It was reported that a main station of the man-made river at the eastern track of #Hassawna system was vandalized on Thursday, affecting the water supply to four main cities, #BaniWalid, #Misrata, #AlKhums, #Zliten and other surrounding areas. pic.twitter.com/hWiIi2cC2u
— UNICEF Libya (@UnicefLibya) August 1, 2021
«Cuando se corta el acceso al agua, los niños suelen verse obligados a depender de fuentes inseguras. Esto aumenta el riesgo de contraer enfermedades, especialmente en los niños más pequeños», ha explicado Cristina Brugiolo, representante especial adjunta de Unicef en Libia. Pero los repetidos ataques a los principales sistemas de abastecimiento de Libia no solo ponen en peligro la vida de los más pequeños, sino que amenazan la seguridad hídrica de todo el país y ponen a millones de vidas en riesgo inmediato de perder el acceso al agua potable. En total, según los cálculos de la organización, más de 4 millones de personas se enfrentarán a problemas de agua inminentes si no se encuentran e implementan soluciones inmediatas.
Libia era uno de los principales focos del informe de Unicef Water Under Fire Volumen 3: Ataques a los servicios de agua y saneamiento en conflictos armados y los impactos en los niños, que a finales de mayo buscaba llamar la atención sobre los nueve países en guerra de Oriente Medio, África, Asia y Europa donde se estima que casi 48 millones de personas, incluidos los niños, necesitan urgentemente servicios de agua potable y saneamiento. El documento alertaba de que en los lugares que sufren un conflicto armado, como el país norafricano, los niños menores de cinco años tienen 20 veces más probabilidades de morir debido a enfermedades diarreicas que a la violencia. De hecho, la mayoría de los niños que crecen en estos contextos extremadamente inseguros y frágiles a menudo tienen una situación más de ocho veces peor en los indicadores de agua, saneamiento e higiene que los niños nacidos en ambientes estables y protegidos.
Un problema exacerbado por la guerra
Según apuntaba Unicef en su anterior alerta sobre la situación hídrica en Libia, lanzada a finales del pasado febrero, la prolongada crisis de seguridad provocada por la guerra ha dejado al sector del agua frente a grandes desafíos, lo que ha provocado una importante caída de los servicios. Y la díficil situación no se debe solo a los ataques concretos contra instalaciones, por mucho que éstos tengan gran parte de la culpa: de acuerdo a lo que dice esta agencia de la ONU, la falta de presupuestos necesarios para la compra de equipos, materiales operativos y repuestos para el mantenimiento periódico también tiene una parte importante de la culpa. Además, los proveedores también tienen dificultades para abrir créditos bancarios en moneda fuerte para importar equipos de fuera del país.
Es más, la Compañía General de Agua y Saneamiento, empresa pública que gestiona el agua en Libia, ha alertado en repetidas ocasiones del deterioro de la red de agua, que está provocando la pérdida de grandes cantidades de agua, que algunas zonas llega hasta el 50%. En el sector de saneamiento, solo el 45% de los hogares e instituciones están conectados a la red pública; el resto están conectados a fosas negras, lo que conduce a la contaminación de los depósitos de agua subterránea. Además, la mayor parte de las aguas residuales se vierten directamente al mar sin tratamiento, lo que tiene un impacto negativo en el medio ambiente y la vida marina.


Por otro lado, las plantas desaladoras que proporcionan la única fuente de agua que no llega de ese sistema de ríos artificiales, adolecen de la falta de equipos necesarios para realizar el mantenimiento y de productos químicos para sustentar las operaciones, lo que disminuye su eficiencia operativa. Por ejemplo, la planta de Bomba Bay quedó completamente fuera de servicio, privando a más de 63.000 personas que viven en cinco ciudades (Al-Tamimi, Bambah, Ras al-Tin, Umm al-Razm, Murtaba y la costa este de Derna) del acceso al agua potable.
Esto tiene lugar en el contexto de la crisis de liquidez imperante que ha ejercido una presión adicional sobre la capacidad financiera de las familias para permitirse comprar agua en camiones y, por lo tanto, ha aumentado su carga económica. Además, las 7 plantas restantes que suministran agua a las ciudades de Abu Trabah, Sousa, Derna, Tubrok, Zletin, Alzawya y Zwara están funcionando al 28% de su eficiencia de diseño y también se estropearán si no se lleva a cabo una intervención inmediata.
Según apunta la investigadora libia Malak Altaeb en un artículo académico publicado en Arab Reform Initiative, «lo que encontramos es que la crisis del agua en Libia, como las crisis del agua en todo el mundo, no se debe a la escasez, sino a la gobernanza política y la mala gestión«, que se ha visto exacerbada con la guerra. Sin embargo, tal y como advierte Unicef, sin el apoyo de la comunidad internacional, el problema del agua en Libia podría empeorar mucho en los próximos meses y causar serios problemas a millones de personas extremadamente vulnerables.
Para proteger con urgencia a los niños en situaciones de conflicto y garantizar el acceso a agua potable y en cantidad suficiente, Unicef reclama a la comunidad internacional diversas acciones inmediatas, todas ellas basadas en la actual legislación internacional sobre conflictos que se recoge principalmente en la Convención de Ginebra
- Todas las partes en conflicto deben detener de inmediato los ataques contra el personal y los servicios de agua y saneamiento, y cumplir con sus obligaciones de proteger a los niños en los conflictos, incluida la protección de la infraestructura de agua y saneamiento.
- Los Estados, incluidos los miembros del Consejo de Seguridad, deben adoptar medidas más firmes para exigir responsabilidades a los autores de estos ataques.
- Los donantes deben invertir en agua y saneamiento en situaciones de conflicto, ya que es la primera línea de defensa contra las enfermedades transmisibles.
- El público general debe unirse a este llamado a la acción para poner fin a los ataques contra los niños en conflicto y sumar su voz para proteger la infraestructura de agua y saneamiento en todo el mundo.
