Los microplásticos, que se producen por la degradación de plásticos más grandes, son un gran problema ambiental y pueden suponer riesgos para la salud, pero el gran control que se ejerce sobre el agua de consumo imposibilita casi por completo que este contaminante llegue a nuestros grifos



Los plásticos han hecho nuestra vida más fácil en muchos aspectos, pero nuestra dependencia de este material supone también un grave problema para el medio ambiente. El modelo de producción lineal que aún persiste en casi todo el mundo provoca que cada año lleguen trece millones de toneladas de este derivado del petróleo al mar, de los cuales el 94% son microplásticos. Está más que demostrado que, estos contaminantes diminutos, que se definen según la Agencia Europea de Químicos como «cualquier polímero sintético que no esté en estado líquido o gaseoso y con un tamaño inferior a los 5mm», provocan graves consecuencias para la biodiversidad y el mantenimiento de los ecosistemas. Ante esta situación, y aunque aún no están nada claros sus efectos sobre la salud humana, los operadores de agua en España llevan años trabajando para poder detectarlos y eliminarlos.
Lo que sí está claro es que, a día de hoy, el agua de consumo es una de las vías de exposición a microplásticos más controladas y de menos impacto para la población, por lo que beber agua del grifo sigue siendo una actividad totalmente segura. Así lo han puesto de manifiesto los diferentes expertos que han participado este martes en la sesión online “Microplásticos en aguas: situación actual”, organizada por la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento (AEAS).
En ella, han participado figuras de gran relevancia en la investigación relacionada con la gestión del agua urbana en España: Miquel Paraira, director de calidad del agua de Aigües de Barcelona; Alfonso González del Rey, subdirector de Calidad de las Aguas del Canal de Isabel II; Manuel Borrego, jefe de Laboratorio en Aguas de Sevilla (EMASESA); Antonio Rosado, químico y jefe de Laboratorio en EUROFINS-IPROMA; y Rafael Marín, jefe del servicio de Control de Calidad en Empresa Municipal de Aguas de Córdoba (EMACSA).
Precisamente este último ha sido el que ha incidido en un dato especialmente relevante: en las Estaciones de Tratamiento de Agua Potable (ETAP) «se elimina más del 99,99% de las partículas de microplásticos presentes en las aguas brutas«. Esto quiere decir que, según sus estimaciones sobre la concentración de microplásticos en aguas de consumo, los que potencialmente podrían ingresar en el organismo por consumo de agua «significan menos del 0,00001% con respecto al aporte de la dieta diaria.»
En el mismo sentido se ha manifestado Miquel Paraira, que ha recordado que beber agua del grifo «es mucho más seguro» que consumir el resto de alimentos estudiados en la bibliografía actual sobre microplásticos, que van desde las aguas embotelladas a la cerveza pasando por la sal o la miel. Además, los estudios que ha dirigido, centrados en la ciudad de Barcelona, «no han encontrado ninguna relación entre el porcentaje de microplásticos por litro y el porcentaje de polietileno que tienen las tuberías». Tampoco hay aumento de la presencia de estos contaminantes si se aumentan las distancias con la ETAP, lo que significa que «el viaje del agua tampoco es un factor de riesgo» en la generación de microplásticos.


A pesar de esta falta de riesgos para la salud humana, los participantes en el seminario han recordado que los operadores de agua están realizando varias investigaciones en este sentido, ya que su prioridad es «la salud del consumidor, valorando constantemente el potencial riesgo asociado a diferentes contaminantes en aguas de consumo». Por eso, tal y como ha explicado Antonio Rosado, a las técnicas actuales de detección de microplásticos por infrarrojos se les va a sumar muy pronto innovaciones como la pirólisis, que permite detectar partículas de plástico aún más microscópicas.
Un problema de economía circular
«Los principales agentes que emiten microplásticos son objetos cotidianos como bolsas domésticas de basura, prendas de vestir sintéticas, cepillos dentales, pinturas y accesorios, toners de impresora o neumáticos, aunque también juegan un papel importante los lixiviados agrícolas o la escorrentía de tormentas en las ciudades», ha explicado Manuel Borrego, que considera que los operadores de agua deben cumplir un importante papel a la hora de evitar que estos contaminantes lleguen a los océanos. Al fin y al cabo «el 95% de los microplásticos se eliminan de los efluentes de las estaciones depuradoras de aguas residuales (EDAR)«, por lo que una buena gestión de las aguas residuales es un elemento clave para acabar con esta lacra ambiental.
«Los microplásticos son más un problema ambiental global que exige avanzar en economía circular, y por eso la comunidad científica aconseja la reducción voluntaria de estos productos en preparados comerciales», ha asegurado Rafael Marín, que también ha incidido en que se debe pedir «a la industria de los plásticos, tanto en producción como en la manufactura de los productos terminados, responsabilidad sobre la problemática de los microplásticos«.


En este sentido, la UE ha adoptado una estrategia de economía circular que tiene como uno de sus principales objetivos el reducir los plásticos, un proyecto que puede ser clave para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Los ejes centrales de este plan, que quiere pasar en Europa de un modelo lineal a un modelo circular, es establecer un plazo para que todos los envases de plástico sean reutilizables o al menos fácilmente reciclables, además de patrones de consumo más sostenibles. Una estrategia que invita al optimismo ya que, según ha añadido Borrego «de este modo, la filtración al medio ambiente de plásticos y microplásticos disminuirá, esperemos que drásticamente».
En cualquier caso, la Directiva UE 2020/2184 sobre calidad de las aguas de consumo humano va a incluir los microplásticos en su lista de observación, debiendo establecerse un método estandarizado de análisis por parte de la Comisión Europea antes de enero de 2025, que permita evaluar su presencia en los recursos acuáticos de la UE. Una obligación futura a la que muchos operadores privados y públicos en España ya se han adelantado, liderando en gran medida los esfuerzos de investigación para mejorar su detección en aguas de consumo y residuales e incluso desarrollando metodologías que permiten identificar y cuantificar microplásticos en el agua de manera rápida, eficaz y económica.
