La falta de nieve amenaza el agua del Oeste americano

La falta de nieve amenaza el agua del Oeste americano

La falta de nieve amenaza el agua del Oeste americano

Un nuevo estudio asegura que en las próximas décadas se reducirá considerablemente la cantidad de nieve que cae en el Oeste de Estados Unidos, especialmente en la zona de las Montañas Rocosas, lo que podría empeorar los incendios forestales y limitar la disponibilidad de agua potable


Nicolás Pan-Montojo
Madrid | 7 enero, 2022


Cualquier aficionado al western sabe que este género de cine no es solo desiertos, cañones y praderas: también hay mucha nieve. Desde clásicos como Duelo en alta sierra (Sam Peckinpah; 1962) y Jeremiah Johnson (Sidney Pollack; 1972) hasta grandes éxitos contemporáneos como Los odiosos ocho (Quentin Tarantino; 2015), ha habido muchos pistoleros que han atravesado las tierras fronterizas del Estados Unidos decimonónico mientras están cubiertas de un manto blanco. Y es que, en el Oeste de Estados Unidos, la nieve es una constante: desde las primeras sierras de California hasta los Grandes Lagos, los meses que van de diciembre a marzo suelen ser sinónimo de nevadas.

Sin embargo, esta situación podría cambiar muy pronto. Según un artículo publicado recientemente en la revista científica Nature Reviews Earth and Environment, los inviernos sin nieve empezarán a ser una constante en las próximas décadas en muchos estados de las Montañas Rocosas habituados a estas precipitaciones, como Utah, Colorado o Wyoming. De hecho, debido al cambio climático, las áreas montañosas de estas regiones ya han visto disminuir su capa de nieve en un 20% desde la década de 1950, una tendencia que se está acelerando y podría significar la pérdida de otro 50% en los próximo 30 a 60 años, según los autores del estudio, pertenecientes al laboratorio climático de la Universidad de Berkeley (California).

Oeste nieve
Una escena de ‘Los Odiosos Ocho’, western que se desarrolla íntegramente en una tormenta de nieve. |

Para llegar a estas conclusiones, las investigadores crearon modelos que clasifican el grado de pérdida de nieve en cuatro regiones montañosas del Oeste estadounidense. Gracias a ellos, se pudo comprobar que los eventos episódicos de poca o ninguna nieve, que ocurren cuando al menos la mitad de la cuenca de una montaña experimenta poca o ninguna nieve durante cinco años consecutivos, eran cada vez más probables a medida que pasaban los años. Para 2047 se espera que esta situación sea la habitual en Sierra Nevada (California), mientras que en el noroeste del Pacífico habrá que esperar a principios de la década de 2060 y en el Alto Colorado a finales de 2070.

Eso sí, los modelos hacen estas predicciones para un escenario en el que el mundo no logra reducir sus emisiones de efecto invernadero. Y es que el motivo de la escasez de nieve en el Oeste norteamericano no es otro que el calentamiento global, que está aumentando las temperaturas y cambiando los patrones de precipitaciones en la zona hasta el punto que cada vez es más posible que zonas acostumbradas a las nevadas pasen ahora años sin ver un solo copo. Y la principal consecuencia, más allá de los problemas que puede plantear a los ecosistemas locales, está en el agua, ya que aproximadamente el 75% del líquido elemento utilizado en el oeste de los EEUU proviene del deshielo. Por ejemplo, el río Colorado, que abastece de agua potable a más de 40 millones de personas, se alimenta casi exclusivamente de la nieve fundida de las Rocosas.

Adaptarse a un futuro más seco

Al menos, los autores ofrecen en el artículo posibles soluciones a esta situación, sugiriendo formas en que los administradores del agua pueden adaptarse a un futuro más seco y a problemas de suministro de agua cada vez más críticos. Una de las medidas que sugieren es expandir el uso de pronósticos meteorológicos e hidrológicos para liberar o almacenar agua de manera selectiva -lo que facilitaría el control de inundaciones y sequías-, pero también apuntan a la necesidad de recargar a propósito los acuíferos para mejorar la situación del agua subterránea. También apuntan a innovaciones como la reutilización, que podría suplir en parte la falta de nieve gracias a una mayor circularidad del agua.

«Los cambios en la cantidad de nieve socavan las prácticas convencionales de gestión del agua en Estados Unidos, pero a través de la implementación proactiva de estrategias de adaptación blandas y duras existe el potencial de desarrollar resiliencia a condiciones extremas, episódicas y, eventualmente, persistentes de poca o ninguna nieve», aseguran los autores del estudio. “El punto principal es tratar de ser proactivo en lugar de reactivo», concluyen.

Oeste nieve
El calor provocó que hubiera incendios en las cercanías de Denver (Colorado) a finales de diciembre, cuando todo debería estar nevado. | EFE/Ray Stubblebine

En cualquier caso, aunque el estudio se centra en proyecciones de futuro, lo cierto es que no hace falta esperar décadas para ver los efectos de la falta de nieve. En las Montañas Rocosas y California el último otoño ha sido extremadamente cálido y seco. En ciudades como Denver o Salt Lake City no nevó absolutamente nada hasta noviembre, batiendo en el caso de la ciudad de Colorado un récord nunca antes visto: incendios en pleno mes de diciembre, una época en la que la nieve lo suele cubrir todo. De hecho, las estaciones de esquí de este estado, tradicionalmente capital de los deportes de invierno, han tenido que retrasar su apertura porque las temperaturas eran demasiado altas incluso para producir nieve falsa. La mítica «blanca Navidad» estadounidense, de hecho, no ha sido tal este año. 

Pero, sobre todo, esta situación provoca que la crisis hídrica también se empiece a hacer patente. En el centro de la región está el lago Mead, una de las represas más grandes de Estados Unidos que se formó mediante la construcción de la presa Hoover en la década de 1930 y es uno de los varios reservorios artificiales que almacenan agua para el suministro doméstico, riego para granjas y energía hidroeléctrica en los estados de Arizona, California, Colorado, Nevada, Nuevo México, Utah, Wyoming y también partes de México. En concreto, los niveles de agua en este embalse y el lago Powell, las dos presas más grandes del río, han estado cayendo durante años y más rápido de lo que predijeron los expertos: la última vez que ambos estuvieron cerca de estar llenos fue hace dos décadas y, desde entonces, gran parte del suroeste se ha visto envuelto en una sequía que, según los científicos del clima, rivaliza con algunas de las más prolongadas y graves de los últimos 2.000 años.

Innovación frente a la sequía

En este sentido, la responsabilidad no está solo en la menor cantidad de nieve, sino también en el aumento de las temperaturas, que han reducido la cantidad de agua que fluye desde las Montañas Rocosas, donde el río se origina antes de serpentear 1.450 millas al suroeste, hacia el Golfo de California. “Estamos en un momento en el que estamos considerando cómo continuamos prosperando con menos agua, y es muy doloroso”, explica a NPR Sarah Porter, directora del Centro Kyl para Políticas del Agua en la Universidad Estatal de Arizona.

Es más, aunque en teoría el lago Mead y el lago Powell podrían rellenarse apoyándose en los acuíferos de la zona, “sería más prudente planificar un futuro más cálido y seco con menos agua de río”, augura Porter. Un reto en el que deberán jugar un importante papel las nuevas técnicas de aprovechamiento y reutilización del agua: como demuestra la vecina California, la innovación puede ser una importante solución a nivel de adaptación hídrica y mitigar también en parte los efectos más perjudiciales del cambio climático.

Las líneas marcan el antiguo nivel de agua del lago Mead (Colorado).

En la actualidad, la cantidad de agua reutilizada en este estado ronda aproximadamente los 880 hectómetros cúbicos de agua residuales municipales reutilizadas al año. Sin embargo, esa cifra se torna escasa ante el nuevo escenario que presenta el cambio climático, que cristaliza en crisis como la del río Colorado, y la expansión demográfica de la región que harán que se requiera una mayor cantidad de agua destinada para el uso humano. De hecho, allí ya hay proyectos que buscan desarrollar la reutilización potable directa de agua para el año 2023, lo que, en palabras del diputado californiano Bill Quirk, convertirá a la región en una de las pioneras del uso de agua regenerada altamente purificada para el abastecimiento de consumo humano.

«Las próximas décadas deben ser un momento decisivo, hay que ponerse manos a la obra con alianzas entre investigadores, gestores y legisladores para abordar estos desafíos», asegura al medio estadounidense Grist Paul Brooks, hidrólogo de la Universidad de Utah. Porque no solo están en riesgo los espectaculares paisajes nevados de muchos míticos westerns, sino también el modo de vida de los millones de estadounidense que habitan este territorio que una vez concentró todos los sueños fronterizos de la sociedad occidental.



Se adhiere a los criterios de transparencia de

Archivado en:
Otras noticias destacadas