En el Día Internacional para la Reducción del Riesgo de Desastres ponemos el foco en la importancia de gestionar riesgos antes de tener que gestionar crisis, en un planeta en el que el cambio climático ya está multiplicando los eventos extremos



El pasado año se produjeron 432 catástrofes naturales en el planeta con unos daños económicos que ascendieron a 252.000 millones de dólares. El 40% de los desastres ocurrieron en Asia y el 44% estuvieron relacionados con inundaciones. El cambio climático está multiplicando los eventos extremos y, según el Informe de Evaluación Global 2022 de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR), en 2030 se rozarán los 600 desastres de mediana o gran magnitud al año.
Cada 13 de octubre se celebra el Día Internacional para la Reducción del Riesgo de Desastres que representa una oportunidad para reconocer los avances logrados hacia la prevención y la reducción del riesgo de desastres y repasar los retos pendientes ante estos eventos que suponen la tragedia de pérdida de vidas, medios de sustento, economías e infraestructuras básicas.
Este año, el día se centrará en la meta 7 del Marco de Sendai: «Incrementar considerablemente la disponibilidad de los sistemas de alerta temprana sobre amenazas múltiples y de la información y las evaluaciones sobre el riesgo de desastres transmitidas a las personas, y el acceso a ellos, para 2030». La necesidad urgente de alcanzar este objetivo se vio reforzada en marzo de 2022 con el anuncio realizado por el secretario general de la ONU, António Guterres, de que «las Naciones Unidas encabezarán una nueva acción para garantizar que cada persona de la Tierra esté protegida por sistemas de alerta temprana en un plazo de cinco años«.
Los sistemas de alerta temprana son una condición indispensable para la reducción efectiva de los riesgos de desastre y la adaptación al cambio climático. Estar preparados y ser capaces de reaccionar en el momento oportuno y en el lugar adecuado puede salvar muchas vidas y proteger los medios de subsistencia de las comunidades de todo el mundo. Por ello, es crucial invertir en estos sistemas para conseguir una cobertura global.
¿Qué es el Marco de Sendai?
La ONU adoptó en 2015 el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015-2030, que con siete metas 38 indicadores pretende reducir de forma sustancial el riesgo de los desastres naturales y las pérdidas ocasionadas por los ellos.
El Marco de Sendai, instrumento sucesor del Marco de Acción de Hyogo, se focaliza en la gestión del riesgo de desastres, en vez de en la gestión de los desastres. Este cambio de paradigma prima la prevención, la gestión del riesgo y no la gestión de crisis, para evitar las muertes y los efectos económicos posteriores. El Marco urge a los países, antes de 2030, a mejorar la resiliencia de las comunidades, aumentar el conocimiento científico y la alerta temprana e incrementar la preparación de la población ante los desastres para, en definitiva, prevenir en vez de lamentar.
La celebración de este día mundial en 2022 se lleva a cabo durante la revisión de mitad de período de la aplicación del Marco de Sendai, la cual concluirá con una declaración política en una reunión de alto nivel de la Asamblea General de las Naciones Unidas en mayo de 2023.
El agua, la mayor fuente de riesgos
Si hay un protagonista dentro de los desastres naturales, ese es el agua. Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), el líquido elemento fue el ingrediente principal de mayores fenómenos extremos que afectaron a la humanidad en los últimos 50 años, con las sequías y las inundaciones encabezando la lista.
Los peores desastres que supusieron las pérdidas humanas más graves entre el 1970 y el 2019 fueron las sequías, con 650.000 muertos, las tormentas 577.232 muertos, las inundaciones con 58.700 muertos y las temperaturas extremas 55.736 muertos. Mientras, que las tormentas y las inundaciones fueron los más devastadores a nivel económico, causando 521.000 millones de dólares y 115.000 millones respectivamente.


Con frecuencia se dice que «los desastres no son naturales» y es que la mayoría de las veces la naturaleza causa desastres debido a la malas prácticas que hacemos los humanos del medio que nos rodea. El urbanismo desmedido, usurpando cauces naturales del agua, y la mala planificación de los núcleos urbanos y el litoral provocan la mayoría de las inundaciones. Si podemos reducir la vulnerabilidad de las comunidades haciéndolas más resilientes y mitigando los efectos previsibles, conseguiremos que las amenazas naturales, incluidos los fenómenos meteorológicos extremos, no se conviertan en desastre.
Las soluciones de ingeniería hidráulica, desde la construcción de barreras de contención a tanques de tormenta o parques inundables, son básicas para avanzar en el camino de la prevención, sobre todo en combinación con sistemas de alerta temprana avalados por la ciencia y una adecuada información a la población.
Un escudo contra el agua
En tiempos de calma, la Marjal en Alicante funciona como un espacio verde que cualquiera que lo desee puede visitar y disfrutar, pero cuando las lluvias extremas desembarcan, esta infraestructura funciona como un escudo que protege a los habitantes de la ciudad de las temibles inundaciones.
Su eficacia se ha mostrado en diversas ocasiones, pero la del episodio de agosto del 2019 fue la más sorprendente. En aquel mes, en solo unas horas cayó un tercio del agua acumulada que registra la ciudad en todo un año. Cualquier otro sistema se hubiese visto comprometido, pero La Marjal actúo como debía, almacenando 22.000 metros cúbicos de agua, que es el equivalente a unas 12 piscinas olímpicas de dos metros de profundidad.
Sin la retención de semejantes cantidades de agua seguramente que Alicante se hubiese transformado en una ciudad distinta a la que acostumbramos a ver, con calles llenas de agua y miles de euros en daño que, posiblemente, hubiesen dejado cicatrices en la metrópoli y en la mente de sus habitantes.
Los más vulnerables
Los desastres ya están obstaculizando los esfuerzos globales para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Naciones Unidas alerta de que los países más pobres, donde más dificultades hay para alcanzar las metas de la Agenda 2030, son los más afectados por desastres naturales causados por el cambio climático. Paralelamente son los que menos contribuyen a las emisiones de carbono pero no están recibiendo la ayuda necesaria para hacer frente a la emergencia climática.
La cantidad de fondos necesarios para los llamamientos humanitarios de la ONU para emergencias relacionadas con fenómenos meteorológicos extremos, como las inundaciones o las sequías, ha aumentado en un 800% en los últimos 20 años, según el informe Pendiente de pago publicado por Oxfam Intermón.


En concreto, el estudio advierte que el promedio anual de fondos solicitados a través de llamamientos humanitarios relacionados con fenómenos meteorológicos extremos se ha elevado a 15.500 millones de dólares (unos 14.400 millones euros) entre 2019 y 2021, cuando entre 2000 y 2002 fue de al menos 1.600 millones de dólares (cerca de 1.500 millones de euros). El aumento exacto es del 819%.
Naciones Unidas insiste en que asegurar una mejor coherencia e implementación del nexo de desarrollo humanitario porque a pesar de nuestros esfuerzos, la creación de riesgos está superando a la reducción de riesgos. «Necesitamos intensificar urgentemente la cooperación internacional para la prevención y la reducción del riesgo de desastres en los países y para las comunidades más vulnerables, incluidas las mujeres y las niñas, las personas con discapacidad, los pobres, los marginados y los aislados», reclama la la vicesecretaria general de la ONU, Amina Mohammed.
Siete metas mundiales de Sendai
A. Reducir la tasa de mortalidad por 100.000 habitantes a causa de desastres.
B. Reducir el número de personas afectadas por 100.000 habitantes a causa de desastres.
C. Reducir las pérdidas económicas en relación al PIB mundial
D. Reducir los daños en las infraestructuras vitales y la interrupción de los servicios básicos, aumentando la resiliencia de instalaciones sanitarias y educativas
E. Incrementar el número de países que cuentan con estrategias de reducción del riesgo de desastres a nivel nacional y local para 2020
F. Mejorar la cooperación internacional para los países en desarrollo
G. Incrementar la disponibilidad de los sistemas de alerta temprana sobre amenazas múltiples y aumentar la información sobre el riesgo de desastres trasmitida a la población.
