El Reino Unido ha sufrido uno de sus peores meses de febrero como consecuencia de las inundaciones ocasionadas por cuatro violentas tormentas. Mientras sus habitantes luchan por sobrevivir, el gobierno mira desde la distancia hacia otro lado, poniendo de manifiesto la apatía de su primer ministro y la necesidad de un cambio urgente en materia de adaptación



No suena el despertador, pero aun así te despiertas en medio de la noche movido por la escalofriante sensación de que algo extraño ocurre en tu casa. La oscuridad baña cada rincón de la estancia donde estás, acompañado de una atmósfera fría y desconcertante. Sin saber qué sucede, te armas de valor y decides abandonar la seguridad de tu cama para investigar el motivo de esta inusual situación.
A los pocos segundos comprendes que no estás solo en la casa. Un extraño ha violado la seguridad de tu hogar y destruido todo lo que ha visto a su paso. No puedes hacer nada, ni llamar a la policía. Tan solo puedes limitarte a pedir ayuda, pues ese extraño no es una persona, sino algo mucho peor: el agua. Tu casa se ha inundado.
“Me llegaba el agua hasta los tobillos. El agua manaba a de los inodoros y no sabíamos que hacer”, relató Michael Allarton, vecino en Bewdley, Worcestershire (Reino Unido), a la BBC.
Por desgracia, su historia no es la única. Miles de personas repartidas por todo el territorio inglés sufrieron casos similares como consecuencia de los efectos de los recientes temporales Ciara, Dennis y Jorge, que destruyeron hogares, infraestructuras y pusieron de manifiesto el problema que sufre el país con este nuevo tipo de fenómenos.
En su conjunto, los temporales han construido uno de los peores recuerdos en el ideario reciente de los ingleses. El agua, como elemento de vida, se convirtió en la peor pesadilla de muchos al caer en apenas ocho días más del 150% de la precipitación media de febrero. De hecho, en algunos lugares del país, como West Yorkshire, en 24 horas cayó la misma cantidad de agua que la que precipita normalmente durante ese mes.
La borrasca Ciara fue la primera en abrir la veda de la destrucción durante el 8 y el 9 del pasado mes. Según la agencia meteorológica del país, esta tormenta dejó rachas de vientos que superaron los 150 kilómetros por hora en algunos puntos del sur del país, así como enormes trombas de agua en partes del noroeste de Inglaterra y el norte de Gales.
“Cientos de vuelos tuvieron que ser cancelados y los cortes de energía afectaron a más de 675.000 hogares. Las precipitaciones inundaron regiones enteras, como en West Yorkshire, donde se registró zonas anegadas con 76 cm de agua de profundidad”, declaró la agencia.
Una semana después, Dennis tomó el relevo de Ciara y devastó con agua y viento un país ya de por sí desbordado por la cantidad de desperfectos ocasionados el segundo fin de semana de febrero.
“Las lluvias se lo están llevando todo, ya no queda nada”, relató Jeanette, una mujer de 68 años que reside cerca de Cardiff y que solo pudo recuperar de su casa una foto del día de su boda con su esposo Bill, quien murió de cáncer en 2009. Allí la devastación del agua alcanzó tal nivel, que incluso arrasó con los camiones de bomberos que pretendían ayudar a la población.
Después de Dennis, pareció que la mala racha iba a acabar, pero tan solo fue la antesala de la nueva ola de caos que iban a desatar dos borrascas más en los siguientes dos fines de semana: una sin nombre el día 22 y 23 de febrero, y Jorge, que remató la escalada de destrucción entre el 31 de febrero y el 1 de marzo.
Una crisis paralela
Mientras el país se sumía en el caos como consecuencia de las tremendas inundaciones, dentro del gobierno inglés se fraguó otra importante crisis que mostró de nuevo al mundo la enorme apatía que Boris Johnson tiene con sus ciudadanos.
De hecho, con esta crisis gubernamental, los medios locales evidenciaron una de las facetas que parece que caracterizan a su primer ministro: a Boris Johnson solo le importa Boris Johnson.
El punto más claro en el que se pudo observar esa cualidad fue durante los días posteriores a Dennis. Mientras los ciudadanos se ahogaban en el agua de las calles, Boris Johnson disfrutaba de su estancia en la mansión de Chevening, situada en una finca propiedad del gobierno de más de 1.200 hectáreas.
Desde ahí, sus ministros aseguraban que estaba al tanto de lo que estaba ocurriendo en su país y que estaba haciendo todo lo posible para intentar ayudar a los afectados. Sin embargo, lo cierto es que Boris apenas se inmutó, quedando totalmente desaparecido para los ojos del público durante esas semanas.
Next year, we will implement a points-based immigration system – welcoming the best and brightest from around the world whilst maintaining full control of our borders. https://t.co/XFbjECICbD
— Boris Johnson (@BorisJohnson) February 19, 2020
La primera muestra de que aún permanecía con vida después del temporal se materializó en forma de mensaje en su cuenta de Twitter, en la que, lejos de mantenerse del lado de sus ciudadanos, se limitó a lanzar mensajes de apoyo a las víctimas del coronavirus en China y, por su puesto, continuar con su campaña contra la inmigración.
El enfado y frustración de los afectados no tardó en florecer después de este episodio. “Soy un firme defensor de Boris Johnson. Yo te apoyé en su momento, ven ahora a ayudarme a mí”, declaró Vic Haddock, un residente de Ironbridge, mientras insistía al primer ministro que visitase las comunidades afectadas en Shropshire.
Entre las voces de protesta por esta actitud se elevó la del líder laborista Jeremy Corbyn, que aprovechó el momento para atacar con firmeza a Boris Johnson, tanto fuera como dentro del parlamento, al que tachó de oportunista y de ser un primer ministro a tiempo parcial.
«I’m a staunch supporter of Boris Johnson… Now I’ve supported him, come on Boris – come and support me.»
Ironbridge resident Vic Haddock appeals for the PM to visit the flood-hit community in Shropshire. pic.twitter.com/uV4Z6MQGvX
— Aubrey Allegretti (@breeallegretti) February 19, 2020
“¿Por qué visitó las áreas afectadas en diciembre durante las elecciones y ahora no? Simplemente está fingiendo que le importaban aquellas personas cuando, en realidad, no le interesan en absoluto”, dictó Jeremy Corbyn al primer ministro en el parlamento.
Una adaptación olvidada
Lejos de si se actuó o no con eficacia y ética, el primer balance que se obtuvo de todo este episodio de inundaciones fue claro: Reino Unido se encuentra en una delicada posición para hacer frente al cambio climático, sobre todo en materia de inundaciones.
Una prueba de ello es el incremento de los costes en las infraestructuras causados por las precipitaciones y las inundaciones en el país, que variarán de los 50 millones de libras en 2010 a unos 500 millones de libras para la década del 2040, según la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa (UNECE).
Una punta del iceberg del verdadero gasto que debe asumir el país para recuperar las zonas afectadas. Solo en daños, algunas fuentes apuntan que los costes que han provocado estos temporales ascienden a 7.700 millones de libras.
Ante esta situación, los expertos del país reclaman una solución inmediata en la que se apueste por una mayor inversión en adaptación, y no en recuperación, con el fin de preparar al país a un futuro climático incierto.Para ellos, el país suspende en materia de planificación frente a las inundaciones y es ahí donde proponen empezar a trabajar. En este sentido, Emma Howard Boyd, presidenta de la Agencia de Medio Ambiente envió una carta al diario The Times en la que mostró su compromiso por lanzar el año que viene un borrador de estrategia frente a inundaciones.
La Comisión de asesoramiento de Cambio Climático (CCC), por su parte, también publicó una carta con recomendaciones en la que destacó “la necesidad de hacer una declaración clara de ambición para garantizar que la resistencia de la nación frente a las inundaciones y el cambio climático”.
Sin embargo, todas estas declaraciones se tratan solo de eso: palabras. La realidad apunta a que, a corto plazo, que la situación no va a variar en mucho. De hecho, según una exclusiva de The Guardian, va a empeorar.
Según informa el diario, una comparación de documentos de planificación local con direcciones obtenidas en el mapa nacional de zonas de inundación del gobierno, ha revelado que unas 11.400 viviendas se edificarán durante los próximos cuatro años en terrenos que el gobierno ingles clasifica de alto riesgo de inundaciones. Un plan enmarcado en una iniciativa del gobierno con la que pretende aliviar la escasez de viviendas en el país, aunque de forma irresponsable, ya que en este caso se les darán a sus inquilinos una nueva vida destinada a ser consumida por el agua.
“En Shropshire, donde tuvo lugar un importante incidente de inundaciones como consecuencia de Dennis, se construirán 764 viviendas en áreas con un alto riesgo de inundación. Por otro lado, en Doncaster casi 4,000 hogares están destinados a tales zonas de inundación”, señala The Guardian.
A pesar de todo lo vivido durante febrero, todo parece apuntar que los planes del gobierno son inamovibles y que, a pesar de presumir en público de ser un país resiliente, en realidad se trata de un Estado con mucho que aprender en materia climática.
El futuro es incierto, pero todo apunta a que de nuevo los ingleses tendrán que sufrir una y otra vez los estragos del cambio climático, mientras se preguntan sin cesar: ¿Cuántos Dennis, Jorges y Ciaras hacen falta para que los gobiernos se den cuenta de que es momento de actuar?
