El futuro del saneamiento pasa por la circularidad de las biofactorías

El futuro del saneamiento pasa por la circularidad de las biofactorías

El saneamiento seguro comienza en los retretes y termina con las depuradoras, que se encargan de eliminar de raíz los problemas que rodean a este derecho humano. Algunas compañías como Agbar han transformado las depuradoras en biofactorías, que dan una segunda vida al agua y revalorizan los residuos


Con el Día Mundial del Retrete, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) pretende visibilizar a los aproximadamente 3.600 millones de personas que carecen de esta pieza básica de saneamiento. Para ellas, no disponer de un retrete va más allá de los aspectos prácticos. La falta de esta pieza vital en los sistemas de saneamiento da lugar a una serie de efectos adversos para la salud, como las enfermedades diarreicas, que provocan casi 900.000 muertes anuales, o el retraso del crecimiento de casi una cuarta parte de los niños menores de cinco años en todo el mundo.

Lejos de la salud, la carencia de estos servicios impide a millones de personas salir de la pobreza, implica un gran volumen de gasto para las familias y los gobiernos que intentan atajar el problema con soluciones poco efectivas y, en definitiva, les impide alcanzar un derecho humano básico que es “esencial para la realización del resto de los derechos humanos”.

Ahora bien, la presencia del retrete es tan solo la punta del iceberg de los llamados “sistemas de saneamiento seguros” de los que carecen estas personas. Nos referimos al entramado de procesos que comienza con la recogida controlada de las excretas humanas y resto de aguas residuales para su posterior tratamiento sin riesgo, y en el que destacan indudablemente las estaciones depuradoras.

En ellas, el ingenio humano se ha encargado de materializar un proceso capaz de transformar los desechos hídricos que producimos de nuevo en un agua inocua que puede ser lanzada al medio sin ninguna preocupación. Las 793 plantas depuradoras que gestiona Agbar son un ejemplo del potencial y del compromiso de la empresa por la consecución del sexto Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS), que vertebra el resto de la Agenda 2030.

aguas residuales
Verter el agua al medio perpetúa el problema. las depuradoras, como las de Agbar, cortan de raíz este problema

Para hacernos una idea del trabajo que realizan estas infraestructuras, tan solo en el 2020 fueron capaces de limpiar más de 1050 hectómetros cúbicos de agua, aproximadamente la misma cantidad de líquido que se puede almacenar en 350.000 piscinas olímpicas. Algunas de ellas incluso dieron un paso al frente bajo el contexto del cambio climático para ofrecer otros beneficios que parecen imposibles dentro de este tipo de instalaciones.

La pista de esta evolución la expone la Organización Mundial de la Salud en su informe sobre el Estado Mundial del Saneamiento del 2020: “Si las aguas y los fangos residuales se utilizan de manera segura, los valiosos recursos hídricos, nutricionales y energéticos pueden volver a aprovecharse en la economía circular”.

Según los datos de la Asociación Española de Abastecimiento de Aguas y Saneamiento (AEAS), aunque España es el líder de Europa en regeneración de agua, actualmente tan solo reutiliza menos del 10% del agua tratada.

Apostar por el reciclaje del agua que se lleva a cabo en las depuradoras y biofactorías ayudaría a aliviar la presión de los recursos hídricos de España, que apuntan a ser escasos en el futuro.

Esto significa que con el proceso adecuado una depuradora sería capaz de “fabricar” un agua tan segura que podría volver a utilizarse, pero además obtener recursos que sirviesen para obtener energía o sustituir procesos de producción que en la actualidad apuntan hacia un futuro insostenible. De hecho, la ONU adelanta que unos sistemas de saneamiento sostenibles incluso podrían actuar como sumideros de carbono, por lo que, además de llevar hasta el extremo la circularidad del agua, mitigarían el cambio climático

Agbar lleva años trabajando en esta estrategia para transformar las estaciones de depuración tradicionales en lo que se denomina como biofactorías, bajo los objetivos de regeneración del agua, valorización de los residuos generados en el proceso de depuración y, por su puesto, alcanzar un balance energético cero.

“Estas plantas son capaces de producir su propia energía con los recursos que produce de la depuración. Si hay excedentes, aportan energía a la red eléctrica”, explican desde la propia compañía. Como curiosidad, la empresa del grupo Agbar que opera en Chile, Aguas Andinas, fue pionera en este modelo de transformación y, por ese motivo, fue galardonada en el 2018 con el premio Naciones Unidas a la mejor innovación mundial de cambio climático.

Biofactorías, ejemplo de circularidad

Se dice que la economía circular es la respuesta del sector del agua al nuevo paradigma que brinda el cambio climático y que las biofactorías son las armas a su alcance para demostrar su compromiso por el planeta.

Algunas, como la biofactoría Sur de Granada, gestionada por EMASAGRA, la empresa municipal de abastecimiento y saneamiento de Granada y participada por el grupo Agbar, se han convertido modelos referentes. Esta en concreto ha logrado convertirse en un referente de economía circular a escala internacional por conseguir que el 100% del agua depurada se reutilice para el riego de cultivos leñosos, entre otros hitos.

Sin embargo, no está sola en el ranking de biofactorías punteras. En su estela se encuentra también la biofactoría del Baix Llobregat, en Barcelona, gestionada por Aigües de Barcelona, que destaca por ser una de las mayores y más modernas plantas de saneamiento de aguas residuales de Europa, que apuesta 100% por la digitalización de los sistemas.

En una sola pantalla son capaces de observar los equipos operativos en la depuradora, si hay alguno averiado e, incluso, las herramientas que les permiten gestionar con facilidad todas las funciones de la planta. “Toda la planta está digitalizada de principio a fin para ser más eficientes en el proceso”, nos explican los operarios que trabajan en Baix Llobregat.

No es de extrañar, por tanto, que en ella se pueda tratar una cuarta parte de las aguas de Barcelona, Cornellà de Llobregat, El Prat de Llobregat, Esplugues de Llobregat, L’Hospitalet de Llobregat, Sant Boi de Llobregat, Santa Coloma de Cervelló y Sant Just Desvern.

Se trata de una de las estaciones de regeneración de agua más importantes del mundo, donde se aplican distintas tecnologías como el tratamiento de ultrafiltración y la osmosis, que son capaces de regenerar hasta 100 millones de litros al año, el volumen de más de 36.500 piscinas olímpica, para distintos usos, como el riego agrícola o el uso ambiental.

Así, sus operarios nos transmiten que la calidad del agua obtenida es tan alta que se puede infiltrar en el acuífero del Llobregat: “En la última fase del tratamiento del agua, el recurso llega con la suficiente calidad como para ser vertida al medio, en este caso al mar. Pero nosotros seguimos trabajando en su calidad para darle otros usos. Por ejemplo, el filtrado por membranas nos permite inyectar el agua en el acuífero”, explican los trabajadores de la planta.

De la linealidad a la circularidad, las biofactorias como la del Baix Llobregat representan el futuro del sector y del planeta que, al igual que él, aspiran a ser verdes y sostenibles, ofreciendo una segunda vida a recursos tan vulnerables y valiosos como el agua.



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