Un verano de muy pocas precipitaciones ha llevado a que los ríos del centro de la región canadiense de Terranova estén bajo mínimos, una situación derivada del cambio climático que podría tener impactos duraderos en los ecosistemas locales, según los científicos



Mucho antes de la llegada de Cristóbal Colón, la isla de Terranova (Canadá) ya sabía lo que era el contacto entre civilizaciones. En torno al año 1000 d. C., los vikingos establecieron un poblado efímero en L’Anse aux Meadows, un paraje situado en la punta septentrional de la isla que supone el primer registro de asentamiento de europeos en el continente americano. No fueron los únicos: en los siglos XIV y XV empezó a haber presencia de marineros europeos en la costa norte de la isla, en el estrecho de Belle Isle, como atestiguan registros comerciales de la industria del aceite de ballena a manos de marineros vascos asentados en la zona. Los historiadores apuntan que, además de la cercanía geográfica, esta situación de Terranova como primer punto de intercambio entre Europa y América se debió en gran medida a sus grandes recursos de caza y pesca, con varios ríos de la zona recogiendo gran parte del salmón de todo el norte del Atlántico.
Sin embargo, el cambio climático ha provocado cambios en los patrones de precipitaciones de la zona que podrían tener impactos permanentes en la pesca en estos ríos. Las rocas desnudas y los arroyos que gotean donde antes había una corriente continua se están convirtiendo en un lugar común en la mayor parte de la zona central de Terranova, por donde discurre el río del mismo nombre. Según un reportaje elaborado por el medio canadiense CBC, las reservas de esta masa de agua están un 70% por debajo del flujo promedio en el río, lo que afecta a la conservación del esosistema y especialmente a los salmones, que tienen prácticamente imposible realizar su migración anual desde el mar para deshovar río arriba.
«Donde normalmente estaría sumergido hasta la cintura, apenas hay de dos a tres pulgadas de agua», explica a CBC Craig Purchase, profesor de biología en la Universidad Memorial que también es pescador aficionado y que explica que los ríos de esta región de Terranova apenas han recibido unos pocos metros cúbicos de agua en total desde el deshielo de primavera. Esta situación, sumada a un verano mucho más cálido de lo habitual en el que se llegaron a batir récords de temperatura en todo Canadá, está dejando sin espacio al salmón.
«Tenemos informes en todo el centro de Terranova de impactos agudos sobre el salmón. Así que, literalmente, el salmón muere en el río y flota río abajo«, asegura Purchase, que recuerda que sin embargo la situación no es nueva. Y es que los bajos niveles de agua eran una preocupación para los pescadores incluso antes de la temporada de pesca del salmón de este año. Según los datos del Departamento de Pesca y Océanos de Canadá, los retornos de salmón a la parte baja del río Terranova son aproximadamente la mitad de lo que eran el año anterior: apenas 2.300 peces para el 12 de septiembre, en comparación con los 4.774 para la misma fecha en 2020.
Salmones estresados
La sequía se deja notar de diferentes formas. «Los salmones supervivientes están estresados y los peces juveniles se concentran en piscinas más profundas y frías, lo que significa que es más fácil de recolectar para depredadores como nutrias y visones», explica Purchase, que apunta que sus fuentes de alimento también están estresadas, ya que los lechos secos de los arroyos proporcionan poco hábitat para los insectos acuáticos. Y lo que es peor: algunos de esos insectos tienen ciclos de vida de varios años, lo que significa que podría haber pocos años de nutrición en el futuro.


De acuerdo a John Baird, director de una asociación conservacionista local, la de este año no es una situación anecdótica, sino la confirmación de una tendencia de menos lluvia a largo plazo en todo Terranova, consecuencia del cambio climático. «Cuatro de los últimos diez años han supuesto niveles muy bajos de agua, pero este año realmente se lleva la palma», apunta a CBC preocupado por el deterioro de las cuencas hidrográficas y pidiendo una mayor preparación y adaptación ante el riesgo de que esta situación se convierta potencialmente en la norma.
«Necesitamos observar las prácticas de uso de la tierra, las prácticas forestales, las áreas que necesitan ser protegidas, las piscinas de agua fría y los afluentes y arroyos que son un hábitat importante para los peces, donde los peces se refugian», explica Baird. «Necesitamos asegurarnos de que sean lo más resilientes posible. Por lo tanto, debemos analizar nuestros ríos mucho más de cerca en términos de cómo responder a los impactos del cambio climático», concluye.
