Turquía e Irak se enfrentan por una nueva presa en el río Tigris

Turquía e Irak se enfrentan por una nueva presa en el río Tigris

Turquía ha iniciado esta semana la producción eléctrica en la presa de Ilisu en el río Tigris, un polémico proyecto por su capacidad de influir en el suministro hidráulico de Irak y por haber sumergido la histórica ciudad otomana de Hasankeyf


Las cuencas internacionales suelen ser fuente de polémica, sobre todo en los últimos años. La ONU advierte que, para el año 2050, la demanda mundial de agua dulce crecerá en más del 40% y por lo menos una cuarta parte de la población mundial vivirá en países con una «falta crónica o recurrente» de agua potable, un pronóstico que ha acelerado los proyectos de algunos países para asegurarse el abastecimiento de agua potable y energía hidroeléctrica. El último punto caliente está en el río Tigris, cuna de la antigua Mesopotamia: Turquía ha inaugurado en su cauce la polémica presa de Ilisu, que puede reducir el caudal que baja hacia Irak.

El proyecto, situado a unos 65 kilómetros de la frontera siria, empezó en 2006, pero se fue retrasando debido a las protestas internacionales por sus consecuencias medioambientales y de destrucción de bienes culturales, algo que dificultaba la búsqueda de financiación. Y es que el emplazamiento de la presa no solo puede afectar al vecino Irak: para construirla, fue necesario sumergir bajo el agua gran parte de la histórica Hasankeyf, una ciudad de 12.000 años de antigüedad.

Pero volvamos al posible conflicto por las aguas transfronterizas. Una vez construida la presa, Turquía podría regular el caudal del Tigris hacia Irak, algo que, en opinión del gobierno iraquí, creará escasez de agua al reducir los flujos en uno de los dos ríos de los que depende el país para gran parte de su agricultura. Alrededor del 70% de los suministros de agua potable de Irak provienen de países vecinos, de los cuales más de dos tercios fluyen en los ríos Tigris y Éufrates que nacen en Turquía para luego recorrer la mayoría de su cauce en Irak.

Históricamente, tanto Irak como Siria han experimentado tensiones con Turquía por el control otomano de los suministros de agua que alimentan el Tigris y el Éufrates, y en ausencia de un acuerdo para compartir el agua entre los tres, Turquía podría potencialmente convertir el control del agua en un arma más de su estrategia regional. De hecho, algunos observadores internacionales apuntan que Turquía ha reducido el flujo de agua hacia Siria, particularmente afectando represas en el noreste del país, como parte de su campaña contra las fuerzas kurdas que controlan esa zona.

A finales de marzo, la ONG Human Rights Watch denunciaba que las autoridades turcas «no están garantizando el suministro adecuado de agua a las zonas controladas por los kurdos en el noreste de Siria», lo que está comprometiendo la capacidad de las agencias humanitarias para preparar y proteger a las comunidades vulnerables en la pandemia de doronavirus.

Sin acuerdo con Irak

Por ahora, el Gobierno turco ha intentado aplacar a su homólogo iraquí. A pesar de que la construcción de la presa terminó en 2018 y en junio de aquel año empezó a llenarse, Ankara aplazó la captura del agua y la producción eléctrica más de un año tras las protestas de Irak, donde la sequía se veía agravada al reducirse el volumen del río Tigris por efecto del embalse turco. Poco después, a finales de 2019, funcionarios turcos e iraquíes se reunieron en Bagdad para discutir el reparto recursos hídricos de los dos ríos y ver cómo podían «servir a los intereses de ambos países».

Turquía propuso establecer un centro de investigación conjunto en Bagdad para la gestión del agua y trabajar juntos en algunas plantaciones agrícolas en Irak, así como proyectos para el desarrollo de infraestructura de agua potable. Pero por ahora, no hay acuerdo entre los dos países y el gobierno liderado por Recep Tayyip Erdoğan ha decidido seguir adelante con la producción hidroléctrica prevista en cualquier caso.

Turquía
Bagdad, la capital de Irak, se halla en la orilla oeste del Tigris.

Curiosamente, la última vez que un país declaró a la guerra a otro únicamente por el control los recursos hídricos fue en el mismo escenario, aunque por aquel entonces no existían ni Irak ni Turquía. Corría el año 2500 a.C, cuando, en los albores de la historia escrita, las ciudades-estado mesopotámicas de Lagash y Umma lucharon entre sí por la cuenca de los ríos Tigris y Éufrates.

En cualquier caso, la situación de los contendientes actuales hace altamente improbable un conflicto armado, ya que Turquía es una potencia regional, mientras que Irak aun tiene problemas para recuperarse de las consecuencias de la guerra de 2004. Pero la posibilidad de que aumente la tensión entre Ankara y Bagdad si no se logra llegar pronto a un acuerdo, parece ineludible.

La desaparición de Hasankeyf

Pero el conflicto internacional no ha sido ni siquiera el aspecto más polémico de la construcción de esta presa, aunque sea el que puede tener más recorrido a largo plazo. Cuando la presa de Ilisu empezó a llenarse, en enero de 2019, gran parte de Hasankeyf, un histórico municipio situado unos 100 kilómetros río arriba de la presa, desapareció bajo el agua, aunque una fuerte campaña internacional permitió que se salvaran y se trasladasen a zonas más altas algunos de sus monumentos históricos más importantes.

Más de veinte culturas distintas han dejado su huella a lo largo de la historia en esta pequeña ciudad de 6.700 habitantes, situada en la provincia de Batman, en el sureste de Turquía, junto a la orilla del río Tigris. Antes de que se contruyese la presa, dos enormes pilares de piedra en medio del río, restos de un puente del siglo XII que usó Marco Polo en su ruta de la seda hacia China, abrían el paso a Hasankeyf, que se alza en un valle con numerosos restos de la época neolítica, romana y bizantina.

Vista de la ciudad turca de Hasankeyf en 2005.

En los últimos meses antes de la inauguración de Ilisu, las autoridades turcas fueron trasladando a otra localidad siete monumentos, entre ellos tumbas y una mezquita del siglo XV, pero el resto ha desaparecido bajo el agua. Todo a pesar de los intentos de activistas ambientales y culturales, que desafiaron sin éxito el proyecto de la presa en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, alegando que dañaría el patrimonio cultural del país. Pero para el juzgado europeo, la protección del patrimonio es responsabilidad de las autoridades turcas, un tema para el que aseguró que no tenía jurisdicción.

También está el drama humano: según denunciaba la agrupación Iniciativa por Hasankeyf, el embalse de Ilisu ha inundado total o parcialmente cerca de 200 pueblos de la zona donde habitan 15.000 personas, aunque se estima que el aumento del nivel del agua acabe al final afectando a unas 100.000 personas. En respuesta, las autoridades turcas han construido Nueva Hasankeyf, una ciudad entera con 710 casas y 100 edificios gubernamentales, algo a todas luces insuficiente para acoger a todas las personas que desplazará la presa.

Además, el gobierno turco tiene la intención de convertir la Hasankeyf inundada en una atracción turística ya que habrá algunos monumentos, como una ciudadela romana, que emergen parcialmente de las aguas. También aseguran que el objetivo del proyecto es precisamente mejorar la vida de los que viven en la zona, ya que busca desarrollar la infraestructura y la economía de la empobrecida región del sureste de Anatolia, de mayoría kurda.

Pero la verdadera intención del ejecutivo de Erdogan no es otro que asegurar, en la medida de lo posible, el suministro eléctrico nacional de Turquía. El propio gobierno turco anunció todo el proyecto como una forma de que Turquía logre una mayor independencia energética. Ilisu, en particular, se ha convertido ya en la cuarta mayor presa del país y generará unos 1.200 megavatios anuales, lo que supone aproximadamente el 1,5% de la capacidad total de generación de energía de Turquía.



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