“El cambio climático impone una nueva manera de relacionarse con el agua y los recursos hídricos”, estas fueron unas de las primeras declaraciones de la recién estrenada vicepresidenta del Gobierno y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, que repite cartera en la nueva legislatura nacional española en la que el agua es un eje esencial en la adaptación al cambio climático.
Los últimos 365 días han prestigiado el papel del agua, más allá de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que ven en el Objetivo 6, el derecho al acceso al agua potable y al saneamiento, un pilar esencial sin el que otros muchos objetivos son inviables, desde la igualdad, la salud, la educación, el hambre,…
Lo hemos visto más que nunca durante la crisis del coronavirus. Una pandemia en la que el agua ha jugado un papel esencial en la higiene básica para minimizar el riesgo de contagio del Covid-19; incluso como sistema de alerta temprana en la detección de carga viral en las depuradoras de los núcleos de población, a partir de su presencia en aguas residuales días antes de la confirmación clínica de la enfermedad.Pero si algo ha marcado y marcará esta nueva relación con el agua es la necesaria adaptación al cambio climático, tal y como se evidenció durante la cumbre del clima, la COP25, que acogió Madrid en tiempo récord durante el mes de diciembre.
Una Cumbre mollar en su concepción que quedó casi en anecdótica.
Por un lado, por el cambio de país anfitrión. Chile asfixiado por una de las mayores sequías de su historia y unas movilizaciones sociales sin precedentes obligaron a que Madrid se ofreciera a acoger esta gran cumbre del clima, en la que pese a ser la más larga y participativa de la historia no logró su objetivo de cerrar el mercado de derechos de emisión de CO2 ni evitar la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París.
Por otro, por la presencia de la activista sueca Greta Thumberg que convocó más expectación que cualquiera de los líderes mundiales presentes en la COP.
Y aún así el agua, apenas corrió por la cumbre, más que por las fuentes de agua del grifo de Madrid que con el objetivo de reducir el consumo de plásticos estuvieron a disposición de todos los miles y miles de asistentes.


Esta dilución del agua en la Cumbre del Clima contrasta con las aseveraciones de Naciones Unidas que afirma que la crisis del cambio climático mundial está relacionada de forma inextirpable con el agua.
La variabilidad del ciclo del agua aumenta debido al cambio climático, lo que provoca fenómenos meteorológicos extremos, reduce la capacidad de previsión de la disponibilidad de recursos hídricos, disminuye la calidad del agua y constituye una amenaza al desarrollo sostenible, la biodiversidad y el disfrute de los derechos humanos al agua potable y el saneamiento en todo el mundo.
Es España estos fenómenos protagonizaron muchas de nuestras páginas a lo largo del año con esas inundaciones provocadas por las DANAS que sacudieron reiteradas veces la vertiente mediterránea del país, con especial virulencia en las cuencas del Ebro y del Segura.
Y si embargo, pese a los daños, el buen hacer de los gestores del ciclo urbano del agua el abastecimiento y el saneamiento apenas se resintieron y demostraron que, si bien las infraestructuras necesitan inversiones para mejorar, la resiliencia en España del ciclo del Agua dio la talla.
Volviendo a la importancia de los recursos hídricos en la adaptación al cambio climático, la creciente demanda mundial de agua conlleva un aumento de la necesidad de bombeo, transporte y tratamiento con un alto consumo energético, y ha contribuido a la degradación de sumideros de carbono fundamentales que dependen del agua como, por ejemplo, las turberas.
Asimismo, algunas medidas de mitigación del cambio climático, como el fomento del uso de biocombustibles, pueden exacerbar aún más la escasez de agua.
Estas situaciones hacen preciso adoptar un enfoque integrado del cambio climático y la gestión de los recursos hídricos en la formulación de políticas y la planificación climáticas a escala nacional y regional.
Economía circular del agua
También en este punto España avanza en cabeza de la mano de la ciencia, el conocimiento, la tecnología y la innovación que han conseguido que el ciclo urbano del agua haya completado la circularidad de sus procesos.
Las Estaciones Depuradoras de Aguas Residuales (EDAR) han evolucionado hacia biofactorías en las que se aprovecha absolutamente todo convirtiéndose en auténticas minas urbanas de las que se extrae energía, para garantizar su autoabastecimiento e incluso ingresar en el sistema eléctrico y gasístico el excedente generado, lodos y estruvita para su empleo como abonos agrícolas y agua, nuevamente agua límpida como para volver a ser ingerida con todas las garantías de salud y calidad o para su reutilización para usos industriales o agrarios. Un cambio de paradigma que empieza a despagar.
Depuradoras que además se han convertido en una herramienta esencial de alerta temprana para anticipar nuevos brotes de esta terrible pandemia del coronavirus u otras que pudieran llegar a ser una amenaza. Y es que el estudio de patógenos emergentes como el Covid-19 u otras enfermedades son cuantificables y medibles en los estudios analíticos de las aguas residuales gracias al aporte científico e innovador de los laboratorios de calidad de las aguas españolas que, en estudios retrospectivos, han encontrado trazas del SARS-COV-2 unos 41 días antes de que se confirmaran los primeros enfermos en una ciudad como Barcelona.
El aumento del estrés hídrico y la satisfacción de la demanda futura exigirán tomar decisiones cada vez más difíciles sobre la distribución de los recursos hídricos entre los diferentes usos posibles del agua, incluidas las actividades de mitigación del cambio climático y de adaptación.
Para lograr un futuro sostenible no se puede seguir procediendo conforme a la práctica habitual y la gestión de los recursos hídricos debe analizarse desde la perspectiva de la resiliencia ante los efectos del cambio climático.
Se requieren mayores inversiones para mejorar los datos hidrológicos, las instituciones y la gobernanza, la educación y el desarrollo de la capacidad, así como la evaluación de riesgos y el intercambio de conocimientos.
Las políticas deben garantizar la representación, la participación, el cambio de comportamiento y la rendición de cuentas de todas las partes interesadas, incluidos el sector privado y la sociedad civil.
Y aquí en España hemos constatado que pese al buen conocimiento y capacidad tecnológica y técnica para afrontar esta adaptación lo que nos falta es presupuesto que garantice las inversiones que requiere nuestro sistema hídrico.
Déficit de inversiones
Sendos estudios de la Universidad Nacional a Distancia y las entidades del sector AGA y Aeas han cuantificado las necesidades de inversión total anual para renovación de redes e infraestructuras del ciclo urbano del agua en España entre los 2.221 y los 3.858 millones de euros anuales; una cantidad a la que habría que sumar la renovación de infraestructuras de agua en alta y la obra nueva.
Esto implica que se está generando un déficit de entre un 70% y un 80% sobre las necesidades calculadas en los estudios de inversión infraestructural realizados por AEAS.


Y, sin embargo, el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático recoge los objetivos de mitigación, resiliencia y adaptación de los recursos hídricos y su gestión como una mera lista de buenos deseos sin concreción presupuestaria para su ejecución.
El Plan de adaptación para el próximo decenio señala que en un país que ya utiliza de forma intensa el agua es esencial dar respuesta a las nuevas presiones que se derivan del cambio climático y gestionar los conflictos de usos, planteando políticas y acciones concretas que refuercen la gestión integrada de agua y territorio.
El reto es crucial ya que, si no se interviene de forma adecuada, las demandas no podrán ser atendidas con los recursos disponibles abocándonos a una crisis estructural por el agua.
El ahorro, la reutilización de las aguas regeneradas y la desalación, junto con el uso de energías renovables, pueden facilitar la adaptación al cambio climático.
No obstante, los efectos del cambio climático se extienden más allá de la disponibilidad de recursos hídricos, afectando a otros aspectos relevantes de la gestión del agua, como son las demandas, la calidad del agua y de los ecosistemas, o la probabilidad de ocurrencia de eventos extremos, debiendo ser considerados estos efectos en la planificación hidrológica.
En esta línea España ha ido perfilando la nueva relación con el agua a partir de unas políticas de gestión basadas en la gestión del riesgo, y no de las crisis, tanto en lo que se refiere a inundaciones como en las sequías.
En ambos casos se ha avanzado en los Planes de Inundaciones y en los Planes de Sequía que, como novedad introducen el cambio de paradigma optando por una gestión a partir de la oferta y no de la demanda, de ahí la distinción entre la sequía estructural y la escasez coyuntural; y el cada vez más polémico debate sobre la necesidad o no de mantener los trasvases.
P0lítica hidrológica
En este sentido, el más cuestionado, el del Tajo-Segura, cumplió sus 40 años de traídas de agua hacia el Levante español donde ha favorecido el milagro de convertir el semi-desierto levantino en la huerta y el solárium de Europa.
Un trasvase que podría quedarse sin agua en 2070 de cumplirse las predicciones de los expertos que apuntan a un incremento del 40% del estress hídrico y que desde ya, se enfrenta a una revisión de sus normas de funcionamiento para establecer caudales ecológicos en la cabecera del rio cedente que no excedentario, el Tajo.
Repasar estos 365 días nos lleva a lamentar que nuevamente dejamos para septiembre la gran asignatura pendiente de España en materia de recursos hídricos: la depuración y el saneamiento.
Además de las cuantiosas multas semestrales que abonamos a la Unión Europea por incumplimientos de la Directiva Marco del Agua en materia de depuración para grandes núcleos de población que vierten sus aguas sin la correcta depuración, la Comisión Europea ha advertido al Gobierno de España de que sigue incumpliendo “a gran escala” la directiva comunitaria sobre el tratamiento de las aguas residuales urbanas, y amenaza con remitir el asunto al Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE).
La hoja de ruta del nuevo Gobierno insiste en que, en la medida de lo posible, las medidas de adaptación serán objeto de análisis coste-beneficio, siendo prioritarias, en todo caso, las medidas orientadas al ahorro de agua, la diversificación de la oferta, la mejora del estado de las masas y los ecosistemas acuáticos, la mejora de la conectividad ecológica, la adaptación de las infraestructuras hidráulicas (regulación, distribución, saneamiento, depuración…) a los nuevos escenarios y la eficiencia energética, incorporando las energías renovables al esquema conjunto de uso de agua y energía, como medio de reducir los costes de explotación de la generación y transporte de recursos como las aguas regeneradas y desaladas.
Actuar ahora
La incertidumbre sobre el futuro no puede servir de excusa para no actuar hoy; si el mundo aspira a limitar el aumento de la temperatura global a mucho menos de 2° C con respecto a los niveles preindustriales para finales de este siglo, es necesario tomar medidas de inmediato.
Garantizar el agua para las comunidades, las economías y los ecosistemas es fundamental para reducir la pobreza, la transición a la energía verde y amortiguar los desastres naturales.
La política climática debe abordar el agua en todos los sectores de la economía y el medio ambiente con el fin de garantizar un futuro resiliente al clima y sostenible para todos.
Considerar el agua como parte de la solución
La mejora de la gestión de los recursos hídricos, incluido el saneamiento, es un componente esencial para que las estrategias de mitigación y adaptación al cambio climático tengan éxito, tal como se pide en el Acuerdo de París de 2015.
El agua también es un elemento clave para la consecución de los objetivos y las metas de Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y el Marco de Sendái para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015-2030.
Por lo tanto, una gestión de los recursos hídricos resiliente al clima puede servir como mecanismo de coherencia entre estos marcos mundiales.
Mejorar las prácticas de gestión de los recursos hídricos
A medida que los países empiezan a revisar y ejecutar sus planes nacionales en el marco del Acuerdo de París, surge una oportunidad única de mejorar y reforzar las prácticas de gestión de los recursos hídricos, de manera que permitan a las comunidades, los países y las autoridades de las cuencas tomar decisiones confiables y con conocimiento de los riesgos que puedan ayudar a aumentar la resiliencia climática, mejorar la salud de los ecosistemas y reducir el riesgo de desastres relacionados con el agua.
Asegurar la cooperación transfronteriza en materia de adaptación
La cooperación transfronteriza es necesaria para abordar los impactos climáticos que cruzan las fronteras nacionales (por ejemplo, sequías o crecidas de ríos transfronterizos), evitar las consecuencias de una mala adaptación desde la perspectiva de la cuenca, y aprovechar los posibles beneficios secundarios derivados de una cooperación regional más estrecha, como, por ejemplo, la reducción de la incertidumbre gracias al intercambio de datos, la paz y la estabilidad, la ampliación del espacio de planificación y la distribución de costos y beneficios.
Reconsiderar la financiación
La financiación en el ámbito del clima destinada a la gestión de los recursos hídricos y el saneamiento contribuye a la resiliencia climática de las comunidades y la creación de empleo a nivel local, y ayuda a mejorar los resultados de desarrollo sostenible.
Unas soluciones innovadoras de financiación combinada para el agua y el clima, como los bonos climáticos verdes y azules, pueden impulsar la movilización de la inversión climática en toda la economía. Es necesario abordar con urgencia las barreras que impiden un mayor acceso a la financiación para el clima como, por ejemplo, la falta de capacidad y la escasa coordinación institucional. [/recuadro-gris]
