Mientras el verano arrecia en Chile, con temperaturas que siguen subiendo por sobre los 35 grados y gran parte de la población se moviliza a lo largo del país debido al período de vacaciones, se está viviendo también una migración muy inusual que pudiera comenzar a ser cada vez más habitual debido a la grave crisis hídrica que nos afecta.
En el segundo fin de semana de 2020, 1.200 cabras y caballos de la Región de Coquimbo han debido recorrer más de 800 kilómetros hacia el sur del país, específicamente hasta la comuna cordillerana de San Fabián, en la Región de Ñuble, como parte de la política de emergencia que busca evitar la muerte de ganado por la falta de alimento a causa de la sequía. Todos estos animales están desnutridos y sus propietarios, pequeños crianceros de las localidades de Punitaqui y Monte Patria, se encuentran también ya instalados en las praderas de la cordillera ñublensina.


Esta postal, que ha sido de alta cobertura por los medios locales y nacionales, deja nuevamente en evidencia que la crisis hídrica en Chile es una realidad latente con consecuencias a la vista y cuyos efectos seguirán en aumento en la medida que no se definan acciones concretas que las mitiguen, pero, sobre todo, mientras no se ejecute una política clara y efectiva por parte del Estado para regular, fiscalizar y educar a empresarios de los más diversos rubros y también a la comunidad nacional.


Éste es uno de los puntos del que da cuenta el último ‘Informe País: Estado del Medio Ambiente en Chile 2018‘ realizado por el Centro de Análisis de Políticas Públicas, dependiente del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile, presentado a pocos días de que comenzara la COP 25 en España, donde científicos nacionales dan cuenta, desde sus respectivas áreas de estudio, del panorama nacional actual en esta materia.
Y lo hace desplegando, en exactas 600 páginas, informes en tres partes. La primera, desarrollando y explicando las diversas macropresiones que existen sobre el medio ambiente; luego, detallando la situación en áreas como el bosque nativo, las aguas continentales, aire, biodiversidad, suelos, ecosistemas marinos y borde costero, minería, asentamientos humanos y energía y, por último, dedicando un capítulo a la institucionalidad y la gestión ambiental.
Según Nicolo Gligo, agrónomo, director del Centro de Análisis de Políticas Públicas, este informe 2018, es “muy claro, muy útil para decir dónde estamos, no en un Chile de fantasía, sino que estamos en un Chile que pierde sus recursos naturales, un Chile que se achica, que amenaza su futuro en función de la revolución del propio país”.
“Porque Chile tiene una economía que no se basa en la agregación de valor, sino básicamente agrega muy poco valor a los recursos naturales. Por eso es muy alarmante lo que está pasando con Chile, porque la situación es una amenaza seria para nuestro futuro”, nos indica Gligo con dramatismo.
Las macropresiones sobre el medio ambiente
Chile tiene una modalidad de desarrollo que ha privilegiado, desde todo punto de vista, el crecimiento económico. Esto ha impedido que exista una estrategia más integral que utilice la política de crecimiento en función de fines superiores de una estrategia de Estado, como el mejoramiento de la calidad de vida de las y los chilenos, sobre la base de un desarrollo ambientalmente sustentable.
Este modelo de desarrollo le ha impuesto al medio ambiente macropresiones que provienen desde los diversos sectores productivos, por el impacto de la población y también el factor social. Aunque también existe una macropresión física dada por el cambio climático.
Los resultados macroeconómicos de Chile en los últimos decenios han sido exitosos, pero esto deja en evidencia también un aumento en la presión sobre el ambiente físico, provocando el deterioro del patrimonio natural, una alta dependencia de los mercados externos, un aumento de las desigualdades económicas y sociales, entre otros. Además de la pérdida del rol del Estado como fiscalizador, carencia que sigue permitiendo el avance de este proceso.
El crecimiento del país continúa basándose en la exportación de sus recursos naturales, renovables y no renovables, los que constituyen la “ventaja comparativa” con la cual Chile se ha insertado económicamente a nivel internacional. Este hecho le ha permitido que las exportaciones en esta área bordeen el 40% del PIB.


Los sectores productivos como la minería, silvoagropecuario, marino e industrial impactan fuertemente sobre el medio ambiente nacional debido, principalmente, a que sus prácticas no contemplan mitigaciones frente a la extracción del recurso natural y, muy por el contrario, siguen trabajando como siempre lo han hecho, es decir contaminando, depredando, explotando y poniendo en serio riesgo la continuidad del recurso con el cual trabajan.
En relación a la población y el factor social, la alta concentración poblacional en las regiones Metropolitana, Valparaíso y Bío Bío han creado una alta presión ambiental en los ecosistemas que ocupan y en el perihalo urbano. El crecimiento económico y el aumento del consumo constituyen macro presiones en el medio ambiente del país a las que se une el incremento poblacional. Además, ligado a este último factor, aparece la pobreza como uno de los principales desafíos para tener mayor sustentabilidad ambiental.
Por otro lado, el cambio climático es la principal macropresión física que enfrenta el país pues a este fenómeno se le atribuyen las anomalías de temperaturas extremas y de precipitación, la megasequía, los incrementos en la temperatura del mar, en la frecuencia e intensidad de las marejadas y en el angostamiento de las playas, así como la acidificación del mar y la disminución acelerada de los glaciales.
Es importante destacar que, casi todos los pronósticos y modelos que proyectan los efectos del cambio climático a futuro, erróneamente consideran el stock de recursos naturales como constantes.
Tópicos explotados y en peligro
“Chile no tiene la problemática ambiental de los países desarrollados, este país tiene la problemática ambiental del subdesarrollo, que es básicamente sus recursos naturales. Los países desarrollados, los países europeos, trabajan básicamente con recursos que les llegan de otros países, los de ellos les van agregando valor. Lo que tienen ellos es el problema de la contaminación que se genera por sus procesos productivos. Nosotros no solo tenemos problemas de contaminación, sino que tenemos el problema fundamental, que es el uso y abuso de nuestros recursos”.
Con esta frase el director del Centro de Análisis de Políticas Públicas, Nicolo Gligo, comienza a desarrollar los puntos que forman parte de la segunda parte de este informe país, con el objetivo de dejar en evidencia uno de los principales errores del modelo de crecimiento chileno.
Aguas Continentales
Chile tiene una escorrentía promedio de 53.000 metros cúbicos por habitante, superando en ocho veces la media mundial que es de 6.600 metros cúbicos y en 26,5 veces los 2.000 metros cúbicos por persona al año, cifra que se considera internacionalmente como umbral mínimo, para el desarrollo sostenible. El valor promedio chileno oculta situaciones de gran disparidad, como la que se observa en los territorios áridos y semiáridos del norte grande y chico, donde la disponibilidad de agua es menor de 800 metros cúbicos por persona al año.
Los principales indicadores que permiten cuantificar la disponibilidad hídrica en Chile muestran una clara tendencia a la disminución del recurso. Tanto en términos de escorrentía, caudales de los principales ríos, capacidad utilizada en los embalses, precipitaciones, estado de los glaciares, el recurso agua está sometido a una creciente presión. Ello es muy relevante pues se estima que aproximadamente el 60% del PIB, especialmente el sector exportador, depende del agua. Por el lado de la oferta se ha estado reduciendo por la prolongada sequía, que se explica en parte por los efectos del cambio climático.


Un desafío importante para mejorar la gestión del agua en Chile es modificar, además de los derechos de agua, la institucionalidad vigente, lo que fue señalado en el último informe del Banco Mundial, elaborado por encargo del Gobierno de Chile. La escasez de agua que hoy se observa en el país, ha revitalizado el debate sobre la dispersión que existe en materia institucional.
Junto con esto, dado el creciente desequilibrio entre oferta y demanda por agua y los conflictos generados entre los distintos usuarios por asegurar su disponibilidad, también se ha activado el debate por actualizar el ordenamiento jurídico que contiene el actual Código de Aguas. La reforma a este cuerpo legal propone establecer una prioridad de usos y terminar con el otorgamiento de derechos de agua a perpetuidad, para sustituirlo por un mecanismo de concesiones.
Bosques nativos
la superficie de bosques nativos de Chile fluctúa desde una cifra oficial de 14.633.778 ha (CONAF, 2018), aunque también se habla de 11.421.844, diferencia que las fuentes gubernamentales y académicas atribuyen a importantes tasas de destrucción y degradación. Las causas más importantes de esta pérdida son el reemplazo por matorrales (45-47%), la sustitución por plantaciones forestales (36-40%) y la habilitación para usos agropecuarios (12-19%).
También es importante indicar que el área de bosque nativo que ha sido afectada por incendios en la década 2008-2018 es cercana a 20.000 ha al año, lo que se explica, en gran parte, por los incendios de la temporada 2016-2017 en que dicha cifra fue de 90.000 ha.
Las causas de degradación más comunes en los ecosistemas forestales del país son la corta selectiva sin criterios de sustentabilidad (floreo) y la ganadería.


Los instrumentos de control que posee el país, para la conservación del bosque nativo (planes de manejo, prohibiciones de corta, etc) han sido ineficaces, dado los indicadores de pérdida de este bien. La ineficacia se debe principalmente a la carencia de recursos para efectuar las inspecciones requeridas, pues la CONAF (Corporación Nacional Forestal), institución que tiene a cargo estas funciones, no cuenta con el estatus jurídico de organismo del Estado ni con el financiamiento adecuado.
Además de los impactos señalados, los ecosistemas forestales han aumentado su vulnerabilidad ante el cambio climático, en especial por la megasequía actual, lo que se manifiesta por reducciones de crecimiento, disminución del verdor y vigor asociado capturado por imágenes satelitales, aumento de daños en la copa y pérdida del follaje, mortalidad de parches completos, disminución del desempeño ecofisiológico, aumento del stress hídrico y aumento de la intensidad del ataque de agentes bióticos.
Ecosistemas Marinos y del Borde Costero
En este capítulo el informe da cuenta de la relevancia de los humedales, los cuales se tornan más importantes en la actualidad, dada la existencia de un creciente déficit hídrico, por las prolongadas sequías en la zona centro sur del país, la pérdida constante de especies por destrucción y alteración de hábitat y por su aporte en la batalla contra el calentamiento global al secuestrar altos contenidos de carbono.
La disminución de los humedales continentales se estima entre un 69% y un 75%, mientras que los humedales costeros se habrían reducido alrededor de un 62%. Ante este panorama el Ministerio del Medio Ambiente estableció recientemente un Plan Nacional de Protección de Humedales 2018-2022, el cual identifica 40 humedales en Chile, catalogados en nivel de prioridad, con un total de 250.000 ha. La idea es considerar a algunos como área protegida para apoyar su conservación y a otros como parques nacionales o santuarios de la naturaleza.
También se recalca el preocupante estado actual de los principales recursos pesqueros. El último informe de la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura, publicado el 2018, señala que de un total de 27 pesquerías estudiadas, 11 de ellas están sobreexplotadas y ocho colapsadas o agotadas. Sumadas representan el 70% de ese total. Una parte importante del 30% restante (ocho pesquerías en plena explotación o sub explotadas) opera en el límite de la explotación sostenible.
Por otro lado, el agotamiento de los recursos biológicos marinos ha estado relacionado tanto a condiciones ambientales como a extracción excesiva.
También el aumento en la incidencia de marejadas en los últimos años y el incremento de la frecuencia e intensidad de eventos extremos de oleaje podrían ser atribuidos al cambio climático, aunque aún es difícil establecer una relación de causa-efecto. Lo que sí está comprobado es que parte importante del calentamiento global ha sido absorbido por los océanos del mundo, lo cual ha afectado de manera significativa a los ecosistemas marinos. La fuerte incidencia de marejadas violentas en los últimos años está generando un importante daño erosivo en la costa, detectado en 28 de 35 playas del centro y norte de Chile. Esta fuerte erosión costera, atribuida al cambio climático, se refleja como un retroceso en la línea costera, la cual se mide en número de metros por año.


En 2018 Chile fue el segundo productor de peces salmónidos, con una producción total de 850 mil toneladas, y segundo productor mundial de choritos (mitílidos), con 350 mil toneladas. Ello generó un empleo directo e indirecto para aproximadamente 80 mil personas. Esta actividad, después de la minería, es la que más ingresos genera al país por concepto de exportación. Sin duda que se trata de una actividad económica relevante y es considerada como parte de la solución alimentaria para las demandas que habrá en 2050. No obstante, el actual funcionamiento y expansión de esta industria requerirá integrar un enfoque ecosistémico, el cual le permita evitar las crisis ambientales y sanitarias en las que más de alguna vez se ha visto envuelta.
En este informe se desarrollan también otros tópicos, además de analizar el rol estatal y su gestión, lo cual da cuenta de un panorama para nada alentador pero que, sin embargo, para Nicolo Gligo, director del Centro de Análisis de Políticas Públicas, tiene aún posibilidades de cambiar y todo gracias al movimiento social que hoy se vive en Chile, el cual demanda una nueva Constitución, que sepulte la heredada por la dictadura de Pinochet.
“Creo que es una buena oportunidad la nueva Constitución, que nos abre una ventana para revertir todas estas cosas que son fundamentales como mejorar la legislación ambiental, ordenar el territorio, generar unidades básicas, armónicas, no conflictivas. También para generar participación ciudadana en todos los temas, pues si yo no quiero que se ubique una empresa contaminante en mi ciudad, por más que cree mil puestos de trabajo, no se ubica y es la población la que tiene que dictar”, finaliza Giglo.
Pero mientras la demanda social se toma también su período de descanso y los medios de comunicación centran su atención en los mejores lugares para veranear en Chile esta temporada, qué comer y cómo protegerse del sol, las cabras y caballos de Punitaqui y Monte Patria pastorean en calma, a cientos de kilómetros de su punto de origen, como una muestra más de que la crisis hídrica es una realidad, que nos exige dejar de desviar la mirada ante el escenario dramático que estamos viviendo.