La Plataforma Oceánica de Canarias ha recogido al conocido como wave glider, un robot autónomo no contaminante que, en casi dos meses, se ha dedicado a recopilar datos de cetáceos que serán utilizados para comprender cómo el ruido del tráfico marítimo altera su hábitat



La soledad del océano ha acabado para el wave glider, un robot marino que ha recorrido en los últimos dos meses casi 2.000 kilómetros de océano, entre Azores, Madeira y Canarias, recopilando datos sobre el mar y escuchando continuamente sus sonidos, con el foco puesto en los cetáceos y en cómo el ruido del tráfico marítimo altera su hábitat.
Así lo ha anunciado la Plataforma Oceánica de Canarias (Plocán) que acaba de recoger del océano el artefacto, que pasará ahora un periodo de postprocesado de los datos obtenidos por los sensores instalados en el vehículo durante esta misión.
Cabe destacar que toda esta información está disponible de forma integra en internet. En el portal, cualquier interesado puede consultar datos sobre la ruta seguida, la temperatura de la superficie del mar, la del aire, la salinidad del agua, la presión atmosférica, la dirección y velocidad del viento o, incluso, las ráfagas más destacadas.
La travesía de este robot comenzó el 13 de noviembre del año pasado, cuando el Instituto Superior Técnico de Lisboa (IST) y la Universidad de Azores botaron al robot en la isla de Faial.
Desde entonces, permaneció en el agua durante 57 días, donde navegó a una velocidad que osciló los 3,6 km/h y el 0,1 km/h, dependiendo de la intensidad del oleaje, y siempre siguiendo la ruta que le marcaban a distancia desde el puerto de Taliarte, en Telde, donde tiene su base la Plataforma Oceánica de Canarias.
Este viaje servirá, según Tania Morales, ingeniera de Robótica de Plocán, para saber si entre los archipiélagos hubo alguna presencia de cetáceos, dilucidar de qué especies en concreto se tratan, dónde se encuentran y cómo interfieren en esa zona del océano los ruidos que provocan los buques.
«Necesitamos saber cómo estamos afectando a los cetáteos para poder protegerlos, para pensar en rutas más seguras, en las que intervengamos menos en su vida diaria”, ha explicado Tania Morales.


Mejores que los barcos
Con poco más de dos metros de eslora, este navegador autónomo ha recopilado datos tan detallados, o más, que los que hubiera tomado un buque oceanográfico con toda una tripulación científica embarcada durante varios días o semanas de campaña, y casi sin coste.
«Esta es una de las grandes ventajas que nos ofrece la robótica marina. Cuando utilizas buques oceanográficos necesitas contar con una cantidad de personas importante. Mover un buque oceanográfico es caro, puede costar del orden de los 30.000 euros diarios. Además, cuando ponemos un buque en el mar también estamos contaminando», ha señalado Tania Morales.
En este sentido, estos robots autónomos o gliders son capaces de desplazarse durante semanas o meses sin consumo de energía. Aprovechan para propulsarse fenómenos naturales como las olas (de ahí su nombre wave glider), el viento o la combinación de la gravedad y el principio de Arquímedes. Después, el sol surte de electricidad a los instrumentos que llevan a bordo.
«Estos robots llevan como diez años en el mercado y no han parado de crecer. Es una tecnología emergente, pero que ya está presente en casi todos los países europeos y en todos los continentes. Han venido para quedarse y claramente nos van a proporcionar un conocimiento más profundo del océano», ha apuntado Tania Morales.
