Un grupo de científicos ha estudiado los cantos de ballenas para analizar la composición y geografía de los fondos oceánicos. Esto ha sido posible gracias a la intensidad de los sonidos que producen, que pueden penetrar en la corteza y rebotar de nuevo hasta receptores sísmicos que recogen la información



Las altas presiones y la completa oscuridad suponen un bastión inexpugnable a la hora de cartografiar los océanos. Incluso con las tecnologías más avanzadas, la humanidad solo ha sido capaz de investigar con claridad el 20% de estas regiones, dejando en evidencia que conocemos mejor la geografía de Marte o de la Luna que la del suelo de nuestros propios océanos.
Este desafío, no obstante, ha despertado la imaginación de los científicos para dar con la tecla que desentrañe los misterios de nuestros fondos oceánicos. Un ejemplo es la reciente utilización de rayas pertrechadas con sensores de proximidad para analizar los fondos costeros de Japón.
Con la idea de aprovechar las ventajas de la naturaleza en nuestro beneficio, un equipo internacional de científicos ha anunciado una “idea simple y muy creativa” de analizar los fondos de nuestros océanos: utilizar los cantos de las ballenas.
Los cantos de estas ballenas son unos de los más ruidosos del reino animal
Sin embargo, mientras otros expertos dedicaban tiempo a eliminar estos ruidos de sus observaciones, Václav Kuna, de la Academia Checa de Ciencias en Praga, se preguntó si esa ‘basura acústica’ podría ser en realidad un tesoro para detectar zonas del suelo oceánico ocultas, como depósitos de petróleo o gas, además de para cartografiar el fondo de los mares.
De este modo, analizó el cántico de seis ballenas -unas 22 horas en total- con ayuda de unos sismómetros ubicados a 3.000 metros de profundidad en un área cercana a la falla de Blanco, frente a la costa de Oregon.
“Además de capturar sus cantos, los aparatos también pueden escuchar sus ecos, es decir, las ondas que atraviesan el suelo y rebotan en las capas de roca del subsuelo. Gracias a estos datos, pudimos evaluar tanto el espesor como la compactación de los sedimentos que componen el suelo oceánico a tres kilómetros de profundidad”, comentan los científicos en su estudio publicado en la revista Science.
Lo sorpréndete de esos hallazgos es que la información recogida fue similar a la expuesta por estudios previos en los que se utilizaron pistolas de aire a presión para analizar la corteza oceánica, aunque a una menor escala, ya que estos últimos aparatos podían penetrar en la tierra hasta ocho kilómetros.
Sin embargo, Václav Kuna cree que este enfoque podría ser de gran utilidad en ciertas partes del océano, como las áreas de conservación marina, donde las pistolas de aire están prohibidas porque sus fuertes ruidos perturban la vida marina, estudiar terremotos o cartografiar el fondo marino.
“Es fascinante que al escuchar estas finas melodías se pueda aprender algo sobre el medio ambiente”, comenta la bióloga marina Ana Širović, de la Universidad Texas, en Science. Para ella, la única desventaja es que este estudio se centra en el estudio de las ballenas de aleta, que no están dispersas por todo el mundo, por lo que cree que habrá que ampliar las investigaciones para ver si otros cetáceos pueden servir para este propósito.
