Científicos del Consejo Nacional de Investigación de Italia han aprovechado el confinamiento para impulsar la ciencia en su país a través del proyecto #scienzasulbalcone. Este trabajo involucró a la ciudadanía cuando salía a los balcones a animar para recoger datos sobre la contaminación lumínica en el país



La cuarentena ha hecho de los balcones y ventanas uno de los lugares mejor valorados de nuestro hogar. Gracias a ellos, la gente confinada ha podido establecer líneas de comunicación con el exterior que, sobre soto, se han manifestado en forma de aplausos y muestras de agradecimientos a aquellos que están luchando contra la pandemia en primera línea.
Sin embargo, en Italia, los ciudadanos han aprovechado esos momentos no solo mostrar su empatía, sino para colaborar con la ciencia, tal y como ha señalado el Consejo Nacional de Investigación de Italia (CNR, por sus siglas en italiano).
Todo empezó cuando varios ciudadanos salieron a sus balcones con el flash del móvil activado con el fin de ser captados por las cámaras de los satélites. Obviamente, desde el CRN han explicado que es imposible que un satélite logre percibir la luz del teléfono, pero que ese simple gesto les encendió una en la cabeza.
“En ese momento, nos preguntamos si era posible repetir ese momento para estudiar la contaminación lumínica en el cielo nocturno de Italia”, ha explicado Luca Perri, astrofísico y divulgador científico.
A raíz de ese acontecimiento surgió Scienza Sul Balcone (Ciencia en el Balcón, en español), un proyecto de ciencia ciudadana, concebido por Alessandro Farini, investigador del Instituto Nacional de Óptica (CNR-INO) y el anterior nombrado Luca Perri.
Los objetivos de este proyecto, según sus creadores, han sido aprovechar este momento de “cese de actividad” para impulsar a la conexión entre la ciudadanía y la ciencia y, por otro lado, hacer una contribución concreta para resolver un problema mayor como es la contaminación lumínica.
La ciencia ciudadana
Según el CSIC, la ciencia ciudadana involucra al público general en actividades científicas y fomenta la contribución activa de los ciudadanos a la investigación a través de su esfuerzo intelectual, su conocimiento general, o sus herramientas y recursos.
Los participantes aportan datos experimentales y facilidades para la investigación, plantean nuevas preguntas y crean, junto a los investigadores, una nueva cultura científica. Al tiempo que añaden valor a los proyectos de investigación, los voluntarios adquieren nuevos conocimientos y habilidades, así como una comprensión más profunda y atractiva del trabajo científico.
Como resultado de este escenario abierto, en red y transdisciplinar, se produce una mejora en las interacciones ciencia-sociedad-política que conduce a una investigación más democrática.
“Con este experimento, queríamos acercar a los ciudadanos a las técnicas de medición, para permitirles ver el proceso, en ocasiones complejo, y permitirles participar en el método científico», ha señalado Luca Perri por su parte.
Para llevar a cabo el proyecto, se solicitó a los participantes que, antes de comenzar con el experimento, descargasen una aplicación móvil dedicada y apagasen la luz de sus hogares. Después, se les explicó que giraran las pantallas de sus teléfonos hacia la fuente de luz más intensa y cercana a sus casas, como una farola o un cartel luminoso.
De este modo, los sensores de brillo que componen la pantalla de muchos teléfonos actuales pudieron, a través de la app, medir la luminiscencia de la fuente de luz principal que se puede ver desde las ventanas de las casas, por ejemplo, una farola o un letrero. Usando esos sensores, la aplicación mide la iluminancia de la fuente de luz, o brillo, en unidades lux (lx), que es la unidad derivada del Sistema Internacional de Unidades para la iluminancia o nivel de iluminación.
Según Luca Perri, el experimento se ha llevado a cabo durante las noches del 23 y 25 de marzo, jornadas en las que cerca de 6.000 italianos salieron a sus balcones para ser partícipes del proyecto.
Este autor ha explicado a través de sus redes sociales que aún es muy pronto para sacar conclusiones claras, ya que es necesario contrastar la información del trabajo con otros datos correlacionados. No obstante, en una publicación en su Instagram ha informado que ya tienen en su poder cierta información curiosa, como el tipo de sistema operativo de los dispositivos de medición.
“El 74% de los participantes tomó medidas con un dispositivo Android, mientras que el 26% lo hizo con un dispositivo iOS. Es curioso porque Android domina el mercado de smartphones en Italia con un 81, 4% de la cuota, pero es choerente si tenemos en cuenta nuestra página web, donde se colgaron las bases del proyecto, es visitada por un 70% de usuarios Android”, ha comentado Luca Perri.
“Estos datos son interesantes porque, dependiendo del modelo, el terminal tendrá unos sensores diferentes al resto”, ha añadido.
Un problema mundial
Italia no es el único país que sufre este tipo de contaminación. Toda Europa, al igual que la gran mayoría de regiones del mundo, está bajo el yugo de este tipo de polución.
Según el Ranking de la contaminación lumínica en España, lanzado el año pasado, Bilbao, Valencia y Barcelona son las ciudades con más contaminación de este tipo, aunque Madrid y las poblaciones de su entorno, por el tamaño de la aglomeración urbana, conforman el gran monstruo de luz que se ve desde cualquier punto de la Península.
El astrofísico español Alejandro Sánchez declaró en el momento de la publicación de ese estudio que esa contaminación supone un grave perjuicio para la salud humana e, incluso, para la flora y la fauna al existir seres que necesitan la oscuridad para realizar sus ciclos biológicos.
Dentro de ese grupo se encuentran las luciérnagas, que durante los últimos años han visto reducidas sus poblaciones como consecuencia de la acción humana, concretamente por el aumento de este tipo de contaminación.


