Un nuevo estudio relaciona las grandes erupciones volcánicas, como las que ocurrieron durante el siglo XIX, con cambios persistentes en el hidroclima global. Para llegar a sus conclusiones, los expertos utilizaron un conjunto de datos climáticos que abarca más de 2.000 años



El monstruo que habita las entrañas de nuestro planeta parece estar dispuesto a liberarse de su cárcel de roca con ayuda de los cientos de túneles que dan al exterior. El Etna, el volcán más alto de Europa, dejó constancia de ello con una violenta erupción el pasado 16 de febrero, seguida de otras, como la del Kliuchevskói, en Rusia, o el volcán Pacaya, a tan solo 50 kilómetros de la capital de Guatemala.
Aunque, siendo sinceros con la realidad, más que a un monstruo de roca fundida, lo que estos volcanes sí que están liberando son grandes cantidades de gases que contienen azufre hacia la atmósfera y que, según los científicos de la Universidad de Albany, en los Estados Unidos, pueden tener implicaciones en el desarrollo futuro del cambio climático.
Principalmente, lo que estos expertos sostienen es que las grandes erupciones, como las que vivió el mundo durante el siglo XIX, tienen el potencial de perturbar la relación climática entre el binomio océanos-atmósfera, llegando a afectar a los patrones globales de lluvia y temperatura, así como la actividad ciclónica. No obstante, señalan que esta relación entre vulcanismo y ciclo hidrológico es aún objeto de debate.


“Solo cinco erupciones tropicales, comenzando con la del Krakatoa en la década de los 80 del siglo XIX, liberaron las suficientes cantidades de gases como para influir notablemente en el sistema climático. Numerosos estudios se han centrado en medir el impacto de estos gases a nivel de temperaturas, más que en su influencia en los océanos y ciclo hidrológico”, señalan los expertos de Albany en un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.
Para arrojar un poco de luz al asunto, los científicos de la universidad americana utilizaron un producto proxy que emplea archivos climáticos naturales para comprender mejor los impactos hidroclimáticos globales y estacionales de todas las erupciones tropicales conocidas durante el último milenio.
«No hemos tenido una gran erupción volcánica en 30 años, así que creo que tendemos a olvidar la magnitud de la alteración social que pueden causar», comenta Mathias Vuille, profesor del Departamento de Ciencias Atmosféricas y Ambientales de la Universidad de Albany, y coautor del estudio.
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En concreto, este nuevo conjunto de datos, llamado producto Paleo Hydrodynamics Data Assimilation (PHYDA), es una reconstrucción global disponible públicamente de las condiciones de temperatura e hidroclima durante los últimos 2.000 años, que se estiman combinando información de un modelo climático y una colección global de 2.591 registros de anillos de árboles, 197 registros de corales y escleroesponjas, 153 registros de isótopos de núcleos de hielo, 26 registros de sedimentos de cuevas, 10 registros de sedimentos de lagos y un registro de sedimentos marinos.
Usando PHYDA, los investigadores pudieron comparar sus nuevas respuestas climáticas estimadas por proxy al vulcanismo con las derivadas exclusivamente de un modelo climático utilizando el Conjunto del Último Milenio del Modelo del Sistema Terrestre Comunitario (CESM-LME).
«Los árboles y los otros archivos climáticos naturales incluidos en el PHYDA estaban allí para ver estas erupciones volcánicas. No es una construcción teórica», explica Jason Smerdon, investigador de PIRE CREATE y profesor del Observatorio Terrestre Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia.
«Esta fue la primera vez que pudimos utilizar este nuevo producto indirecto como una estimación de las respuestas climáticas volcánicas en el pasado, y la imagen que pinta ha dado sorpresas en términos de lo grandes y persistentes que pueden ser los impactos hidroclimáticos del vulcanismo», añade Jason Smerdon.
Los investigadores están de acuerdo en que comprender por qué existen discrepancias entre los impactos hidroclimáticos estimados a partir de un producto basado en proxy y un modelo climático independiente será fundamental para proyectar cómo las futuras erupciones volcánicas pueden afectar el clima global, especialmente con los impactos adicionales del cambio climático antropogénico.
