La ciencia se presenta como la llave que nos abrirá las puertas de un futuro mejor, pero España ha estado estos años a la cola europea de inversión en este sector. Ahora, se pretende impulsar la innovación con planes de choque que, advierten los expertos, pueden no ser suficientes. Nuestro país destina a I+D+i un 1,24% del PIB, cuando la media europea supera el 2%. En los últimos años aumenta la apuesta privada en nuestro país, pero la inversión pública se queda atrás



Desde la primera crisis originada a raíz de un brote de coronavirus, la ciencia manifestó su inquietud sobre la posibilidad de que una cepa similar se pudiera expandir por todo el mundo alimentada por los avances en materia de globalización.
Sin embargo, los llamamientos a la prudencia fueron ignorados y, tras tres brotes de patógenos altamente contagiosos en 17 años, las advertencias al final cobraron vida con el SARS-CoV-2, un virus respiratorio que en cuestión de días resquebrajó los pilares en los que se sustentaba el mundo.
No obstante, la experiencia vivida tras el shock de los primeros meses sirvió como despertar para que un gran segmento de la sociedad comenzase a recapacitar sobre sus capacidades, prioridades y, sobre todo, sobre el papel que la ciencia debía tener en el nuevo mundo. Un mundo que necesitaba esa rama de conocimiento no solo para salir de esta crisis, sino para evitar las futuras y vertebrar los cambios hacia un modelo de desarrollo sostenible.
En los últimos años aumenta la apuesta privada en nuestro país, pero la inversión pública se queda atrás
En Europa, los niveles de la inversión en investigación y desarrollo rondan en la actualidad el 2,11% de Producto Interior Bruto (PIB), cifra similar que invierte la economía china desde el año 2015. España, en este sentido, deja mucho que desear ya que, si bien la inversión se ha incrementado ligeramente en el periodo 2009-2018 hasta alcanzar los 14.946 millones de euros en 2018 -cantidad similar a la presente antes de la crisis del 2008-, esta cifra representa tan solo el 1,24% de nuestro PIB.


De este modo, España no solo ha incumplido el Plan Estatal de investigación científica que marcaba un objetivo del 2% para el año 2020, sino que nos hemos situado como uno de los países que peor crecimiento en inversión I+D+i ha experimentado en Europa. Alemania, por ejemplo, ha incrementado sus inversiones un 38% en el periodo 2009-2018, y España es uno de los estados que encabeza los últimos puestos del ranking europeo de inversión proporcional con respecto al PIB.
Según el balance 2020 de la fundación COTEC para la innovación, la explicación de esta diferencia entre España y la media de la Unión Europea en términos de I+D no hay que buscarla en el potencial económico de nuestro país, sino en el comportamiento de las inversiones por parte de los sectores público y privado.
“Si tomamos los valores medios de la UE-28 como un índice 100, la renta per cápita española alcanzaría los 91 puntos, mientras que la inversión en I+D por habitante se quedaría en 49. Esta cifra sería la sexta peor en el conjunto de los 28”, detalla COTEC en su informe.
En cuanto a la inversión pública, España ha experimentado un crecimiento acumulado entre el 2010 y el 2018 del -9,8%, muy alejado de la tendencia europea donde esta cifra se sitúa en el 10,5%.


Mientras, la inversión empresarial ha ascendido en el 2018 por cuarto año consecutivo hasta situarse en los 8.445 millones de euros y, además, “lo ha hecho con mayor intensidad, un 9,3%, frente al 3,0% y 8,4% de 2016 y 2017”, tal y como lo subraya COTEC.
Por otro lado, durante el 2018 ha crecido el número de empresas con I+D interna hasta situarse en las 10.843, aunque sigue siendo 70% aproximado de las que existían en el 2008, siendo las pymes las que más han desaparecido. Dado el tejido empresarial de nuestro país, esta reducción en las pequeñas empresas ha repercutido notablemente sobre el porcentaje total de inversión por parte de este sector.
Esto es porque en España, a diferencia del resto de la UE, las pymes suponen aproximadamente el 46% de la inversión, dejando el 54% restante a las grandes empresas. En Europa, estas últimas son las que realizan la mayoría del esfuerzo (92%).
“En términos de esfuerzo, la inversión en I+D de las pymes españolas en 2017 equivalía al 0,30% de nuestro PIB, muy por encima del 0,18 % de las pymes alemanas o el 0,23 % de las británicas”, subraya COTEC.
El empleo en ciencia
La ciencia empleó durante el 2018 a 225.696 personas, de las cuales 140.120 eran investigadores y el resto personal investigador, técnico y auxiliar. En total, en el 2018 se contrataron a 9.952 personas y 6.907 investigadores más que en 2017. Sin embargo, mientras que en ese año siete casi siete de cada diez nuevos puestos de investigadores se crearon en el sector público, en 2018 solo fueron 3 de cada 10.
“Mientras el sector público todavía no ha recuperado los investigadores que tenía en 2009, el sector empresarial, que superó esa cifra en 2016, tiene en 2018 casi un 18 % más. No obstante, los investigadores públicos seguían siendo mayoría en España en 2018, con el 61 % del total”, señala el informe de COTEC.
En cualquier caso, España, con un 0,73% de ocupados dedicados a la investigación, está por debajo del promedio europeo, del 0,93 %, y también por debajo de varios países con un potencial económico inferior.
En cualquier caso, COTEC advierte que “las empresas españolas no reducen la brecha con el promedio europeo, que sigue ensanchando en términos de esfuerzo”. “La inversión en I+D de las empresas españolas en 2018 equivalía al 0,70 % del PIB, tres centésimas más que el año anterior, pero todavía por debajo del 0,73% de 2008”, añade la fundación.
A estos desbarajustes en la inversión hay que añadir estanqueidad en las financiaciones de ambos sectores, demostrando la limitada colaboración estructural en I+D existente entre ambos segmentos.
“En 2018, el sector público continúa financiando el 85% de su propia I+D, de forma análoga al sector privado, donde las compañías españolas siguen financiando el 83% de la inversión empresarial en I+D”, subrayan desde COTEC.
Objetivo: salvar la ciencia
En medio de la profunda crisis del coronavirus, el Gobierno presidido por Pedro Sánchez presentó en julio de este año un Plan de Choque para impulsar la ciencia en nuestro país en un plazo de dos años y no permitir su retroceso en el contexto en el que vivimos, tal y como había sucedido en pasadas crisis.
El esfuerzo inversor de las pymes españolas está por encima de las de Alemania; es el Estado el que se queda atrás
Sin embargo, no todo lo que reluce es oro y desde COTEC recuerdan que, dada la época de incertidumbre política, económica y social en la que vivimos, es posible que el Plan de Choque no pueda superar una serie de desafíos que lo trasladen irremediablemente a ser una mera declaración de intenciones en vez de ser un auténtico balón de oxígeno.


Principalmente, la fundación señala a la baja ejecución de las partidas presupuestarias destinadas a la I+D+I como una “constante en las políticas de este ámbito que amenazan la eficiencia de las prestaciones”. Según ellos, de aplicarse la actual tasa de ejecución, localizada en el 50%, o la más baja, del 25%, el plan del gobierno desembocaría en un fracaso más.
“Por ejemplo, si de los 500 millones en préstamos se reprodujese una ejecución del 25%, eso querría decir que tan solo se utilizarían uno de cuatro euros propuestos, por lo que no se cumplirían con las expectativas propuestas”, señalan desde COTEC.
En el propio Plan se afirma que se crearán nuevos instrumentos financieros para paliar el problema de la baja ejecución, pero todavía no se conoce en qué consistirán o si resultarán atractivos para las empresas”, añaden desde la fundación.
A este desafío, COTEC comenta la ineficiencia de las empresas a la hora de aprovechar los incentivos fiscales “a pesar de ser uno de los más ventajosos de Europa” y, sobre todo, advierte sobre el mayor de los problemas: el 75% del plan de choque está basado en unos presupuestos que aún permanecen en el aire.
Sin embargo, el Plan de Choque tan solo es una pieza más que imbrica la Estrategia Española de Ciencia, Tecnología e Innovación (EECTI) para el periodo del 2021 y 2027 y con la que el Gobierno pretende duplicar los recursos financieros públicos y privados para alcanzar así una inversión en ciencia del 2,12% del PIB español que nos equipare a la media europea.
Para la Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE) esta estrategia puede ser de especial relevancia como instrumento para impulsar los cambios en el Sistema Español de Ciencia, Tecnología e Innovación (SECTI) insistentemente reclamados por el colectivo científico en general. No obstante, y al igual que ocurre con el plan de choque, advierten que existen fallos en su planteamiento que lo hacen peligrar.
El sector público todavía no ha recuperado los investigadores que tenía en 2009, mientras que el empresarial, que superó esa cifra en 2016, tiene en 2018 casi un 18 % más
“España necesita una Estrategia de Ciencia, Tecnología e Innovación que, ineludiblemente y por diversas razones, precisa tener como referente el planteamiento de la Unión Europea”, explican.
Para lograr esa sintonía, informan que se debe lograr un equilibrio entre los principios estratégicos europeos y sus políticas científicas y, sobre todo, “la estrategia española debe entender realmente la situación de nuestro país y, por encima de todo, potenciar nuestras fortalezas con el fin ganar ventaja competitiva frente al resto de potencias”.
Ahora bien, tanto Cla OSCE como COTEC coinciden en que las cosas aparentemente están mejorando para la ciencia y, aunque los planes aún no se ajusten a la realidad de la innovación científica española ni a sus necesidades, lo cierto es que se ha observado un cambio de paradigma que, irónicamente, el coronavirus ha desencadenado.
La ciencia es necesaria para nuestro progreso y tanto empresas como entidades públicas deben remar en unión hacia unos mismos objetivos para sacar a flote este barco que, durante años, ha quedado abandonado. La pandemia ha demostrado que el anterior mundo ya no existe y que nuestra única opción es conseguir llegar a una meta simple, pero significativa: el 2%.
