En el desierto chileno, el lugar más árido de la Tierra, pueden pasar décadas sin llover. Investigadores del Centro de Astrobiología español recogieron muestras del suelo durante un breve periodo húmedo en el año 2015 para estudiar su respuesta a los cambios y establecer analogías con lo que podría ocurrir con la vida en Marte



Un equipo científico, liderado por investigadores del Centro de Astrobiología (CAB, CSIC-INTA), ha estudiado las consecuencias que tuvieron para los microorganismos del desierto de Atacama las abundantes lluvias que se registraron en esta zona en 2015.
Si alguna vez existieron, los últimos microorganismos activos del Marte Temprano pudieron haberse desarrollado de manera similar a los de Atacama: reactivándose tras un evento de lluvias infrecuente y especialmente copioso, explica el CAB en un comunicado de prensa.
El desierto de Atacama (Chile), el más antiguo y seco de la Tierra, registra precipitaciones significativas (más de 2 mm por metro cuadrado) apenas una vez cada 10 años. Este hecho, unido a las fluctuaciones térmicas que se dan entre las temperaturas diurnas y las nocturnas, la intensa radiación ultravioleta que llega a su superficie y la presencia en sus suelos de compuestos inorgánicos, tales como percloratos, convierten a este desierto en uno de los análogos terrestres de Marte más relevantes.


Sin embargo, es posible que ocurran fenómenos esporádicos de lluvia, como el que se dio en marzo de 2015, cuando se registraron datos de entre 40 mm y 90 mm de precipitación acumulada. Entonces, los científicos recogieron numerosas muestras que se están analizando aún hoy y de la que se están extrayendo numerosas e interesantes conclusiones.
Así, un nuevo estudio, liderado por investigadores del Centro de Astrobiología y publicado en la revista científica Frontiers in Microbiology, muestra que tras este episodio de intensas lluvias hubo microorganismos que sobrevivieron al aumento de las condiciones de humedad.
Hubo también hubo algunos que “no solo resistieron estas nuevas condiciones creadas, sino que aprovecharon el incremento de la humedad para activar su metabolismo celular y, por tanto, su desarrollo”, comenta Miguel Ángel Fernández-Martínez, investigador del CAB y autor principal del estudio.
En concreto, el equipo científico recogió las muestras analizadas tan solo tres días después del episodio de lluvia y ha estudiado su efecto sobre las comunidades de microorganismos del suelo y el subsuelo de zonas de playas y abanicos aluviales.
Los investigadores detectaron en un primer momento que durante esos tres días el agua ya había descendido casi por completo desde la superficie, acumulándose mayoritariamente entre los 10 y los 20 centímetros de profundidad.
Esperan saber qué pudo ocurrir con la vida en el pasado de Marte, cuando eventos esporádicos de lluvias eran seguidos por largos períodos hiperáridos
“Apreciamos que, pese a que los grandes grupos microbianos dominantes de los ecosistemas del suelo en las situaciones de máxima aridez mantenían su presencia, grupos más pequeños aprovechaban el reciente incremento de humedad para desarrollarse de manera significativa”, explica Fernández-Martínez.
Una de las técnicas utilizadas para analizar las muestras ha sido la llevada a cabo por el LDChip (Life Detector o detector de vida), un inmunosensor basado en anticuerpos acoplado al instrumento SOLID (Signs Of LIfe Detector o detector de signos de vida), ambos desarrollados en el Centro de Astrobiología.
Este desarrollo de las comunidades microbianas trae consigo una recarga de biomarcadores en el suelo del desierto, cuya preservación con las condiciones de aridez creciente tras este episodio de lluvias puede ser investigada tomando como punto de partida este estudio.
Además, dadas las similitudes del ambiente de Atacama con Marte, este estudio puede también tomarse como un escenario análogo para estudiar el registro y preservación de biomoléculas en el contexto del Marte temprano y húmedo, donde eventos esporádicos de lluvias eran seguidos por largos períodos hiperáridos.
De igual manera, “permite reforzar la capacidad del LDChip para proporcionar información fehaciente y de gran valor en una posible futura misión de detección de vida enviada al planeta rojo”, concluye Miguel Ángel Fernández.
