Los comienzos del Universo, con la teoría del Big Bang, datan de la friolera de hace 13.800 millones de años (millones arriba o abajo). Nuestro planeta se originó a la vez que el sistema solar donde habitamos. Pasó de ser una nube de gas, rocas y polvo en rotación, a un lugar que ha sufrido muchas transformaciones. De ser un puro magma de lava, a enfriarse poco a poco e inundarse de agua, procedente de muchos meteoritos. De su evaporación, surgieron las nubes, la lluvia y los mares que ocupan, actualmente, casi el 70% de la superficie, tras la separación de las masas de tierra que dieron lugar a los continentes. Con el agua, surgió el ciclo de la vida.
La Bioacústica es una ciencia multidisciplinaria que combina la biología y la acústica. Es decir, es el estudio de las señales acústicas producidas por los seres vivos, su dispersión a través de un medio y su recepción en animales. En la acústica marina, también se refiere a la propagación del sonido bajo el agua causado por la fauna.
Bajo el agua, el sonido es sinónimo de vida. La luz sólo penetra unos metros por debajo de la superficie, por lo que no sirve para transmitir información a larga distancia. El sonido, en cambio, viaja cientos de kilómetros y cumple una función biológica vital para todas las especies. Gracias a la Bioacústica, se puede investigar el aparato de fonación y los procesos que producen las señales acústicas en el organismo de los seres vivos, el seguimiento de poblaciones, los mecanismos de identificación y comunicación entre ellos, o los efectos de los ruidos causados por las actividades humanas.
Michel André (Toulouse, Francia, 1963) es un investigador de bioacústica. En 1992, la compañía Trasmediterránea, tras varios choques de sus ferries con cachalotes en las Islas Canarias, causando incluso la muerte de un pasajero, contrató un estudio para comprobar las rutas migratorias de estos animales. André formó parte de esa investigación. André y su equipo lograron demostrar una contaminación acústica en los océanos debido a las actividades humanas. Los ruidos artificiales generados desde la era industrial constituyen una amenaza invisible y permanente para el equilibrio de los ecosistemas marinos.


Actualmente, Michel André dirige el Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas (LAB) de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC), fundada en 2003. Es el mayor archivo de sonidos de fauna marina, terrestre y de la incidencia humana del mundo.
Las investigaciones de André han demostrado que todas las especies marinas sufren la contaminación acústica: para las especies que pueden oír (ballenas, delfines y la mayoría de los peces), si los sonidos que reciben proceden de fuentes artificiales, puede impedirles orientarse, alimentarse o evitar una colisión con un barco. Los invertebrados (medusas, mariscos, erizos de mar, crustáceos) no oyen, pero tienen órganos responsables de su equilibrio en el agua. Cuando se exponen a un sonido intenso, estos órganos se traumatizan automáticamente, y no pueden alimentarse ni orientarse. Estas especies mueren en pocos días.
Las actividades humanas producen fuentes de bajas frecuencias que se propagan a miles de kilómetros y, si no encuentran obstáculos, no pierden su intensidad. Por ejemplo, el ruido del motor de un transatlántico producido en Barcelona puede oírse en Sicilia. Sin embargo, a diferencia de otros tipos de contaminación (plástico, petróleo, residuos químicos), basta con reducir el ruido antropológico para que desaparezca.
La Fundación The Sense of Silence
“El LAB nace para responder con soluciones tecnológicas a la conservación del hábitat marino y prevenir su deterioro progresivo. Tiene como objetivo principal el desarrollo de aplicaciones capaces de limitar los efectos del ruido antropogénico en el mar y contribuir al desarrollo sostenible de las actividades marítimas”, dice el propio LAB.
En 2007, creó SONSETC, una empresa que, con las tecnologías innovadoras desarrolladas en el LAB, orienta a las industrias en el respeto al medio ambiente en el que operan. A través de una tecnología pionera nacida de la bioacústica y de un programa científico único basado en la escucha de los sonidos de la naturaleza, Michel André creó en 2014 la Fundación The Sense of Silence. En ella se trabaja para resolver el conflicto entre naturaleza y humanidad.
A través de más de 150 observatorios acústicos con las técnicas más punteras de inteligencia artificial, The Sense of Silence monitorea los paisajes sonoros las 24 horas del día, tanto en tierra como en el mar, y alerta a los gobiernos y a los causantes de las alteraciones. Analiza e identifica en tiempo real todos sus componentes: sonidos de animales, ruidos de origen humano y fenómenos naturales. Una vez analizados, ofrece soluciones adaptadas a cada hábitat, en colaboración con las comunidades indígenas locales, que son los verdaderos guardianes de la biodiversidad.
Actualmente presente en la mayoría de los océanos, en la selva amazónica y en Asia, esta tecnología ha permitido realizar la primera cartografía mundial de contaminación acústica submarina. Gracias a sus datos, la Fundación inicia programas de conservación específicos en el mundo entero.
Entre sus iniciativas principales, se encuentran las siguientes:
1.- Listen to the Poles es un programa de investigación que forma parte del internacional LIDO (Listen to the Deep Ocean) para monitorear la biodiversidad marina tanto en el Ártico como en la Antártida. Su misión es comprender el equilibrio dinámico de los océanos mediante el análisis de sus paisajes sonoros, y proponer soluciones para protegerlo.
2.- Project Providence. Basándose en la alta tecnología llamada “Providence Nodes”, este programa monitorea continuamente los hábitats naturales, a través de su red de sensores inalámbricos instalados por toda la selva amazónica, que actúan como observatorios autónomos de la vida salvaje por debajo de la cubierta forestal. Este sistema permite la identificación acústica y visual de más especies que cualquier otro sistema.


3.- The Blue Boat Initiative. Las grandes ballenas capturan 33 toneladas de CO2 durante su vida, 1.500 veces más que un árbol, y contribuyen a producir el 50% del oxígeno que consume el planeta. Con este programa se pretende, mediante la instalación de la primera red mundial de boyas inteligentes a lo largo de la costa del Pacífico oriental, la detección en tiempo real de las vocalizaciones de las grandes ballenas. Con esta información se avisará a los buques de su presencia para que puedan reducir su velocidad y, por tanto, evitar el riesgo de colisión.
4.- African Gran Apes. Este programa tiene como objetivo instalar una red de observatorios acústicos que cubran toda la zona de 27 santuarios africanos, ofreciendo una solución única para proteger a los grandes primates. El monitoreo continuo de su población contribuye a preservar la biodiversidad africana. Es un hecho que la población de grandes primates africanos está amenazada y se ha fragmentado debido a la deforestación, caza furtiva, comercio ilegal de carne silvestre y otros comercios ilegales.
5.- XPrice. El XPrize RAINFOREST es un concurso de cinco años con un premio de 10 millones de dólares, que tiene como objetivo mejorar nuestra comprensión de las selvas tropicales. Reconocerá las nuevas tecnologías que permitan estudios rápidos y exhaustivos de la biodiversidad de las selvas tropicales y que utilicen esa información para promover su conservación en todo el mundo. La Fundación Sense of Silence ha decidido competir por el XPrize, aportando sus avanzados desarrollos en tecnología bioacústica. El equipo, formado por científicos de la Universidad Politècnica de Cataluña, BarcelonaTech (UPC) y del Instituto de Mamirauá (IDSM, Amazonas, Brasil) tendrá un tiempo limitado para explorar una zona de selva tropical, evaluar su biodiversidad y elaborar una visión que integre múltiples fuentes de datos para documentar el estado de salud de la selva.
