Solo un vistazo a los obituarios de 2020 nos hace ser conscientes de que algo raro ha pasado este año. Desde el mes de marzo, “coronavirus” como causa de muerte se repite con demasiada frecuencia. Las estadísticas confirman un exceso de mortalidad en muchos países y eso ha repercutido también en los científicos.
En El Ágora queremos hacer un pequeño homenaje a los investigadores y figuras relacionadas con el medio ambiente que nos han dejado en este año, como consecuencia de la pandemia o por cualquier otra causa. Su legado permanece.
La triste huella de la COVID-19
Si nos centramos en los científicos que han fallecido debido a la COVID-19, en España es el caso de Miguel Ángel Troitiño (1947-2020), catedrático de Geografía Humana de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). “Recogemos con orgullo la herencia de una forma de hacer geografía no anclada en el ensimismamiento de la academia, sino volcada también con la práctica profesional y, sobre todo, con el compromiso social y la transferencia de conocimiento”, escribían sus compañeros Manuel de la Calle, María García y Carmen Mínguez.


Fuera de nuestras fronteras, fallecía como consecuencia de esta enfermedad el botánico estadounidense W. Arthur Whistler (1944-2020), especializado en las plantas tropicales de Hawái (Estados Unidos) y de las islas del Pacífico. “Fue un científico, naturalista y profesor que influyó en las vidas de estudiantes, compañeros y comunidades en todo el Pacífico”, recordaba David Lassner, presidente de la Universidad de Hawái, donde el botánico era profesor.
De Estados Unidos también era el paleontólogo Robert L. Carroll (1938-2020), especializado en anfibios y reptiles. Profesor de Biología en la Universidad McGill (Canadá), una de sus antiguas alumnas lo describía en Twitter como “un gigante en el mundo de la paleontología”. Según Montreal Gazette, uno de sus objetos más preciados era un fémur de Allosaurus que recibió como regalo de Navidad cuando tenía 10 años.


El escritor y cartógrafo inglés Tim Robinson (1935-2020), que fue elegido miembro de la Real Academia de Irlanda en 2010, también falleció debido al SARS-CoV-2. Entre sus trabajos destaca el detallado estudio que hizo sobre la costa oeste de Irlanda.
No muy lejos de allí, en Gales, nacía el físico atmosférico John T. Houghton (1931-2020). Fue copresidente del grupo de trabajo de evaluación científica del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), editor principal de los tres primeros informes del organismo y profesor de física atmosférica en la Universidad de Oxford (Reino Unido).
Recibió la medalla de oro de la Royal Astronomical Society (1995) y, como recuerda The New York Times, fue una de las voces que ya en los 90 dieron la voz de alarma frente al cambio climático.
La revista Science ha destacado su figura en su resumen del año.


Esta publicación también recuerda el legado del antropólogo peruano Ricardo Valderrama (1945-2020). Aunque en las dos últimas décadas se centró en su carrera política, antes de eso destacó como uno de los primeros antropólogos en establecer contacto con los Kugapakori, un grupo indígena de la Amazonia peruana. Como alcalde interino de Cuzco, lideró la respuesta frente a la actual pandemia, visitando mercados y otras áreas de la ciudad donde pudo contagiarse con el coronavirus que acabó con su vida.
De la filosofía de la ciencia a la botánica
Este año el mundo de la ciencia también se puso de luto por la pérdida del físico y filósofo de la ciencia Mario Bunge (1919-2020). El reconocido científico argentino –premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 1982– combatió durante toda su vida las pseudociencias. “Se las debe someter a examen crítico, no solo para limpiar la cultura, sino también para impedir que los curanderos limpien nuestros bolsillos”, subrayó en el libro Las pseudociencias, ¡vaya timo! (2011).


Otra figura reconocida fue el español Miguel Cordero del Campillo (1925-2020), pionero en la parasitología veterinaria. Entre los numerosos galardones que recibió destaca la Encomienda de la Orden de Alfonso X (1978). “Puede considerarse el padre de la parasitología veterinaria española”, señaló el veterinario Francisco Rojo a Animal’s Health.
También despedimos este año al español Salvador Rivas (1935-2020). Apasionado por el alpinismo desde su niñez, fue director del Real Jardín Botánico de Madrid y catedrático de Biología en la Universidad Complutense de Madrid. “Estuvo en la primera expedición española a los Andes de 1961 y también, en el Cáucaso en 1968”, afirmaba el escalador José Luis Rubayo a Desnivel.


Fuera de España, el estadounidense Calaway H. Dodson (1928-2020) dedicó su vida al estudio de las orquídeas, sobre todo las de Ecuador. Casado con la botánica ecuatoriana Piedad Mármol, dominaba el español, que usaba en sus numerosos viajes a Latinoamérica para estudiar sus admiradas plantas. “Fue responsable de describir, solo o con compañeros, 770 especies de orquídeas para la ciencia”, resaltó al Herald Tribune Bruce Holst, vicepresidente de Botánica del Jardín Botánico Marie Selby (Estados Unidos), que Dodson fundó y dirigió.
La pasión de Norman I. Platnick (1951-2020) no eran las orquídeas sino las arañas. Los medios hablaban de él como el “verdadero Spider-Man”. Fue conservador de la división de Zoología de Invertebrados del Museo Americano de Historia Natural (Estados Unidos), que cuenta con la mayor colección de arañas del mundo. Añadió 158 géneros y 2.023 especies a la base de datos taxonómica y ayudó a expandir las 48.000 especies conocidas. “Tenía tres pasiones en la vida: mi madre, las arañas y el coleccionismo”, destacó su hijo según The New York Times.
El legado de la arqueología
Son varios los arqueólogos que nos han dejado este 2020. En España destaca Paloma Cabrera (1954-2020), especialista en arqueología griega y conservadora jefa del departamento de Antigüedades Griegas y Romanas del Museo Arqueológico Nacional. Además de resaltar su prestigio, desde el museo recalcaban a través de Twitter que era “una compañera con una calidad humana excepcional”.


También español era José María Naveiras (1942-2020), fundador y director del Museo Etnográfico de Grandas de Salime (Asturias). Conocido como “Pepe el Ferreiro” porque de joven trabajó en la fragua de su padre, tras su muerte, la consejería de Cultura, Política Lingüística y Turismo del Principado propuso que el museo que puso en marcha lleve su nombre.


Fuera de nuestras fronteras, nos decía adiós el italiano Mario Torelli (1937-2020), profesor de Arqueología e Historia del Arte Griego y Romano en la Universidad de Perugia (Italia). Recibió el Premio Balzan de arqueología clásica de manos del presidente italiano Giorgio Napolitano en 2014 “por el carácter profundamente innovador de sus estudios en todas las áreas principales de la cultura antigua, desde la griega hasta la etrusca y la romana”.
Otro arqueólogo que fallecía este año era el ruso Yuri A. Mochanov (1934-2020), especializado en la arqueología del Paleolítico y de las primeras etapas de ocupación humana en el noreste de Asia. Fue miembro de la Academia Rusa de Ciencias Naturales.
Ingenieros al servicio de la tierra
El nombre de Juan de la Cierva nos recuerda al inventor del autogiro, el precursor del helicóptero. Así se llamaba también su sobrino, Juan de la Cierva y Hoces (1929-2020), inventor como su tío. En 1970 se convirtió en el primer español en recibir el Óscar por su aportación técnica al mundo del cine. Pero su carrera también tuvo grises: fue procesado por apropiación indebida en 1981. En 2004 registró su último invento, el heligiro.
Otra ingeniera, aunque en este caso agrónoma, fue Ana Maria Primavesi (1920-2020). Nacida en Austria, se trasladó a Brasil en 1948 y allí pasó su vida, convirtiéndose en la impulsora de la agroecología. De los casi 100 años que vivió, 80 los dedicó a la ciencia. “Mi pasión es la tierra porque todo depende de ella, incluidos los hombres”, dijo en una entrevista a Globo Rural.
Sobre la tierra, más en concreto, sobre su composición geoquímica investigaba Erik Mijáilovich Galímov (1936-2020). Este científico ruso, que entre sus áreas de investigación también tenía el origen de los diamantes, fue galardonado con el Premio Estatal de la Federación de Rusia en Ciencia y Tecnología en 2015.
Sin abandonar la tierra, destacan también los trabajos del agrónomo indio Virender Lal Chopra (1936-2020). Fue director general del Consejo Indio de Investigación Agrícola y reconocido por sus contribuciones al desarrollo de la producción de trigo en su país. Por su trabajo recibió numerosos reconocimientos, entre ellos, la Padma Bhushan, el tercer honor civil más alto de la India.
Entre océanos, fósiles y tribus
De la tierra pasamos a los océanos, especialidad de la mexicana Pilar Luna (1944-2020). Esta precursora de la arqueología subacuática en su país luchó contra viento y marea para cumplir su sueño de descubrir tesoros enterrados bajo el mar. La secretaria de Cultura del Gobierno de México, Alejandra Fausto, destacó en Twitter que su labor “abrió camino a las mujeres en este campo y le mereció reconocimientos nacionales e internacionales”. Además, se enfrentó durante toda su vida a los cazatesoros.


El mar también era una de las pasiones del documentalista español Fernando Garfella (1989-2020) y precisamente bajo el agua fue donde perdió su vida. Fundador de Bogar Films, en sus documentales captó imágenes de especies en peligro de extinción de las islas Baleares y denunció los atropellos medioambientales contra la fauna submarina. En una de sus inmersiones cerca de la isla Dragonera no consiguió salir a la superficie y murió.
En el otro lado del mundo, en Argentina, nació el paleontólogo José Fernando Bonaparte (1928-2020). Considerado uno de los padres de la paleontología del país, Bonaparte era reconocido como el “maestro de la era Mesozoica”. Como recuerda Unidiversidad, con 19 años fundó con un grupo de amigos el Museo Municipal de Ciencias Naturales Carlos Ameghino y trabajó en la extracción del Argentinosaurus huinculensis, considerado el dinosaurio más grande de cuello largo que vivió en el Cretácico.
Otras especies, las humanas, eran la especialidad del antropólogo estadounidense Robert L. Carneiro (1927-2020). Fue conservador de Etnología Sudamericana en el Museo Americano de Historia Natural (Estados Unidos) y estudió a tribus indígenas en sus hábitats en numerosas ocasiones. “La contribución de Carneiro al registro etnográfico amazónico es monumental en escala y, por ello, las generaciones presentes y futuras de académicos siempre estarán en deuda con él”, aseguraba el antropólogo Richard John Chacon tras su muerte.


Las vidas dedicadas a la montaña
Aunque no son científicos, desde El Ágora queremos también tener un pequeño recuerdo para todos aquellos alpinistas y escaladores que perdieron su vida este 2020. Es el caso del español Ángel Landa (1935-2020), icono del alpinismo vasco y reconocido por sus ascensiones a los Picos de Europa, Pirineos, Alpes, Andes o Himalaya. En Desnivel recogen las declaraciones de su compañero Juanjo Sebastián sobre su pericia en la escalada: “Era algo que le salía de forma natural, tenía una destreza que le venía de la genética”.


La joven francesa Luce Douady (2003-2020) fallecía en un accidente de escalada en el acantilado de Luisset (Francia). Tenía una carrera prometedora y ya había ganado varios premios, entre ellos, el año pasado una medalla de bronce en el Campeonato Europeo de Escalada.
Por su parte, Dough Scott (1941-2020) hizo historia por haber logrado la primera ascensión de la cara sudoeste del Everest en 1975. En 2011 recibió el Piolet de oro como reconocimiento a toda una vida dedicada a la escalada. “Me pongo de mal humor cuando no lo hago”, confesaba en una entrevista a ExplorersWeb.
