Las primeras imágenes de Solar Orbiter, una sonda diseñada para estudiar el Sol, han mostrado la presencia de multitud de minierupciones solares cerca de su superficie, además de facilitar el primer mapa magnético de nuestra estrella obtenido de forma autónoma



Lanzada el 10 de febrero, la misión Solar Orbiter aspira a resolver algunas de las grandes preguntas del Sistema Solar a través de estudio de nuestra estrella como nunca lo habíamos hecho. De momento, no ha llegado a su destino, pero eso no ha sido excusa para mostrar todo el potencial que puede ofrecernos.
De hecho, la Solar Orbiter ha sido capaz de realizar una hazaña que, hasta ahora, ninguna otra nave espacial ha podido hacer: tomar las imágenes más cercanas de la superficie de nuestra estrella.


“No son más que las primeras imágenes y ya podemos ver nuevos fenómenos de interés. No nos esperábamos unos resultados tan buenos desde el principio, y además hemos podido ver cómo se complementan entre sí los diez instrumentos científicos, ofreciendo una imagen integral del Sol y su entorno”, explica Daniel Müller, científico del proyecto Solar Orbiter de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés).
Uno de los fenómenos que han podido observar han sido una especie de “fogatas” que salpican las imágenes, algo así como “las hermanas pequeñas de las erupciones solares”, tal y como destaca David Berghmans, astrofísico del Observatorio Real de Bélgica en Bruselas.
“Puede que, a primera vista, el Sol parezca inmóvil, pero en cuanto se observa con detalle las imágenes obtenidas en alta resolución podemos apreciar estas pequeñas erupciones por todas partes”, añade Berghmans.
Los investigadores aún no saben si se trata realmente de versiones minúsculas de grandes fulguraciones o si se deben a mecanismos diferentes. En cualquier caso, ya existen teorías de que estas pequeñas erupciones podrían contribuir a uno de los fenómenos más enigmáticos del Sol: el calentamiento de la corona.


“Cada una de estas hogueras es insignificante por sí misma, pero si sumamos su efecto a lo largo de toda la superficie, podrían contribuir significativamente al calentamiento de la corona solar”, explica Frédéric Auchère, del Instituto de Astrofísica Espacial francés (IAS) y coinvestigador principal de EUI.
La corona solar es la capa más externa de la atmósfera del Sol, que se extiende millones de kilómetros hacia el espacio exterior. Su temperatura supera el millón de grados Celsius, varios órdenes de magnitud más caliente que la superficie del Sol, que está “apenas” a 5.500 °C.
Tras décadas de estudios, aún no se entienden del todo los mecanismos físicos que calientan la corona, pero estas imágenes arrojan un rayo de luz de esperanza. No obstante, Yannis Zouganelis, científico adjunto del proyecto Solar Orbiter de la ESA, advierte que aún es demasiado pronto como para establecer conclusiones, pero confía que, al vincular estas observaciones con las mediciones del resto de los instrumentos que estudian el viento solar, se puedan despejar los misterios.
La imagen de un campo magnético
Además de los telescopios instalados en la sonda, la Solar Orbiter está equipado con una cámara de imagen polarimétrica y heliosísmica (PHI) que efectúa mediciones en alta resolución de las líneas del campo magnético en la superficie solar. Está diseñada para vigilar regiones activas del Sol, esas zonas con campos magnéticos especialmente fuertes que podrían dar lugar a fulguraciones.
Gracias a las imágenes obtenidas por el instrumento los científicos han podido acceder a un mapa magnético del Sol que revela que nuestra estrella se encuentra en un periodo de baja actividad. Un mapa, por otro lado, obtenido por primera vez de forma autónoma, es decir, desde el espacio y sin intervención humana.


“Estamos muy ilusionados con estas primeras imágenes, pero no son más que el principio. Solar Orbiter ha iniciado un largo viaje por el sistema solar interior, y en menos de dos años se acercará mucho más al Sol. Al final, se aproximará a tan solo 42 millones de kilómetros, que es casi un cuarto de la distancia de la Tierra al Sol”, comenta Daniel Müller.
Solar Orbiter es una misión espacial fruto de la colaboración internacional entre la ESA y la NASA. Doce Estados miembros de la ESA (Alemania, Austria, Bélgica, España, Francia, Italia, Noruega, Polonia, el Reino Unido, República Checa, Suecia y Suiza), así como la NASA, han contribuido a la carga útil científica.
Esta sonda también cuenta con el liderazgo español en dos instrumentos: el EPD, el detector de partículas energéticas, liderado por la Universidad de Alcalá y la Universidad de Kiel (Alemania), y el magnetógrafo PHI, liderado por el Instituto Max Planck de Investigaciones del Sistema Solar (Gotinga, Alemania) y el IAA-CSIC.
