Starlink: avance tecnológico o problema ambiental

Starlink: avance tecnológico o problema ambiental

Starlink: avance tecnológico o problema ambiental

SpaceX ha protagonizado uno de los saltos tecnológicos de la nueva carrera espacial con el despliegue de su megaconstelación de satélites Starlink, que podría sin embargo plantear problemas tanto para el medio ambiente como para la seguridad de nuestro planeta


Jorge Astorquia | E
Madrid | 11 junio, 2021


No podemos entender la sociedad actual sin los beneficios que nos ha traído la tecnología espacial. Las comunicaciones, la meteorología y el estudio de la Tierra son algunos de los servicios que los satélites han mejorado.

La construcción y lanzamiento de los satélites ha sido siempre una tarea lenta y costosa para las agencias espaciales. No en vano, deben realizarse multitud de pruebas para verificar la viabilidad de los aparatos de medición. Una labor que puede llevar cerca de 15 años y un coste de entre 400 y 600 millones de euros por cada aparato pero que permite a los ingenieros ofrecer una fiabilidad del 85-90% en los próximos cinco años tras su lanzamiento.

En los últimos 20 años la tecnología se ha desarrollado a pasos agigantados y los nuevos servicios digitales parecen no poder esperar otros 15 para el desarrollo de nuevos satélites.

A comienzos de la primera década de los 2000, una nueva generación de satélites se ponía en órbita, los ‘cubesats’ o ‘nanosats’. Pequeños dispositivos del tamaño de un cubo de rubik de entre uno a diez kilos de peso. Construirlos y ponerlos en órbita no cuesta más de tres millones de euros, por lo que el ahorro es claramente sustancial.

Starlink
Los nanosats son una revolución para la industria aeroespacial y han venido para quedarse. | ESA

La ventaja es clara: los nanosats son rápidos y baratos de construir. La fiabilidad, en la mayoría de los casos, suele ser de unos pocos meses ya que la radiación afecta a los componentes electrónicos de estos pequeños satélites.

La manera de solucionar esta baja fiabilidad de los dispositivos es lanzar enjambres o constelaciones de satélites. Basta con realizar pruebas a uno o dos de todos ellos y ya se pueden poner en órbita sabiendo que un pequeño porcentaje de ellos funcionará.

La nueva carrera espacial

Con el abaratamiento de la tecnología y el acceso al espacio, no sólo agencias como la NASA o la ESA tienen satélites en órbita. Empresas privadas como Virgin, SpaceX o Blue Origin están encabezando una nueva escalada tecnológica nunca vista desde la guerra fría.

Una de estas empresas, SpaceX, pretende revolucionar la conexión a internet de banda ancha a bajo coste en todo el mundo, haciéndola accesible incluso en las zonas más remotas del planeta.

Con el proyecto Starlink se pretende lanzar una megaconstelación de satélites de más de 12.000 dispositivos.

Los trenes de satélites en formación son visibles desde distintas ciudades del mundo y han despertado tanto admiración con recelo a partes iguales.

Hoy en día, la contaminación lumínica de las ciudades ha dejado pocos sitios en el mundo donde poder observar un cielo nocturno con calidad. Si los propósitos del proyecto Starlink se cumplen, hasta en los lugares más remotos de la Tierra veremos trenes de satélites en el cielo ¿Es esto un problema menor? ¿Qué posibles repercusiones tiene?

Starlink
Tren de satélites de Starlink cruzando el cielo de Sao Paulo. | JH Bispo

Para averiguarlo, El Ágora ha contactado con Alejandro Sánchez de Miguel, astrofísico investigador de Exeter y la UCM, así como miembro de la junta directiva de la International dark-sky assosiation.

Según Sánchez de Miguel, “SpaceX ha tenido una actitud colaborativa desde el primer momento en el que se detectó el brillo de los satélites desde la Tierra. Se está intentando reducir su brillo aplicando una serie de pinturas o viseras que minimicen la luz que reflejan del Sol, pero no es posible conseguir eliminar su brillo al 100%.”

“El aumento de brillo de nuestros cielos nocturnos, es una pérdida para culturas tradicionales como los aborígenes australianos o pueblos del sureste asiático que basan su transmisión oral en la interpretación de las estrellas.” Señala el astrofísico.

Tampoco se conoce el efecto que puede tener en animales migratorios que dependen de las estrellas para su orientación, como los insectos y aves de los que dependemos para la polinización de nuestras cosechas. «Hay que tener en cuenta que siempre el 50% de los ecosistemas de la Tierra están de noche. Al ser nosotros animales diurnos no le estamos prestando la suficiente atención.” Para Alejandro, el principio de prudencia no se está aplicando adecuadamente.

Las grandes afectadas por el aumento del brillo nocturno son las observaciones astronómicas. Hasta ahora había reductos en el mundo en los que la presencia de grandes montañas y la baja o nula contaminación lumínica permitían a los astrónomos instalar grandes observatorios desde los que estudiar el universo como La Palma, Hawái, Tíbet, Namibia o Chile.

Peligro de impacto de meteoritos

“Debido a las megaconstelaciones de satélite,s las observaciones de los telescopios se ven alteradas. Esto es de vital importancia para el estudio y seguimiento de uno de los grandes peligros para la humanidad, los posibles impactos de asteroides”, señala el investigador.

Los satélites de Starlink son más brillantes poco antes del atardecer y poco antes del amanecer, que es el momento en el que se detectan más asteroides. Esto dificulta mucho la detección y monitorización de los mismos.

El peligro es real y se pudo ver el 15 de Febrero de 2013 cuando se produjo la explosión en Chelyabinsk, Rusia  de un meteorito que tuvo la potencia de una bomba nuclear. Gracias a que explotó a 20 km de altura hubo pocos daños provocados por su onda expansiva, pero si hubiera impactado en el terreno, habría sido devastador.

Si un meteorito impactase cerca de la frontera entre Pakistán e India, debido a que sus efectos en un primer momento son indistinguibles de un impacto de una bomba nuclear, se podría desatar un conflicto bélico por no haber hecho un seguimiento adecuado de los asteroides.

“Hay pocas probabilidades de que caiga un asteroide grande en la Tierra como el que extinguió a los dinosaurios, pero recibimos varios impactos al año de meteoritos capaces de generar una explosión como la de Hyroshima. Es un peligro real ya”, advierte el experto.

Hay otros fenómenos astronómicos que pueden ser potencialmente peligrosos para nosotros, como son las fulguraciones solares o las lluvias de estrellas.

Para el año 2022 hay una predicción de una tormenta de meteoros muy importante  debida a la fragmentación del cometa 73P. Se desconoce su intensidad, pero podría ser comparable a las Leónidas de 1833 en la que pudieron observarse 200.000 meteoros a la hora. Esta lluvia de estrellas pasó a la historia como aquella en la gente creía que había llegado el fin del mundo.

Lluvia de estrellas de las Leónidas de 1833. | Fuente: Wikipedia

Nuestros satélites no han experimentado nada parecido y se teme que la tormenta de 2022 pueda ser un gran problema para los servicios que nos dan hoy en día.

En las perseidas de 1993 hubo dos satélites que se quedaron inutilizados. Los astronautas de la MIR oían cómo retumbaba toda la estación espacial debido a esta lluvia de estrellas. La tasa de actividad se estimó en unos 500 meteoros por hora.

Para poder estudiar adecuadamente la meteorología espacial, las megaconstelaciones como Starlink no pueden interferir con la investigación en astronomía o nos dejarán vulnerables ante todos estos peligros reales.

Una creciente basura espacial

La ESA señala que hay alrededor de 29.000 objetos hechos por el hombre de un tamaño mayor de 10 centímetros orbitando la Tierra. Algunos siguen operativos aunque la mayoría ya no funcionan. Estos objetos a la deriva están flotando alrededor de la Tierra con un riesgo alto de colisionar.

Un objeto de 1 cm que orbita la Tierra al impactar contra un satélite puede provocar una explosión semejante a una granada de mano. Tras estos impactos se desprenden nuevos objetos que multiplican el riesgo de colisiones.

La oficina de Naciones Unidas para los Asuntos del espacio Ultraterrestre (UNOOSA por sus siglas en inglés) propone una serie de regulaciones sobre el uso del espacio. El problema es que estas normativas no son de obligado cumplimiento, por lo que realmente cada país hace lo que cree conveniente.

Según Sánchez de Miguel, “ahora mismo el espacio es la ley de la selva y todos estos proyectos de megaconstelaciones más allá del marketing de proporcionar internet a las zonas remotas del mundo tienen un objetivo estratégico para ser los primeros y apoderarse de ciertas órbitas antes de que haya una regulación clara.”

La ESA tiene una gran preocupación por el asunto a través de su iniciativa ‘Clean Space’ y ya desde hace muchos años ha incorporado como de obligado cumplimiento las directrices de la UNOOSA. Ha diseñado todos los satélites que lanza con la capacidad de volver a la atmósfera terrestre para desintegrarse al terminar su vida útil o salir a la que se llama órbita cementerio. Una región que está por encima de la zona operativa para los satélites.

Starlink
Hay miles de objetos orbitando alrededor de la Tierra y el número cada año es creciente. | Fuente: Wikipedia

También existe un proyecto, e.Deorbit de la ESA que pretende lanzar artefactos que intercepten a los satélites antiguos y enviarlos contra la atmósfera terrestre para su desintegración.

“Ante todos estos problemas lo que no podemos hacer es actuar como si esto no ocurriera. Invertir en investigación en los temas que son importantes para la defensa planetaria es capital”, concluye Alejandro.

Es urgente una regulación de obligado cumplimiento sobre el espacio para estar preparados en el momento en el que ocurran colisiones en órbita.

El brillo de los satélites de Starlink no es el precio que debemos pagar por el progreso. No es como las estelas de los aviones en el cielo a las que ya nos hemos acostumbrado y que no tienen peligro alguno. Las megaconstelaciones de satélites sin regulación son una mala idea porque son un peligro global.

El síndrome de Kessler

Donald J. Kessler es un astrofísico de la NASA que planteó un problema en las órbitas bajas de la Tierra. A medida que aumente el número de objetos en órbita, el peligro de colisiones se multiplica significativamente.

Una sola colisión podría generar una reacción en cadena produciendo colisiones en cascada con el resto de satélites.

El 11 de Enero de 2007 China alarmó a la comunidad internacional disparando un misil para destruir un viejo satélite meteorológico que tenía en órbita.  Este satélite orbitaba a la misma altura a la que lo hacen los satélites de espionaje norteamericanos y representó una amenaza indirecta tanto para sus sistemas militares como para los de otros países.

Pero no sólo hay que tener en cuenta las colisiones entre objetos creados por el ser humano, ya que también hay millones de pequeños meteoritos que entran en la atmósfera terrestre todos los días.

Estos cuerpos celestes podrían ser los desencadenantes de un efecto dominó que podría producir basura espacial que tarde cientos o miles de años en desaparecer, haciendo peligroso e incluso inviable lanzar más objetos al espacio, encerrándonos en nuestro propio planeta.



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