Los pueblos indígenas estaban llamados a ser protagonistas en esta COP25, pero muchos se sienten invisibilizados en las negociaciones y piden ser más escuchados por los líderes mundiales



Más allá de los habituales trajes, corbatas y pantalones largas que caracterizan cualquier reunión de negocios y cualquier cumbre internacional, en la Cumbre del Clima de Madrid se han visto también plumas de colores, tatuajes y todo tipo de atuendos tradicionales. Los pueblos indígenas han estado muy presentes en esta COP25, como ponentes en diferentes eventos tanto oficiales como alternativos y también en algunos casos como activistas que han protagonizado varios actos de protesta. Pero a pesar de esta presencia, denuncian su invisibilización en las negociaciones y reclaman un lugar en la mesa para defender su estilo de vida, que consideran muy beneficioso para la conservación del planeta.
“Nosotros venimos milenariamente cuidando de la pacha mama. Ayudamos al clima de maneras muy diversas: no solo cuidamos de una tierra que permite la reducción de emisiones y la absorción y almacenamiento de carbono, sino que ayudamos a la evaporación y frenamos el desplazamiento de deforestación”, asegura Walter Sangama Sangama, presidente de FEPIKRISAM, una organización quechua de los andes peruanos.
Para Sangama, el problema está en que muchos países están implantando “soluciones verdes” que son contraproducentes y sobre todo perjudiciales para la población indígena. Como ejemplo, cita el “error” que los gobiernos de América Latina están cometiendo al permitir la expansión de los “agronegocios verdes” como forma de reducir emisiones de carbono. “Los derechos indígenas están en un segundo plano frente a nuevos negocios como la palma verde. Son proyectos de empresas transnacionales que generan un fuerte rechazo en la comunidad, porque se enfrentan a formas milenarias de entender un territorio”, asegura el líder indígena.


“Si los países amazónicos quieren de verdad cumplir sus compromisos de alcanzar la neutralidad climática para 2050, no se puede explotar más la cuenca del Amazonas”, explicaba el lunes Sandra Tukup, directora de territorios de la organización indígena ecuatoriana CONFENIAE. Junto a ella, representantes de más de veinticinco grupos originarios pidieron a los países reunidos en la COP25 que fueran más “ambiciosos en la protección del pulmón del mundo” y sobre todo que escuchasen a sus habitantes, que llevan cuidándolo desde hace milenios.
Tukup cree que hay que “cambiar completamente de modelo” y por eso ella y otros grupos presentaron una especie de pacto verde que escape a la lógica extractivista y pase el foco a la conservación de la naturaleza, el bienestar humano y la justicia. Y aunque celebra que se haya dado la palabra a los pueblos indígenas en esta COP, cree que eso no significa que los líderes mundiales tengan sus palabras en cuenta.
Protestas y esperanza
Para los activistas indígenas consultados, supone sin duda un avance que en esta COP25 se les haya dado un espacio para exponer su visión y denunciar los abusos que se cometen contra ellos, pero lamentan que esto no se traduzca en representación. Muchos reclaman poder negociar en nombre de sus pueblos y no estar subordinados a lo que decidan los representantes de los países en los que se encuentran. Y recuerdan que el desplazamiento de la COP a Madrid no ha permitido que estén presentes muchos de los representantes indígenas y de organizaciones sociales que ya tenían su espacio en Chile.
“Yo creo que para los negociadores internacionales y para muchos países, esto es solo una cuestión de bolsillo. Es más importante el dinero que escuchar, que respetar. Creo que no hay una intención real de conseguir un equilibrio del clima, un equilibrio real. Solo es una cuestión mercantil, negocian sobre cuánto pueden perder o ganar sin importarles nuestra opinión o nuestra vida”. Esta contundente opinión es Mirim Ju Yan, activista guaraní de Brasil, que sí ha podido acudir como observador a la COP25.


Para Mirim, en los países desarrollados no somos conscientes de la magnitud del problema ambiental. “Aquí todo es verde y bien regulado. Pero en Brasil, tenemos más de diez biomasas diferentes y todas están siendo destruidas poco a poco, la gran mayoría por la codicia del hombre. La economía actual es destrucción y está acabando con la naturaleza: solo quiere naturaleza muerta”, denuncia este joven. Mirim reconoce que es “bueno” que haya presencia indígena en Madrid, pero recuerda que prácticamente solo hay latinoamericanos: “¿Dónde está África?”, se pregunta.
Mirim ha participado en varias de las protestas que ha habido en esta COP para reclamar más representación. También en la de este miércoles, cuando varios centenares de activistas indígenas se coordinaron para hacer una cacerolada en plena zona de negociación contra el lento avance de las negociaciones. Y contra los grandes contaminantes: “Países ricos, pagad vuestra deuda”, rezaba una gran pancarta que desplegaron antes de ser desalojados por la seguridad de la ONU. Aunque se amagó con expulsarlos permanentemente, finalmente se ha optado por readmitirlos.
Pero incluso a pesar de este pesimismo con las negociaciones, hay esperanza de que la participación indígena acabe consiguiendo que se les escuche de verdad. “El estar aquí ya es un avance, el que nos dejen hablar sobre los impactos que van a tener cosas como el mercado de carbono para los países amazónicos y los pueblos indígenas”, afirma sonriente Walter Sangama.
