Uno de los avances más importantes de esta primera semana de COP26 ha sido el compromiso de un centenar de líderes mundiales para detener y revertir la deforestación, una tarea para la que espera contar con colaboración privada y por la que el sector del agua lleva años apostando



Los bosques son vitales para nuestra supervivencia, no solo por los numerosos servicios ecosistémicos que proporcionan, sino porque son responsables de limpiar gran parte del aire que respiramos. Cada año, las superficies forestales del planeta absorben colectivamente alrededor de 15.600 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono de la atmósfera terrestre, lo que los convierte en un sumidero neto de carbono de aproximadamente 1,5 veces las emisiones anuales de todo Estados Unidos. Es decir, sin bosques, la lucha contra el calentamiento global sería practicamente imposible. Sin frenar la deforestación no se puede frenar el cambio climático.
A pesar de su importancia, durante demasiado tiempo se han visto los bosques simplemente como un recurso que extraer en vez de un activo que conservar. Actualmente se talan unos 15.300 millones de árboles cada año, lo que significa unos 42 millones cada día y más de 29.000 al minuto, por no hablar de otras prácticas de deforestación como los incendios, mayoritariamente provocados por el hombre y que ni siquiera buscan obtener madera sino tan solo despejar el terreno para la industria, la ganadería o la agricultura. Y aunque cada vez hay más países, como Pakistán, India o Etiopía, con amplios programas de reforestación, sin una alianza global la suma de las partes amenaza con no ser suficiente para frenar esta continua destrucción de los pulmones del planeta.
«Sin frenar la deforestación no se puede frenar el cambio climático»
Evitar esa dispersión de esfuerzos y unir a todos los territorios en una causa común es precisamente el objetivo de la nueva alianza contra la deforestación que se anunció en la primera semana de la cumbre climática COP26 en Glasgow (Reino Unido). En total, más de un centenar de líderes mundiales de países que representan el 85% de los bosques del planeta (y entre los que están algunos con problemas habituales de pérdida de masa forestal, como Brasil e Indonesia) se han comprometido a “detener y revertir la deforestación y la degradación de la tierra” para 2030.


Es cierto que el hecho de esta sea la segunda vez que se formula esta promesa no invita al optimismo, sobre todo teniendo en cuenta que el pacto no es vinculante. Efectivamente, en 2014 también hubo un centenar de Gobiernos que se comprometieron en Nueva York a reducir a la mitad la deforestación tropical para 2020 y acabar con ella para 2030. Uno de esos objetivos ya es imposible, por lo que aunque el otro haya sido reforzado en Glasgow, existe un cierto grado de escepticismo, sobre todo si tenemos en cuenta que la mayoría de las naciones forestales no han incorporado metas concretas vinculadas con los bosques en sus últimos compromisos climáticos ante la ONU.
Sin embargo, también existen motivos para la esperanza. Y es que la promesa lanzada en la COP26 viene acompañada de contrapartidas económicas: los países se han comprometido a desembolsar 12.000 millones de dólares de inversión pública (unos 10.340 millones de euros), a los que se suman 7.200 millones de dólares de inversión privada (unos 6.200 millones de euros) para 2030. Una apuesta por las alianzas que no solo está siendo la tónica general de esta COP26, sino que además puede significar la diferencia entre el plan sobre el papel y su aplicación real. Y es que, tal y como demuestra el sector del agua en España, el involucramiento de actores privados en la lucha contra la deforestación es cada vez más importante.
Sembrando oxígeno
Hace cinco años, la Fundación Aquae puso en marcha el proyecto Sembrando Oxígeno tras un terrible incendio que devoró más de 1.700 hectáreas en Pego, el peor incendio forestal que había sufrido la provincia de Alicante en más de dos décadas. De la mano del ayuntamiento, esta entidad sin ánimo de lucro se estrenó repoblando con 5.000 árboles autóctonos ocho hectáreas de superficie forestal quemada, con el objetivo no sólo de recuperar un paraje clave para la biodiversidad de la zona sino de contribuir a la mitigación del cambio climático.
Un lustro después, la plantación ha capturado unas 30 toneladas de dióxido de carbono, y las estimaciones apuntan a que llegará a compensar cerca de 150 toneladas de CO2 en los próximos 30 años, según se desprende del informe realizado en octubre de este año cumpliendo con las directrices establecidas en 2014 por la OECC.
Pero el proyecto Sembrando Oxígeno no utilizó esta actuación como resultado sino como punto de partida: en estos cinco años, se han plantado más de 12.000 árboles a lo largo y ancho de la geografía española, con las que ya ha compensado más 750 toneladas de dióxido de carbono desde 2015.
Alicante, Asturias, Castilla-León, Murcia, Andalucía… Los proyectos se han ido repartiendo por el territorio según las necesidades: por ejemplo, en el municipio malagueño de Manilva se han restaurado con especies locales más de 20.000 metros cuadrados del paraje natural de El Calvario, mientras que en las Arcas Reales de Valladolid se han plantado más de 1.000 árboles, arbustos y plantas con los que se pretende recuperar masa forestal a la vez que se crea un entorno más verde en una de las obras de ingeniería hidráulica más importantes de la ciudad.


El proyecto también va más allá de la mitigación y la conservación para entrar de lleno en el terreno educativo: en Avilés se han construido dos arboretos, que son unos jardines botánicos formativos compuesto por plantas leñosas que forman una colección de árboles vivos. Su objetivo, además de aquel que le otorga su sentido natural, reside en mejorar la divulgación y el conocimiento sobre su naturaleza. También en Cartagena ha habido un trasfondo educativo: la reforestación se ha hecho en colegios públicos de esta localidad murciana para involucrar a los más jóvenes en la búsqueda de una mayor concienciación sobre la conservación del medio ambiente.
En cualquier caso, la acción mitigadora de la Fundación Aquae no acaba aquí: por segundo año consecutivo, esta entidad ha recibido el triple sello ‘Calculo + Reduzco + Compenso’, que otorga la Oficina Española de Cambio Climático (OECC) del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, con el que se distingue a aquellas organizaciones que calculan la emisión de dióxido de carbono y cuentan con un plan de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. De este modo, vuelve a ser la única fundación medioambiental avalada por este triple distintivo.
Un aspecto que a menudo se pasa por alto es la enorme importancia que tienen los bosques para el adecuado suministro y conservación del agua: las cuencas hidrográficas boscosas proporcionan alrededor del 75% de nuestro suministro de agua dulce accesible y, por lo tanto, son parte integral de nuestra seguridad hídrica.
Sin embargo, a día de hoy solo el 12% de los bosques del mundo se gestiona con el agua como objetivo principal, un problema de gobernanza que según apunta a través de un informe publicado en agosto por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) debe ser atajado cuanto antes para poder asegurar el derecho humano al agua y el saneamiento para todos.
Poner el agua en el centro de la gestión forestal tendría importantes ventajas a nivel de resiliencia. En concreto, el informe apunta que dos tercios del suministro de agua de las ciudades se beneficiaría de contar con una mayor calidad del agua gracias a una mejor gestión forestal, lo que incluye protección, restauración o reducción de la carga de combustible en los bosques a fin de reducir al mínimo el riesgo de incendios.
Además, la gestión hídrico-forestal significaría impulsar una solución basada en la naturaleza que sería beneficiosa no solo a nivel de biodiversidad sino económico: tanto los bosques nativos intactos como los bosques plantados bien gestionados pueden ser un enfoque relativamente barato para la gestión del agua que genere al tiempo múltiples beneficios colaterales, como un freno a la deforestación.
