El coronavirus todavía está teniendo un impacto limitado en África subsahariana, pero la pandemia podría hundir a la región en su primera recesión en un cuarto de siglo e incluso provocar nuevas crisis alimentarias, según el informe semestral del Banco Mundial



Los más de 49 países africanos que se encuentran por debajo del Sáhara están viendo como su precario desarrollo se ve fuertemente amenazado por la parálisis mundial que está provocando el coronavirus. La pandemia va camino de sumir a África subsahariana en una recesión en 2020, la primera en más de un cuarto de siglo, según ha advertido el Banco Mundial, que también considera que existe el riesgo de que esta parte del continente sufra una «crisis alimentaria».
Además, y aunque por el momento el continente africano parece mucho menos afectado que el resto del mundo en términos de contagio, los países subsaharianos también se enfrentan a la propagación de la COVID-19. La propia Organización Mundial de la Salud (OMS) ha asegurado en múltiples ocasiones su temor a que África no pueda «enfrentar» la pandemia. Por ahora, de los 49 países subsaharianos, 47 están afectados por el coronavirus, con Lesotho y Comores como únicas excepciones. Hasta el 15 de abril, se han producido 894 muertes confirmadas y 16.744 casos registrados, según el recuento de la agencia AFP.
Según explica la investigadora principal del Instituto Elcano Ainhoa Marín, entre los factores que pueden jugar a favor de los países africanos destaca el contar con una población mayoritariamente joven, menos vulnerable al coronavirus. Además en África subsahariana cuentan con una de las mayores experiencias en gestión de epidemias. Sin embargo, buena parte de la población africana cuenta con patologías previas -malaria, tuberculosis o VIH, por ejemplo- y otros condicionantes -como la malnutrición, los campos de refugiados y el acceso al agua- que pueden hacerla especialmente vulnerable a la pandemia.
Además, y aunque los países subsaharianos han tenido un mayor tiempo de anticipación y de preparación frente a la pandemia, las infraestructuras sanitarias de los países son muy deficientes y tienen muy difícil afrontar un virus con una tasa de contagio tan alta. A esto hay que añadir que la recogida de datos fiables sobre contagios y fallecimientos es complicada en una región en la que que a veces muchos Estados ni siquiera cuentan con sistemas de censo fiables al 100%. Incluso en los países mejor preparados, como Sudáfrica, y a pesar del confinamiento decretado por el presidente Cyril Ramaphosa el pasado 23 de marzo, el sistema sanitario se encuentra bajo amenaza de colapso.
A la espera de ver cómo afecta el coronavirus en términos sanitarios, lo que ya parece seguro es que la economía de la mayoría de estos países se va a hundir estos meses como consecuencia de la paralización del mercado mundial y la fuerte caída del precio de materias primas como el petróleo.
Miedo económico
Las previsiones económicas para 2020 son nefastas en África, según asegura el Banco Mundial en su informe. El crecimiento en la región subsahariana debería caer bruscamente de un crecimiento del 2,4% en 2019 a una caída del PIB que se puede situar entre el -2,1% y -5,1% en 2020, lo que significa la primera recesión en la región en más de veinticinco años. Sudáfrica, Angola y Nigeria, motores económicos regionales, serán los más afectados por esta crisis, con previsibles contracciones del PIB que pueden alcanzar hasta el 7%.
El Banco Mundial apunta que Sudáfrica, la mayor potencia industrial del continente, sufrirá porque ya ha estado en recesión desde principios de año, mientras que Angola, un productor de petróleo en crisis desde la caída de los precios en 2014, ya estaba experimentando dificultades para mantener las inversiones a un alto nivel. En cuanto a Nigeria, el principal productor de oro negro en África subsahariana, la caída de los precios del petróleo también podría dañar severamente su débil economía.También se espera que el crecimiento se debilite considerablemente en las dos regiones que más han progresado económicamente en los últimos años: la Unión Económica y Monetaria de África Occidental, que integran Burkina Faso, Malí, Senegal, Níger, Costa de Marfil, Togo, Benín y la Comunidad de África Oriental, en el que están Kenia, Uganda, Tanzania, Burundi, Ruanda y Sudán del Sur, debido a una débil demanda interior y exterior que se suma a la interrupción de las cadenas de suministro que afectan a la producción nacional. Por otro lado, es más que previsible que el sector turístico de la región se contraiga bruscamente debido a la interrupción general de los viajes.
De manera más general, el impacto económico puede cebarse especialmente con los colectivos más vulnerables. Más del 66% del total de la población en África subsahariana dependen de la economía informal para su subsistencia diaria, según la Organización Internacional del Trabajo. Para Ainhoa Marín, los que viven en peores condiciones en las ciudades más congestionadas, los habitantes en el medio rural aislado y sin acceso a agua o infraestructuras sanitarias, las mujeres –grandes protagonistas del comercio intrafronterizo– y los confinados en campos de refugiados, entre otros, sufrirán los peores efectos, tanto económicos como sanitarios, de la pandemia.
Ayuda internacional
En el ámbito político, los líderes africanos están reclamando ayuda internacional para la lucha contra la pandemia. Algunos países están poniendo en marcha estímulos fiscales y moratorias en pagos de impuestos (como Nigeria, Cabo Verde y Egipto), pero los subsidios de emergencia para la población, el fortalecimiento de los sistemas sanitarios y la compra de equipamiento necesitan de recursos financieros adicionales que difícilmente pueden afrontar los países africanos sin asistencia internacional.
Los ministros de Economía africanos ya han pedido a la comunidad internacional la suspensión temporal de los pagos de intereses de la deuda externa. Pero sobre todo reclaman paquetes extraordinarios de ayuda procedentes de países o instituciones internacionales, que pueden ser indispensables dado que los mecanismos nacionales de financiación africanos tienen unas capacidades muy limitadas.
También se ha solicitado la contribución de la comunidad internacional al nuevo fondo continental puesto en marcha por la Unión Africana. Según esta organización regional, «casi 20 millones de empleos, tanto en el sector formal como informal, están amenazados de destrucción en el continente si la situación persiste». Por eso, importantes líderes regionales se han lanzado a la petición de ayuda: el presidente nigeriano, Mahamadou Issoufou, ha pedido un «Plan Marshall» para África, mientras que l primer ministro etíope, Abiy Ahmed, solicitó al G20 en marzo que alivie la deuda de las economías más vulnerables y que prepare un plan de asistencia financiera de emergencia por valor de unos 150 mil millones de dólares.


Como recuerda la profesora Marín, hasta la llegada del coronavirus, el África subsahariana estaba volviendo a tener una gran importancia estratégica, con actores internacionales que llevan más de una década en pugna por mantener o incrementar su relevancia económica y estratégica en el continente. En consecuencia, está por ver si las consecuencias económicas de la pandemia traerán también cambios geopolíticos.
Por un lado, la presencia de China podría verse fortalecida como proveedor indispensable de material sanitario durante esta crisis y lo cierto es que la UE, inmersa en sus propios problemas de lucha contra la pandemia, está siendo lenta en llevar a la práctica acciones concretas de solidaridad con África subsahariana. La nueva estrategia para África de la Comisión Europea, anunciada para el próximo noviembre, podría brindar una nueva oportunidad de recuperar la influencia económica y política perdida en el continente, pero los líderes africanos reclaman medidas inmediatas y no promesas de futuro.
