Brasil intenta prepararse para el coronavirus a pesar de que su presidente, Jair Bolsonaro, niegue sus posibles consecuencias y acuse de «histeria» al resto del planeta. Mientras, en el resto de América Latina, se empieza a imponer el confinamiento total



Mientras el coronavirus se sigue abriendo paso por la economía mundial, obligando a escépticos iniciales como Boris Johnson o Donald Trump a imponer medidas cada vez más restrictivas, en América Latina sigue habiendo un dirigente que se niega a aceptar la realidad de esta pandemia. Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, el país más grande de la región, se ha quedado solo en su obstinada campaña contra lo que considera una «histeria» a nivel global, aunque encuentra cada vez más resistencia interna a sus intentos de boicot de las medidas de distanciamento social. Mientras tanto, en el resto de América Latina se están imponiendo medidas graduales e incluso confinamiento total en países como Argentina o Chile.
Y eso que Brasil, el país más grande de la región, es también el más afectado por el coronavirus: este martes hay ya 4.661 casos confirmados de COVID-19 y 165 muertos. Pero a Bolsonaro parece darle igual. El presidente ultraderechista ofrece discursos diarios en los que pide boicotear las medidas de distancia social promulgadas por gobernadores y alcaldes, que han sido recomendadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y su propio Ministerio de Salud para contener la pandemia. Insiste en que «las personas deben salir a la calle y trabajar normalmente«.
Bolsonaro no duda en ir contra todo y contra todos. El martes pasado aseguró en un discurso a la nación que «algunas autoridades estatales y municipales deben abandonar el concepto de tierra quemada, la prohibición del transporte, el cierre del comercio y confinamiento masivo». El coronavirus no sería más que una «pequeña gripe» que él mismo se encarga de ignorar: a pesar de haber estado en contacto con contagiados, el mandatario esquiva todas las recomendaciones médicas y se pasea por manifestaciones, mercados y aglomeraciones. La última vez, el pasado domingo en Brasilia.


El gran peligro es que este tipo de actitud provoque un conflicto político. La oposición ya ha amagado con lanzar un proceso de impeachment si Bolsonaro sigue négandose a aumentar las medidas federales y los cruces de reproches con alcaldes y gobernadores son diarios. Pero el factor que más podría desencadenar el caos político a corto plazo es el posible cambio de mando en el Ministerio de Salud: el equipo actual no soporta más las ocurrencias de Bolsonaro.
El sábado, el ministro Luiz Henrique Mandetta y todo su equipo, que han puesto en entredicho numerosas veces la actitud pública del presidente, pusieron sus puestos a disposición de Bolsonaro. Según apunta el diario El País en su edición brasileña, los ministros y generales del Ejército Luiz Eduardo Ramos (Secretaría de Gobierno) y Walter Braga Netto (Casa Civil) tuvieron que intervenir y convencer a Bolsonaro de que, sin Mandetta, la impresión que pasaría a la opinión pública sería de ingobernabilidad en medio de la crisis, ya que se espera que el pico de contagios ocurra a mediados de abril.
Ahora mismo, ni las redes sociales que tanto le ayudaron a ser elegido dejan a Bolsonaro expandir su negacionismo del coronavirus. Facebook e Instagram han seguido este martes los pasos de Twitter y decidieron excluir un vídeo en el que el presidente desafiaba las medidas de aislamiento defendidas por las autoridades sanitarias para combatir la pandemia del coronavirus. Está por ver todavía si este tipo de presiones obligan a recapacitar al mandatario o si por el contrario seguirá con su forma inédita de enfocar la pandemia desde la incredulidad.
El giro de México
Hasta hace poco, el único mandatario latinoamericano que se acercaba a las posiciones de Bolsonaro a la hora minimizar el posible impacto de la crisis era el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador. AMLO, como le llaman sus seguidores, ha relativizado durante semanas las consecuencias del coronavirus en México e incluso llegó a darse baños de masas a pesar de las recomendaciones de la OMS. Pero el aumento de los casos y la difícil situación que está viviendo su vecino del norte, Estados Unidos, han hecho cambiar de parecer al Gobierno del país latinoamericano.
Actualmente, en México hay 1.094 contagiados y 28 fallecimientos confirmados. Tras cerrar las escuelas y recomendar el teletrabajo hace una semana, Obrador ha declarado este lunes la emergencia sanitaria y ha alargado hasta el 30 de abril la suspensión de actividades no esenciales en los sectores público, privado y social, a fin de mitigar la dispersión y contagio del coronavirus.
Eso sí, México es el único país del continente que aún matiene sus fronteras abiertas a vuelos de todo el mundo y no obliga a la cuarentena obligatoria a quien venga del exterior. Por ahora, solo se procede a una revisión aleatoria de pasajeros en vuelos y cruceros internacionales.


Tampoco se contempla por el momento el aislamiento masivo de la población. El argumento principal de las autoridades es que si se tomaran medidas de confinamiento demasiado represivas, la cuarentena golpearía de lleno a las millones de personas que viven día a día, un problema que también preocupaba en India pero que no ha evitado que allí se declare el mayor confinamiento de la historia. Más de la mitad de la población de México, que es de 130 millones de personas, vive en la pobreza.
De hecho, según la ONU, el coronavirus podría disparar en un 35% el número de personas bajo el umbral de la pobreza en todo el continente. La pandemia tendrá unos efectos intensos y distintos a los que se vivieron durante la crisis financiera, en particular por su brutal incidencia sobre el turismo, que podría contraerse hasta en un 25%. Esta es al menos la visión de la Comisión Económica de Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL), que advierte que es necesario «repensarlo todo» en términos económicos para evitar que el impacto económico se cebe con los más vulnerables.
Cuarentena total
En el resto de América Latina, a pesar de los posibles impactos económicos sobre una región en permanente inestabilidad financiera y política, se ha optado por imitar el modelo europeo y asiático e imponer medidas drásticas de confinamiento. Argentina, país que reportó la primera muerte por coronavirus en América Latina el pasado 7 de marzo, impuso la cuarentena obligatoria el pasado día 20.
El confinamiento se alargará previsiblemente hasta el próximo 12 de abril, fecha en la que el Gobierno liderado por el kirchnerista Alberto Fernández deberá decidir si prorrogar o levantar la cuarentena. El país está en cualquier caso cerrado por tierra, mar y aire: incluso sus propios ciudadanos atrapados en el extranjero no pueden regresar. Fernández ha pedido «paciencia» a los más de 1.000 argentinos que se calcula han quedado varados intentando volver a al país y asegura que los resultados iniciales -ahora las cifras arrojan 966 casos y 24 muertes- «muestran que Argentina va por el buen camino».
En Chile, el presidente, Sebastián Piñera, ha decretado el «estado de excepción por catástrofe» en todo el país durante 90 días ante el avance de la enfermedad. Tras contabilizar 2.449 casos y 8 muertes, el país también se encuentra en confinamiento total, salvo servicios esenciales. En el plano político, Gobierno y oposición alcanzaron un acuerdo para aplazar hasta octubre el referéndum sobre un posible cambio de la Constitución que estaba previsto para el 26 de abril, mientras que el confinamiento ha silenciado las protestas sociales que sacudieron el país el pasado otoño.


Colombia -798 casos y 14 muertes- también ha impuesto el confinamiento durante 19 días desde el pasado martes 24, aunque lo que más preocupa es la economía. Debido a su fuerte dependencia del pétroleo y las exportaciones, el país caribeño es uno de los más afectados de la región por la caída de las bolsas internacionales, por lo que el presidente, Iván Duque, dio a conocer iniciativas de reducir impuestos y facilitar créditos a empresas de turismo y aviación, especialmente tocadas por la crisis.
Una situación similar se vive en Venezuela -135 casos y 2 muertes confirmadas- que con una economía profundamente dañada teme que la caída de los precios del pétroleo suponga una estocada definitiva. Además, la preocupación crece con los días a pesar de la cuarentena impuesta por las deficiencias de un sistema de salud mermado desde hace años.
A pesar de las enormes disparidades en las cifras de afectados por el coronavirus, que se explican en gran medida por el distinto número de tests que se han realizado en cada país, también hay cuarentena total en Ecuador -1.966 contagios y 62 muertos-, Bolivia -107 y 6-, Perú -950 y 24-, Uruguay -320 y 1- y Paraguay -65 y 3-. Un enfoque común, si exceptuamos a Brasil, que espera minimizar al máximo el impacto del coronavirus en un continente que ya estaba en crisis antes de que la pandemia lo cambiara todo.
