No todos los países han optado por el confinamiento obligatorio como respuesta al coronavirus. En Suecia y Holanda siguen apelando a la responsabilidad individual, mientras que en antiguos satélites soviéticos como Bielorrusia o Turkemenistán no se ha tomado ningún tipo de medidas excepcionales



Mientras países como España e Italia apenas empiezan ahora a ver la luz al final del túnel que supone la crisis del coronavirus tras varias semanas de confinamiento y naciones como Estados Unidos o Reino Unido se preparan para lo peor en términos de contagios y muertes, en otros lugares la pandemia apenas ha afectado al día a día de los ciudadanos. Este lunes repasamos algunos de esos extraños focos de tranquilidad, que van desde la apelación a la responsabilidad individual sueca u holandesa y el business as usual de Bielorrusia hasta la negación de la realidad que impone el dictatorial Gobierno de Turkemenistán.
Países Bajos tiene 17.953 casos y 1.771 muertes, mientras que Suecia contabiliza ya 6.830 y 401 muertes. De hecho, Holanda aparece en el puesto 12 de los países con mayor cantidad de contagios de coronavirus en el mundo y su tasa de letalidad es relativamente alta a nivel estadístico, ya que se sitúa por encima del 9%, al mismo nivel que España y solo superada por la de Italia.
Sin embargo, y a pesar de que cifras mucho menores forzaron a otros países europeos a tomar medidas drásticas para evitar el colapso de la sanidad, estos números están siendo gestionados con una asombrosa tranquilidad en el país de los tulipanes. Su Gobierno, liderado por el liberal Mark Rutte, fue uno de los últimos de la Unión Europea en dictar medidas de aislamiento, y las que aplicó están entre las menos restrictivas. Muchos negocios siguen abiertos, las personas tienen la libertad de salir a la calle a pasear o hacer deporte con su familia y hasta se puede ir a casas de otros siempre que se respete la distancia de seguridad.
La estrategia ha sido denominada como «encierro inteligente» y, aunque parece demostrado que el plan va destinado a evitar heridas muy graves en el tejido económico del país, también plantea la duda sobre si habría muchos menos decesos si se apelara a medidas más estrictas, como aseguran los epidemiólogos.
Suecia también ha optado por un enfoque similar, e incluso menos restrictivo que el de sus homológos holandeses. El Gobierno ha recomendado tanto el teletrabajo como el distanciamiento social, pero este fin de semana, con la llegada de la primavera, las calles de las principales ciudades del país han vivido mucha animación, por una simple razón: todavía no hay nada cerrado.
Las escuelas, universidades, bares, restaurantes y transportes públicos siguen abiertos, por lo que la gente hace vida con normalidad. De hecho, las autoridades solo se han limitado a prohibir por ley las reuniones de más de 50 personas. La apuesta es la misma que Holanda, aunque con aún menos restricciones: apelar a la responsabilidad individual para evitar tomar medidas drásticas que comprometan el crecimiento económico y aumenten el paro.
Normalidad en Bielorrusia
Mientras en algunos países de la UE se opta por un enfoque menos restrictivo pero que al menos tiene en cuenta la evolución del coronavirus, en Bielorrusia todo sigue igual. El antiguo satélite soviético no está ni siquiera siguiendo los pasos de sus vecinos, como Rusia y Ucrania: las fronteras están abiertas, la gente sigue yendo a trabajar y no hay compras de pánico de ningún tipo.
De hecho, el presidente de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, en el cargo desde 1994, asegura que su país no necesita tomar ninguna medida de precaución para contener la pandemia. «Estas cosas pasan. ¡Lo más importante es no entrar en pánico!», ha llegado a lanzar en una reunión con diplomáticos chinos.


Los cines y los teatros siguen abiertos y no hay ningún tipo de prohibición de eventos masivos. La liga bielorrusa es el único campeonato nacional de fútbol que sigue adelante junto con el de Nicaragua. Hasta ahora, Bielorrusia registra 86 casos de coronavirus y dos muertes, aunque existen numerosas dudas sobre la fiabilidad de la información oficial sobre la propagación de la pandemia.
Lukashenko, que ha recomendado beber vodka e ir a la sauna para luchar contra el coronavirus, no parece contento con este tipo de dudas sobre la competencia de su Gobierno, y ha llegado a afirmar que la preocupación y la psicosis son «más peligrosas que el virus». Por ello, ha ordenado al servicio secreto del país, el KGB bielorruso, que «busque a los sinvergüenzas» que están propagando el pánico, es decir, a aquellos que den la voz de alarma sobre los peligros del virus.
Sin embargo, según apunta la BBC, muchos ciudadanos en Bielorrusia están bastante preocupados por la propagación del virus, ya que se mantienen informados qué está pasado fuera de su país. En la capital, Minsk, algunos jóvenes y niños en edad escolar fingen estar enfermos para mantenerse alejados de las abarrotadas aulas.
Negación en Turkemenistán
Si las falta de medidas y la persecución a los que «siembren el pánico» en Bielorrusia parecen estar completamente fuera de foco y recuerda la difícil situación de las libertades democráticas en ese país, el caso de Turkemenistán es aún más preocupante. Desde su independencia de la URSS, este antiguo cruce de caminos situado en Asia Central solo ha conocido dos «presidentes», Saparmyrat Nyýazow y, tras su muerte, en 2006, Gurbanguly Berdimuhamedow, su mano derecha, quien sistemáticamente ha sido reelegido para el cargo con el 97% de los votos.
La ONU afirma que el de Turkemenistán es uno de los regímenes más represivos del mundo y el líder Berdimuhamedow ya ha hecho gala de su mano de hierro en varias ocasiones en una dictadura donde los «medios de información y ediciones impresas» están al mismo nivel que las armas y las drogas.
Según el Gobierno, en Turkemenistán no se ha detectado ni un caso positivo. Ese mismo Ejecutivo es el que ha prohibido que se imprima o pronuncie la palabra coronavirus en los medios de comunicación, además de borrar la pandemia de cualquier folleto sobre salud que se distribuya en escuelas, hospitales y centros de trabajo y establecer incluso penas de cárcel para quien use mascarilla o hable siquiera sobre el coronavirus.


Aún así, existe algún tipo de preocupación gubernamental por la pandemia, aunque nunca se exprese. Si no, no se entendería que en este país centroasiático sí se haya cancelado la liga de fútbol, una de los grandes entretenimientos nacionales.
El único país comparable, tanto en hermetismo como en negación de la realidad del coronavirus sería Corea del Norte, desde donde también afirman que «no existe ningún caso de contagio». Reporteros sin Fronteras han denunciado esta situación en ambos países que califican como «absurda» y «verdaderamente peligrosa».
Según explica en un comunicado Jeanne Cavelier, responsable de la ONG para Europa del Este y Asia Central, «las autoridades han estado a la altura de su reputación al adoptar este método extremo para erradicar toda información sobre el coronavirus». Para Cavelier, «esta negación de información no solo pone en peligro a los ciudadanos turcomanos en mayor riesgo, sino que también refuerza el autoritarismo impuesto por el presidente. Instamos a la comunidad internacional a reaccionar y sancionarlo por sus violaciones sistemáticas de los derechos humanos».
