Los musulmanes comienzan un Ramadán atípico por el confinamiento

Los musulmanes comienzan un Ramadán atípico por el confinamiento

Una de las mayores tradiciones del Islam, el Ramadán, arranca este viernes marcada por el coronavirus, con prohibiciones sin precedentes de reuniones familiares y oraciones masivas, aunque algunos países musulmanes han relajado ciertas restricciones


El coronavirus no respeta ninguna tradición, por milenaria que sea. Este viernes arranca un Ramadán atípico y sin precedentes: aunque el confinamiento impuesto a más de un tercio de la población mundial no impedirá cumplir con el ayuno y la oración, el cierre de las mezquitas y la limitación de las salidas altera la esencia de esta fiesta religiosa, que no es otra que la vida en comunidad. Por primera vez en la historia, los 1.800 millones de musulmanes que hay en el mundo, un 25% de la población global, están convocados a orar desde sus casas.

Casi todos los lugares santos importantes, que en estas fechas concentran a miles de fieles, estarán extrañamente vacíos este año. La Meca, el lugar de peregrinación más sagrado del Islam, está cerrada, al igual que la ciudad de nacimiento del profeta Mahoma, Medina. También los centros de reunión nacionales, como la mezquita de Al Azhar, en El Cairo, o la plaza de Yamaa el Fna, en Marrakech, estarán vacíos por culpa del coronavirus.

No habrá visitas familiares ni rezos masivos en la mezquita, y tampoco la animación callejera que caracteriza este periodo especial para todos los musulmanes. «Jamás en la historia del islam se ha vivido algo similar, ni en la extensión geográfica de las medidas de confinamiento ni en su carácter organizado, pues en el pasado solo algunas epidemias muy localizadas habían obligado a encerrar a la población durante el mes sagrado», asegura el historiador marroquí Nabil Mouline.

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En esencia, el Ramadán es un mes de ayuno y oración, pero es también un periodo en el que cambian las costumbres sociales, multiplicándose las reuniones familiares y de amigos, así como las salidas a la calle y a la mezquita. Toda esta dimensión social va a desaparecer por las restricciones impuestas a causa del coronavirus. «Es algo nunca visto. No podremos romper el ayuno en la mezquita. No podremos realizar actividades en comunidad. Hemos de tomarlo con resignación y paciencia. Ahora lo que nos preocupa es la salud», explica a El Independiente Kamel Mekhelef, presidente de la Asociación de Musulmanes de Córdoba.

El Ramadán es uno de los cinco pilares del islam, y solo se exime del ayuno a los niños, las embarazadas y los enfermos. En los pasados días, muchas voces se han preguntado por la situación nueva que plantea el coronavirus, pero los diferentes teólogos que se han pronunciado, en Turquía, Egipto o Irak han sido tajantes: solo los enfermos pueden saltarse el ayuno.

Del cierre total a la permivisidad

Muchos países, como Marruecos o Irán, no relajarán el confinamiento por la festividad religiosa e incluso tienen previsto aumentar la presencia policial para evitar cualquier tipo de aglomeración. De hecho, en el país magrebí, las autoridades han impuesto un toque de queda nocturno entre las siete de la tarde y las cinco de la madrugada en todo el territorio para controlar mejor a la población.

También en Indonesia se han adoptado medidas especiales. El archipiélago asiático, con una población de 267 millones, registra cada año un éxodo masivo entre sus islas a lo largo del mes sagrado musulmán que culmina con la celebración del Eid al Fitr, que marca el fin del ayuno. Las autoridades sanitarias locales han incidido en el gran riesgo de propagación que supone el éxodo, en especial de los trabajadores de Yakarta, epicentro de la epidemia nacional, hacia las provincias menos desarrolladas y con un deficiente sistema sanitario, por lo que se ha prohibido los vuelos y viajes en barco domésticos.

Ramadán
Una mujer pasea frente a la Mezquita Molina de Rabat, despoblada por el brote del coronavirus. EFE/Mohamed Siali

Sin embargo, en otros países se ha abierto un poco la mano para permitir a los fieles realizar las compras necesarias para la ruptura del ayuno. Por ejemplo, Argelia relejará las medidas de confinamiento desde este viernes, acortando el toque de queda nocturno y levantando el cierre total para una provincia cerca de la capital, Argel. Y en Egipto se ha autorizado la apertura de comercios al aire libre, por lo que estos últimos días el centro de El Cairo ha estado abarrotado con cientos de personas que se afanaban por hacerse con dátiles, dulces y especias.

En Pakistán, el gobierno ha instado a los clérigos a que cumplan determinadas condiciones, como que los fieles acudan con mascarillas, y guarden una distancia de al menos dos metros entre ellos, pero el país centroasiático será uno de los pocos en los que se permita el rezo colectivo. Eso si, los ciudanos pakistaníes tendrán que prescindir de alfombras y, en cualquier caso, no estará permitido el acceso a ancianos ni niños.

También Dubai ha anunciado una reducción parcial de las restricciones a la circulación en el emirato, y en principio permitirá a las personas moverse libremente en la ciudad por primera vez desde el 4 de abril. Además, los centros comerciales, cafeterías y restaurantes, estarán abiertos durante el día.

Ramadán en España

Las mezquitas españolas están cerradas desde hace semanas, algo inédito en la historia de nuestro país. Estos lugares son los epicentros de la actividad religiosa comunitaria en Ramadán, ya que sirven para canalizar la ayuda para la comunidad, pero ahora toca reinventarse. «Se han cerrado mezquitas pero también se han abierto mezquitas en cada una de nuestras casas», asegura Amanda Figueras, del Foro Abraham para el Diálogo Interreligioso.

No habrá iftar, es decir, no se celebrará la comida colectiva que rompe el ayuno: solo entre las dos grandes mezquitas de Madrid suelen repartir 1.000 raciones diarias. Sin embargo, desde la Comisión Islámica barajan pedir permiso al Gobierno para que las mezquitas que ofrezcan este servicio abran dos horas para que los musulmanes puedan recoger los alimentos, como si fuera una salida a un supermercado, con medidas de protección.

Algo que descarta el Centro Cultural Islámico de Madrid, el más grande del país, que tiene sus almacenes repletos de dátiles -el fruto con el que se rompe simbólicamente el ayuno cada día- que llegaron antes de que estallara la pandemia para repartirlos por todo el país. «No queremos que la gente corra riesgo de contagiarse por ir a buscar una bolsa de comida» cuenta Sami el Mushtawi, jefe del departamento cultural del Centro Cultural Islámico de Madrid, conocido popularmente como la Mezquita de la M30.

La tecnología está llamada a jugar un papel decisivo. La Comisión Islámica ha pedido a las mezquitas e imames imaginación para comunicarse por las redes sociales con los feligreses. Los imames responden ya a las dudas habituales de los creyentes, que este año los expertos antojan que serán muy numerosas. Las conferencias clásicas de Ramadán se harán online. Toca «virtualizarse», dicen.

Por ejemplo, la Casa Árabe de Madrid realizará una serie de actividades culturales online y también invita a los musulmanes compartir su experiencia del iftar de forma virtual con el hashtag #Ramadánencasa. Lo único que está claro es que, en este año lleno de celebraciones atípicas, el Ramadán también ha tenido que reinventarse.



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