Los ultraortodoxos, un gran problema para contener el coronavirus en Israel

Los ultraortodoxos, un gran problema para contener el coronavirus en Israel

En Israel, el modo de vida de los ultraortodoxos está poniendo en peligro la estrategia de confinamiento del Gobierno, mientras la cooperación entre médicos árabes y judíos muestra la cara amable de un conflicto palestino-israelí que no parece que vaya a remitir


El coronavirus no respeta ni Tierra Santa. En Israel, los infectados por esta pandemia ascienden ya a 6.200, y aunque por el momento solo se han contabilizado 32 fallecimientos, se teme un aumento explosivo de los contagios en los principales focos localizados en las comunidades ultraortodoxas. Allí, las medidas de prevención han chocado frontalmente con el estilo de vida de unas personas que rigen prácticamente todos los aspectos de su vida en la Torá. Mientras tanto, empieza a preocupar cada vez más el posible impacto del coronavirus en el territorio palestino, donde por ahora solo hay un centenar de casos, pero que ha sido fuertemente castigado por años de acoso israelí y es mucho más vulnerable por la extrema pobreza de su población.

El problema que plantean los ultraortodoxos a la lucha contra el virus es especialmente claro en la figura del ministro de Salud, Yaakov Litzman, que paradójicamente ostenta el puesto a pesar de su concepción religiosa de las enfermedades. El político israelí, presidente del partido Judaísmo Unido por la Torá, ha dado positivo por coronavirus y ha obligado a todo el Gobierno, liderado por el conservador Benjamin Netanyahu, a ponerse en cuarentena. Pero, sobre todo, ha servido para entender lo perjudiciales que pueden ser las costumbres de este grupo religioso para la salud pública.

Litzman ha recibido numerosas críticas cuando, hace apenas unas semanas, pidió confianza en «el mesías» para curar el COVID-19, después de que las medidas de prevención pusieran en duda la celebración de la Pascua judía (Pésaj), que comienza este 8 de abril y es un evento central de la vida religiosa israelí, especialmente en estas comunidades.

Israel
Judíos ultraortodoxos rezan una oración matutina en los balcones y fuera de sus hogares en el barrio Mea Shearim en Jerusalén. | EFE/EPA/ABIR SULTAN

Además se ha resistido a cerrar las sinagogas, que se han mantenido abiertas en algunos barrios ultraortodoxos pese a la prohibición, lo que ha llevado a las fuerzas de seguridad a intervenir no sin poca resistencia de los residentes. De hecho, el primer ministro ha tenido que anunciar el cierre completo la ciudad ultraortodoxa de Bnei Brak, cerca de Tel Aviv, donde los casos han aumentado un 25% en las últimas 24 horas.

Y es que el modo de vida de esta comunidad religiosa ha hecho saltar las alarmas ante el incumplimiento de las medidas de prevención. Los ultraortodoxos se informan por medios convencionales, tienen familias numerosas a menudo hacinadas en pequeños domicilios y se rigen por las leyes de la Torá y la palabra de los rabinos. Por eso, muchos han ignorado hasta ahora la prohibición de no celebrar eventos y algunos incluso se han congregado en funerales masivos, lo que aumenta el riesgo de infección.

El problema palestino

Aparte del problema ultraortodoxo, el otro gran frente abierto es de los territorios palestinos. Aunque tanto Mahmoud Abbas, el presidente palestino, como su homólogo israelí, Reuven Rivlin, han conversado sobre la necesidad de cooperar y coordinarse entre ambas partes para contrarrestar el brote global de la pandemia de coronavirus, del diálogo a la realidad suele haber un decalaje, sobre todo cuando hablamos del conflicto entre Israel y Palestina.

Eso sí, la Autoridad Palestina (AP) ha reaccionado rápido, aislando a los que salen de la ciudad de Belén, donde se produjeron los primeros casos, y decretando una cuarentena general el 22 de marzo, apenas tres días después de que lo hiciera el primer ministro israelí. Pero si bien esa respuesta rápida les ha hecho ganar tiempo, no es una solución, porque el coronavirus no entiende de fronteras, geopolítica o cualquier otro obstáculo artificial para la cooperación.

Trabajadores israelíes con trajes protectores desinfectan la plaza del Muro de las Lamentaciones, en Jerusalén. | EFE/EPA/ABIR SULTAN

La AP proyecta que 12.500 palestinos se infectarán con el virus en las próximas semanas. Para lidiar con este aumento, afirma que necesitará 40.000 kits de prueba y 2.800 ventiladores solo en Cisjordania. A menos que Israel actúe ahora para aliviar las restricciones sobre el movimiento de bienes y personas a los territorios ocupados, muchos palestinos se verán abocados al sufrimiento ya que el sistema de salud palestino ha sido secuestrado por la ocupación militar y no está preparado para responder al coronavirus.

Israel, como potencia ocupante en Cisjordania y Gaza, tiene la responsabilidad general de garantizar que los palestinos reciban la atención médica que necesitan. Sin embargo, ha estado reteniendo más de 11 millones de dólares al mes en ingresos fiscales palestinos para evitar que las familias de los combatientes palestinos reciban ayudas de la AP. Aunque tanto israelíes como palestinos han confirmado que están discutiendo cómo liberar esos fondos, el sistema de salud de zonas como Gaza, que depende en su mayor parte de la cooperación al desarrollo internacional, necesitará de la ayuda israelí para no colapsar.

Una cooperación para la esperanza

Sin embargo, también existe una cara amable de este conflicto. En Israel, médicos judíos y árabes trabajan juntos y en primera línea para combatir la epidemia del coronavirus. «No hay diferencia entre nosotros» afirma Rafi Walden, director adjunto de un hospital de Tel Aviv, a la agencia de noticias AFP.

Pese a estar inmersos en una sociedad profundamente dividida, Walden afirma que sin esta colaboración árabe el sistema de salud israelí «se derrumbaría». A pesar de estas alabanzas, los árabes israelíes, descendientes de los palestinos que permanecieron en sus tierras tras la creación de Israel en 1948, y que representan el 20% de la población, se consideran víctimas de discriminación social y denuncian habitualmente la ley del Estado-nación que consagra el carácter judío de Israel.

Israel
Un enfermero judio reza hacia Jerusalén mientras su compañero musulmán lo hace hacia La Meca, junto a su ambulancia. | MAGEN DAVID ADOM

Estos días se ha vuelto viral una foto de dos enfermeros que oran ante su ambulancia: uno, judío, reza en dirección a Jerusalén; el otro, musulmán, está arrodillado en una alfombrilla de oración y lo hace hacia La Meca. Varios internautas han saludado esta «inspiradora» imagen, divulgada por la Magen David Adom, equivalente en Israel de la Cruz Roja. Para algunos refleja la necesidad de unión nacional en tiempos de crisis y la esperanza de que la división religiosa no empeore la crisis del coronavirus.

Según un estudio de 2017 del Centro Taub de estudios sociopolíticos en Israel, la tasa de pobreza es mucho más elevada en los sectores árabes, donde la población tiene una esperanza de vida cuatro años menor que los judíos israelíes.

Israel probará la vacuna contra el coronavirus en humanos el 1 de junio

Un equipo de científicos israelíes ha asegurado que están a días de completar la producción del componente activo de una vacuna contra el coronavirus que podría ser probada en humanos el 1 de junio.

«Estamos en las etapas finales y dentro de unos pocos días tendremos las proteínas, el componente activo de la vacuna”, ha explicado el doctor Chen Katz, líder del grupo de biotecnología de MIGAL, al Jerusalem Post. El médico asegura que los ensayos de fase I en humanos se realizarían en «individuos jóvenes y sanos» y luego probablemente se extenderían a la población general. 

El equipo israelí cree que la rápidez del descubrimiento tiene mucho que ver con la suerte, ya que llevaban cuatro años desarrollando una vacuna contra un virus que produce bronquitis infecciosa en las aves de corral, cuyo ADN tiene casualmente una gran semejanza con el del coronavirus. Es decir, tenían el trabajo avanzado incluso antes de que se declarara la pandemia.

La iniciativa se suma a los proyectos que también están anunciados en China y en Estados Unidos.



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