Desde hace años, los analistas energéticos han estado hablando del peak oil como del punto de inflexión esperado. El pico del petróleo, el momento en el que la extracción y consumo de hidrocarburos en el mundo llegaría a su nivel máximo para empezar a descender a partir de entonces, reemplazados por otro tipo de fuentes energéticas o sencillamente por el agotamiento de las reservas.
Ante el vaciamiento de los campos productivos fáciles de explotar, la búsqueda de fuentes no convencionales como el shale gas, especialmente en Estados Unidos, las arenas bituminosas de Canadá, los yacimientos en latitudes árticas o las extracciones en alta profundidad marina han estado proporcionando a la industria petrolera las reservas necesarias para mantener la máquina extractiva. La producción de petróleo convencional, la de los yacimientos fáciles de pinchar, llegó a su máximo en 2005. Desde entonces, han sido estas nuevas fuentes las que han mantenido el flujo de barriles en nivel alto.
Pero ahora lo que falla es la demanda, no la producción. El coronavirus ha dado un golpe brutal al gasto energético mundial y el mercado internacional de petróleo está experimentando una convulsión jamás conocida. Con los aviones, los coches y las industrias paradas, la economía ha dejado de reclamar combustibles fósiles.
En El Ágora hemos contado cómo el consumo de electricidad ha bajado en España un 30% respecto a la semana previa al estado de alarma. Pero el vector eléctrico es solo una parte mínima del consumo final de energía fósil en nuestro país y el resto del mundo.
El parón económico mundial también ha generado un brusco descenso de la sed de hidrocarburos para el resto de utilidades, como la movilidad, esencialmente, y la producción química, también. Eso ha provocado que los precios del crudo se desplomen. El bajón de consumo global ha hecho que las instalaciones se llenan de barriles que nadie reclama, hasta el punto de que toda la logística petrolera internacional está a punto de rebosar. No cabe más en los almacenes. Y hay petroleros en rumbo hace semanas a los que se les pide no descargar.
Es lo más parecido al peak oil. Curiosamente, algo similar a la famosa curva aplanada del coronavirus. Después de ser durante más de un siglo el motor del mundo, la línea ascendente del consumo petrolífero, que no paraba de subir, ha empezado a parar de forma brusca.
«Nunca hemos visto algo así», dice la AIE
Lo explicaba el director de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), Fatih Birol, hace escasos días tras presentar el último informe de situación del organismo de referencia internacional: “Los mercados mundiales de petróleo y gas se enfrentan a una situación sin precedentes: la demanda está colapsando debido al impacto del coronavirus, mientras que el suministro, que ya es demasiado abundante, aumenta significativamente”.
“La demanda ha caído un 30% y la industria se enfrenta al peor año de su historia”, afirma Birol. “Las comparaciones con períodos anteriores de interrupción en los mercados petroleros son inevitables pero están fuera de lugar. La industria petrolera nunca ha visto nada como 2020”, remacha el director de la AIE.
«La industria se enfrenta al peor año de su historia. Nunca hemos visto algo como 2020», dice la Agencia Internacional de la Energía
La cuestión es que el mercado, la llave que ha manejado la demanda y los precios del petróleo durante décadas, ha saltado por los aires. De repente, no hay sed de hidrocarburos. Y la industria no estaba preparada para manejar una situación como esta.


Se espera que la demanda mundial de petróleo caiga un récord de 9,3 millones de barriles/día para el total de 2020. Cerca de un 10%, pues el apetito mundial de hidrocarburos está en torno a los 100 millones de barriles/día.


Ahora mismo el crudo pierde un 30% de mercado. Algo inusitado para una industria que basa su éxito en que la máquina nunca deje de funcionar
Para el segundo trimestre de 2020 se espera que la demanda sea 23 millones de barriles/día por debajo de los niveles del año anterior, considera la Agencia Internacional de la Energía. Casi un 25% menos de lo habitual.
“Con 3.000 millones de personas en todo el mundo bajo alguna forma de bloqueo debido al coronavirus, falta uno de los estabilizadores tradicionales para el mercado petrolero. Los precios bajos generalmente estimulan una reacción de los consumidores, pero este impulso a la demanda es muy poco probable esta vez. En cambio, una rápida acumulación de reservas de petróleo está comenzando a saturar la capacidad de almacenamiento disponible, lo que empuja aún más los precios”, afirma la Agencia Internacional de la Energía.
No hay donde guardar petróleo
Además del miedo al futuro, el mercado del petróleo sufre ahora una preocupación inmediata: no se sabe dónde almacenar el petróleo que el mercado no está gastando. Al margen de sus costos operativos o estrategias de negocio, muchos productores se ven enfrentados al mismo dilema. A medida que la demanda se desploma, toda la cadena de refino de petróleo, carga y almacenamiento está comenzando a saturarse, lo que hace cada vez más difícil introducir nuevos suministros en el sistema.


«La acumulación de producción puede sobrepasar la logística de la industria. Nunca antes ha estado tan cerca de probar el límite de su capacidad”, asegura la AIE.
De hecho, el petróleo, en determinados mercados… ha empezado a tener precios por debajo de cero. El precio de barril en América, el West Texas Intermediate (WTI), entró en negativos tras caer un 300% el 20 de abril. Resulta difícil de entender, pero en un mundo tan complejo como el del petróleo, con mercados a futuro, se llegó a pedir 37 dólares a cambio de comprar un barril estadounidense. Hay que leerlo bien. No se pagan 37 dólares por adquirir un barril. Es al revés. El productor abona 37 dólares para que alguien le quite de encima la producción que no sabe a quién vender ni dónde guardar.
«Las refinerías están rechazando barriles a un ritmo histórico y con los niveles de almacenamiento de EEUU llegando a su límite las fuerzas del mercado infligirán más daño hasta que lleguemos al fondo del COVID-19″, afirmaba Michael Tran, director gerente de estrategia energética global de RBC Capital Markets en declaraciones que recoge Bloomberg.
Las empresas quiebran con estos precios
En este momento, alrededor de cinco millones de barriles de petróleo producidos en todo el mundo cada día no alcanzan precios lo suficientemente altos como para cubrir los costos de sacarlo del suelo, afirma la AIE. Estas operaciones pierden dinero con cada barril que producen. En este escenario, es el shale gas de Estados Unidos el que está sufriendo el mayor destrozo.
En marzo, cuando la pandemia ya empezó a hacer caer la demanda de crudo, la OPEP, con Arabia Saudí a la cabeza, intentó pactar un acuerdo para reducir la producción. Moscú no aceptó y, ante eso, Arabia Saudí empezó a extraer más crudo para hundir más los precios y dañar a Rusia. Puesto que los costes de explotación saudíes son más bajos que los rusos, en una situación de precios bajos los árabes siguen ganando, aunque ganen menos.


Tras muchas presiones, Moscú y Riad, con fuertes gestiones de Estados Unidos, llegaron a un acuerdo para dejar de bañar en petróleo barato el mercado y cerrar el ritmo de los pozos. Decidieron recudir la producción en 10 millones de barriles/día para marzo y abril. Pero no ha bastado, porque la bajada real de demanda que estamos experimentando es de 30 millones de barriles/día. Ese movimiento de hace 10 días no ha sido suficiente, por tanto, para frenar el descalabro de los precios, que ahora están en el entorno de los 20-30 dólares por barril, según las diversas calidades y mercados y opciones de futuro.
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El shale gas está impulsado por una constelación de iniciativas pequeñas, no grandes petroleras. Es el que está pagando más caro la crisis de demanda y de precios
La situación en EEUU, el mayor consumidor y productor mundial, es muy preocupante. En las últimas dos semanas numerosas empresas dedicadas al shale oil en Texas y Montana, las dos áreas más intensivas en este tipo de explotación no convencional, que consiste en inyectar agua en el subsuelo para diluir los hidrocarburos incrustados en los estratos de roca metamórfica como el esquisto, han anunciado que no están en condiciones de seguir compitiendo.
Esto es el golpe final para compañías que ya arrastraban deudas de miles de millones de dólares. El boom del shale oil en Estados Unidos desde comienzos del siglo XXI impulsó la apertura de pozos que han tirado durante años de las expectativas de fondos de inversión que veían un campo fértil para el beneficio en condiciones de mercado alto.
Hay que tener en cuenta que son los hidrocarburos con mayores costes de extracción. No se trata de pinchar un pozo de petróleo líquido, sino de una operación de ingeniería compleja y con volúmenes aprovechables pequeños y perecederos. El shale 9il está impulsado por una constelación de iniciativas pequeñas, no grandes petroleras.


Muchas de las empresas de shale gas no han llegado a ofrecer el retorno esperado y acumulan pérdidas desde hace años. Ese tipo explotaciones solo son rentables a partir de los 40-50 dólares por barril, y este horizonte de precios no ha sido el de la última década y media, lastrada por el 11-S y la crisis financiera de 2008.
El coronovirus, directamente, acaba de sacarlas del mercado. Según Goldman Sachs, es posible que pozos de petróleo responsables de casi un millón de barriles por día ya se hayan cerrado porque el precio del petróleo ahora es más bajo que el costo de envío. Es probable que esto «altere permanentemente la industria energética y su geopolítica» y «cambie el debate sobre el cambio climático», afirma Jeffrey Currie, jefe de productos básicos del banco.
Efecto en las economías petroleras
Existe una gran preocupación por cómo afectará la acción combinada del descenso de consumo y la bajada de precios a la economía de los países petroleros. Según las primeras estimaciones de la AIE los ingresos de petróleo y gas para algunos productores clave podrían bajar entre el 50% y 85% en 2020, en comparación con 2019. Esto representaría el ingreso más bajo en más de dos décadas.
“Estas estimaciones iniciales son espectaculares”, dice la AIE, “pero los descensos podrían ser aún mayores dependiendo del alcance final de la caída de la demanda y la desaceleración económica.
Estamos presenciando un shock desde el lado de la demanda junto a un aumento en la oferta. En muchas economías productoras, las finanzas públicas están en peor estado hoy que hace cinco años, lo que las hace aún menos capaces de absorber el impacto. El coronavirus es una gran prueba para la infraestructura social y de salud de los países, dice la agencia.
En algunos estados, la producción a gran escala y las exportaciones de petróleo y gas proporcionan ingresos vitales para financiar sus presupuestos nacionales, lo que significa que la volatilidad en los mercados mundiales de energía puede traducirse casi instantáneamente en presión macroeconómica.


Hay grandes riesgos para las economías petroleras vulnerables: “Esto va a debilitar aún más la capacidad de países como Irak y Nigeria para continuar pagando salarios y proporcionar servicios esenciales a sus poblaciones, como atención médica y educación”, afirma la AIE.
Incluso entre los países del Consejo de Cooperación del Golfo, algunos de los cuales todavía tienen un cierto grado de amortiguación financiera contra el empeoramiento de las condiciones del mercado, se prevé que los déficits fiscales alcancen entre el 10% y el 12% del PIB este año, lo que implica necesidades financieras adicionales de alrededor de 150.000 a 170.000 millones de dólares, continúa la agencia internacional.
La conmoción en algunos países exportadores de petróleo será profunda, trayendo riesgos para su estabilidad social y reduciendo drásticamente su capacidad de comprar bienes y servicios esenciales del resto del mundo.
La amenaza de quiebras en un sector con el tamaño y la importancia estratégica del petróleo, junto con el papel crucial del crudo en las finanzas y el comercio mundial, agrega elementos peligrosos a una situación financiera global altamente inestable, concluye la AIE.
¿Qué va a pasar en 2020?
En este momento todo son incertidumbres. ¿Remontará la demanda en los próximos meses? Todo depende del ritmo de combate contra la pandemia y de la recuperación de las economías. Pero hay cuestiones de fondo que estaban lastrando ya el mercado petrolero y ahora acaban de sobrevenir cambios abruptos que pueden modificar el modo en que las sociedades funcionen a partir de ahora.
“La crisis del coronavirus llega en un momento en que las compañías de petróleo y gas estaban empezando a lidiar con las implicaciones de la transición energética para sus operaciones y modelos de negocio”, dice la AIE.


“Parte de la angustia de la industria por el futuro ha aterrizado bruscamente en el presente. Aunque la demanda de petróleo se recupere cuando la crisis se relaje, la dislocación podría acelerar algunos cambios estructurales en la forma en la que el mundo consume petróleo”, añade.
A nadie se le escapa que el tráfico aéreo, gran consumidor de combustibles, tardará mucho tiempo en recuperarse a los niveles de antes, si es que llega a hacerlo. Tardará en alcanzarse el nivel de desplazamientos a larga distancia de personas por motivos de ocio previo a la epidemia. Y muchas empresas han descubierto la eficiencia de las reuniones telemáticas que pueden ahorrar muchos vuelos de trabajadores y ejecutivos.Lo mismo ocurre con los desplazamientos laborales en vehículo privado. El teletrabajo se ha convertido en una realidad y cuesta creer que el experimento que estamos viviendo durante estas semanas no vaya a dejar huella en las costumbres de trabajo, incluso cuando la pandemia esté totalmente controlada.
Si a esto le sumamos los esfuerzos de gobiernos por potenciar las energías bajas en carbono o la electrificación del transporte, las perspectivas para una recuperación en UVE del consumo de petróleo rápidamente tras la pandemia no son muy halagüeñas. Lo afirma la propia Agencia Internacional de la Energía: “Por el lado de la demanda a largo plazo existen profundas dudas. Las mejoras en la eficiencia y el uso creciente de vehículos eléctricos se combinan con los esfuerzos intensos de los gobiernos y los consumidores de todo el mundo para responder al cambio climático”.
En tiempos tan confusos y convulsos como los que vivimos es difícil aventurar lo que puede ocurrir, pero en la industria petrolera se tiene claro que la herida que la pandemia le ha asestado es la más dura de toda su historia. Es posible que el coronavirus haya precipitado el peak oil sin que nos hayamos dado cuenta.
