El coronavirus ha provocado que todos los establecimientos hoteleros tengan que echar el cierre, una medida que supone un duro golpe para la economía de muchos municipios, como Peñíscola, que estaban ya preparados para vivir su primera gran campaña: la Semana Santa



“Es muy duro ver cómo empiezas un proyecto con muchas ganas e ilusión y de repente te ves con la obligación de cerrarlo de forma indefinida”. Este es el testimonio de Amanda, empresaria y regente de un restaurante llamado ‘Can Roig’, situado en el pueblo costero de Alcocéber. Pero como ella, existen muchos más casos similares de personas y municipios en toda la costa mediterránea que ven como el coronavirus se está llevando por delante la principal fuente de su sustento: el turismo.
Peñíscola representa otro gran ejemplo. Allí, a diferencia de otras regiones, el municipio tuvo que hacer frente a su primera gran crisis en enero, cuando una poderosa borrasca destruyó la costa de la localidad y amenazó el turismo de sol y playa del que se sustenta.
La demanda turística aporta el 11,7 % del PIB español. Que un sector como este acabe dañado es una mala noticia para la economía del país.
La cara positiva es que todo aquello sucedió en enero, cuando Peñíscola se encontraba en un momento de “letargo” por estar fuera de temporada. Para Francisco Ribera, director de Gran Hotel Peñíscola y presidente de Agretur, la Asociación de Empresarios Turísticos de Peñíscola, esto les otorgó un colchón para poder recuperarse de los posibles daños en la infraestructura hotelera y preparase para la primera gran temporada turística.
“En Peñíscola se puede encontrar algún establecimiento hotelero que ha sufrido daños, como el mío, donde hemos localizado problemas en las plantas inferiores. Sin embargo, a nivel general, la planta hotelera no ha sufrido graves daños para lo que fue el temporal”, comenta Francisco Ribera.
“Como todo sucedió en enero, y la mayoría de los establecimientos estaban cerrados, no notamos un gran impacto en el turismo. Eso sí, lo que teníamos claro es que debíamos trabajar contrarreloj para estar preparados para la primera gran campaña que representa la Semana Santa”, añade el empresario.
Efectivamente, dos meses después lo habían conseguido: el municipio se encontraba casi al 90% y estaba preparado para recibir a la primera oleada de turistas que, durante estas fechas, suelen ser personas que sobrepasan los 50 años.
Una buena noticia que, sin embargo, pronto se nubló con la llegada del nuevo enemigo invisible que amenazaba con llevarse por delante lo que las olas no hicieron en su momento. De hecho, en vista de las proyecciones y del creciente ambiente de descontrol que se estaba generando, los peñiscolanos se temían ya lo peor.
Poner el foco en el verdadero problema
A pesar de que el virus pueda suponer un duro golpe para la economía, no hay que olvidar el razonamiento que expuso la Organización de las Naciones Unidas: “El coronavirus es una enfermedad que esperamos que sea temporal, con impactos temporales, pero el cambio climático lleva entre nosotros muchos años y se mantendrá por décadas, y requiere de acción continua”.
Con esta frase, Antonio Guterres, secretario general de la ONU, nos recordó que, aunque ahora se estén desviando todos los recursos a paliar los efectos del virus, no debemos apartar la atención del verdadero problema que es la crisis climática y que, en cierto modo, propició el ascenso del coronavirus.
En este sentido, Andrés Martínez afirma que lo verdaderamente preocupante de toda la experiencia del 2020 es que los temporales se están volviendo más comunes y que este afectó en enero, pero otro futuro puede ocurrir en abril, echando por tierra toda una campaña turística. Por no hablar de los costes de la reparación.
Por ello, el edil sigue luchando para que desde el gobierno se tomen medidas de adaptación que protejan la costa de este ya real problema: el cambio climático
“Estamos viviendo estos angustiosos días con resignación e incluso con cierta frustración porque parte de las medidas que se han tomado hasta hoy y que afectan a nuestro sector turístico deberían haberse tomado antes”, indica el empresario.
“El prolongamiento del estado de alama, además, ha provocado que muchos programas turísticos para mayores vean como inviable retomar la actividad hasta mediados de abril, por lo que no sólo damos por perdida ya la Semana Santa, sino que desgraciadamente la totalidad del mes de abril”, continúa.
Ahora, todas sus esperanzas se depositan en el verano, una estación que promete “inhabilitar al virus” y suponer un balón de oxígeno para la ya delicada situación turística en la región, que necesita desesperadamente que todo esto acabe para poder terminar el año con un buen balance económico.
“Al final conseguiremos salir de esta crisis y poco a poco iremos levantando la cabeza. Esperamos ante todo que la gente tome consciencia del estado de emergencia que estamos viviendo y se adopten las medidas como toca para garantizar la seguridad de nuestra gente. Solo así podremos ver la luz al final del túnel”, comenta Amanda que no deja de opinar que “lo que mal empieza, bien acaba”.
De momento, las cifras de contagiados y fallecidos no paran de aumentar en nuestro país ante la falta de iniciativa de un gobierno que ha convertido a España en la capital del patógeno. Es posible que, al final, sea el verano quien nos salve o la intensa labor de los sanitarios. Pero, por ahora, solo nos queda esperar y, los que así lo crean, rezar por presenciar el esperado final feliz.