Un reciente estudio afirma que la inversión anual en programas en programas para frenar el tráfico de vida silvestre y detener la destrucción de los bosques tropicales supondría solo el 2% del gato total que acarrea una pandemia como el coronavirus en un plazo de 10 años



De la noche a la mañana, la humanidad se ha visto envuelta en una de las peores pesadillas imaginables, protagonizada en esta ocasión por un pequeño virus surgido en China que ha sido capaz de infectar ya a 15 millones y medio de personas en todo mundo.
Sin contar con las pérdidas humanas, el coste de esta pandemia hasta ahora, derivado de las inversiones para mitigar su impacto y la mantención de las nuevas infraestructuras requeridas, se han contabilizado en más dos billones de dólares, una cifra que nos podíamos haber ahorrado casi al completo si hubiésemos apostado por el bienestar del medio ambiente.
Así lo ha manifestado un reciente estudio realizado por expertos de la Universidad de Duke y Princeton en el que han afirmado que los Gobiernos podrían haber evitado esta pandemia (y futuras) mediante una inversión de 22 mil millones anuales en programas para frenar el tráfico de vida silvestre y detener la destrucción de los bosques tropicales.Para los expertos se trata de una inversión ínfima que apenas representaría el 2% de los costes totales que supondrá esta pandemia en los próximos años y que muchos han tachado que podrá tratarse de una cifra que ronde los 10 y 20 billones de dólares.
“En comparación con los 2,6 billones ya perdidos por la COVID-19, y las más de 600,000 muertes, esa inversión anual representa un valor excepcional”, han afirmado los expertos.
La razón de este ahorro tiene que ver con los orígenes del virus, tal y como han detallado. Durante los últimos años, los mayores virus que han afectado a la humanidad han provenido directamente de reservorios animales.
De hecho, el 60% de las enfermedades que existen se producen mediante zoonosis, que son responsables de, al menos, 2.400 millones de casos de enfermedades humanas y de 2.2 millones de muertes al año, sobre todo en las áreas menos desfavorecidas del planeta.
La proliferación de virus zoonóticos durante este último periodo se ha debido al estrecho contacto que ha comenzado a tener el hombre con los animales salvajes, impulsado en gran medida por la destrucción de sus hábitats.
“Los murciélagos, que son los reservorios probables de ébola, SARS y el virus detrás de Covid-19, tienen más probabilidades de alimentarse cerca de los asentamientos humanos cuando sus hábitats forestales originales se ven afectados por la construcción de carreteras, la tala u otras actividades humanas”, ha comentado Andrew Dobson, profesor de ecología y biología evolutiva en Princeton.
A la destrucción de los hábitats se unen los mercados de vida silvestre y el comercio legal e ilegal de vida salvaje ya que, en muchas de ocasiones, los productos que se ofertan allí están mal regulados y carecen de unos mínimos de calidad. De hecho, los expertos especulan que el actual brote de coronavirus se originó dentro de uno de estos emplazamientos.
“Los animales salvajes pueden contener muchos patógenos que pueden ser nocivos para nosotros, lejos de lo que se pueda llegar a pensar”, ha añadido Stuart Pimm, profesor de Ecología en Duke.
Por ello, han recomendado a en su estudio invertir, además de la anterior cifra, un importe aproximado de 500 millones al año para expandir y mejorar los programas y tecnologías de monitoreo del comercio de vida silvestre.
Actualmente, esta labor recae sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) que traviesa, según los expertos, por un periodo de impagos. “Este dinero extra no solo serviría para tapar esos agujeros, sino para aumentar los esfuerzos del CITES”, han concluido.
