Consecuencias económicas y sociales de la pandemia

Ante una recesión calculable (I)

Por Ramón Tamames

Hoy se incorpora a El Ágora Don Ramón Tamames, historia viva de este país, economista de cabecera y maestro de economistas. Un espíritu reacentista que tiene a los 87 años una curiosidad que se consideraría extraordinaria a los 17. Su contribución empieza con una trilogía analizando las consecuencias económicas del Covid-19 en España. El análisis no es apto para pusilánimes

1. Visión preliminar

En el planteamiento de cuáles puedan ser los efectos de recesión de la pandemia del coronavirus en España hay, lógicamente, grandes incertidumbres, debido a las características de la cuestión a que nos enfrentamos. No se sabe cuánto durará la crisis sanitaria, ni qué incidencia acabará teniendo en las diversas actividades. Como tampoco se tiene una idea de cuál puede ser el efecto del repertorio concreto de las medidas contracíclicas del Gobierno que no ha sido inmediato en su reacción. Un panorama, pues, que no se presta, en cualquier caso, a expresar cifras concretas suficientemente fundadas.

Ya se han hecho comparaciones entre la situación actual y las históricamente similares de mayor o menor relevancia. Como sucedió con la llamada gripe española de 1918 –con 260.000 muertos en España, el último año en que disminuyó la población del país—, en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial. O lo que sucedió con la epidemia de mucha menor entidad cuantitiva del sida de los años 80, o del agente SARS casi en un solo año y contenida dentro de la propia China en 1983[1].

De lo que no cabe duda es que la actual pandemia es la más extensa que se ha conocido en los tiempos modernos, por ser de alcance mundial. Que comenzó en China en diciembre de 2019 y aún no tiene expresión cuantitativa como para decir lo que realmente haya podido pasar o esté pasando en ese país; que como Estado autoritario que es, podría disponer de una información seguramente muy completa pero que no comparte por entero.

«Ha aparecido un cisne negro –el coronavirus– que se lleva todos los titulares»

La gran pandemia ha recordado a Nouriel Roubini, el primero en anunciar la crisis de Lehman Brothers de 2008, que se ha pasado la vida profetizando desgracias y, lo peor, es que ha acertado muchas veces. Hace siete meses alertó de la llegada de una bandada de cisnes blancos (tensiones China-Estados Unidos, salida del Reino Unido de la Unión Europea y conflictos en el Oriente Medio, especialmente, en Irán) (The anatomy of the economy recession, agosto 2019). Pero, desde hace una semana, ya nadie habla de los cisnes blancos, porque ha aparecido un cisne negro –el coronavirus– que se lleva todos los titulares[2].

Algunos han hablado también de un crack del 2020, por la enorme difusión que tiene la epidemia que ya generalmente se conoce como pandemia por la OMS. La cual ha recomendado medidas de contención que se están materializando en decisiones muy importantes de confinamiento por meses, con todo lo que eso puede significar desde el punto de vista económico y social.

En cualquier caso, estamos ante una situación única, en un mundo de 7.800 millones de habitantes, que de pronto se para, en muchas áreas casi totalmente, por un virus con toda clase de posibles consecuencias.

2. Algunas reacciones internacionales

En relación con la pandemia, es interesante la referencia de Margaret Franklin, presidenta y consejera delegada del CFA Institute, en el sentido de que “el coronavirus es un ejemplo vívido y dramático de las cosas impredecibles que pueden suceder en el mundo y su impacto en los mercados”, en analogía a lo que en 2008 planteó Roubini, ya lo vimos, con su referencia a los cisnes negros.

Y dentro de la morbilidad de la epidemia, los impactos son muy diferentes, dependiendo de las edades de los afectados, según se ha visto en China; donde hubo máximos de letalidad para los mayores del 9,6 % entre los septuagenarios, 16,6 % entre los octogenarios, y del 19 % en el caso de los nonagenarios. [3] Es un tema que no deja de preocupar al autor de este artículo, ya en sus 86 años de vida…

Además, en la realidad que contemplamos, cabe apreciar el protagonismo de China, foco del virus y (por el momento) país más afectado. Sobre una situación previa de ralentización económica, que se pensaba llegaría a una tasa de crecimiento del PIB que podría situarse en un rango menor del de años anteriores, del 6 %.

Por lo demás, según las últimas previsiones oficiales de la OCDE, publicadas el 2 de marzo de 2020, la epidemia del coronavirus restará medio punto porcentual al crecimiento de la economía mundial en 2020, que frenará así su expansión al 2,4 % este año, cinco décimas menos que lo previsto en noviembre de 2019 por la organización. Una previsión que, tal vez, ya resulta demasiado optimista por lo que estamos viendo desde el mes de febrero, por lo cual, la OCDE ya ha cifrado un impacto de la pandemia actual que sería cuatro veces el que tuvo el SARS en 2003. Un múltiplo a relacionar con el mayor protagonismo de China sobre lo que sucedía hace 17 años. En ese tiempo transcurrido, el PIB chino también se ha cuadruplicado: ha pasado de ser el 5 % del PIB del planeta a casi el 20 %.

Otra muestra indudable de la desaceleración y temor a causa de la pandemia es el precio del oro, que pasó de un nivel de 1.200 euros en 2016, por onza de oro troy (de 31,1 gramos), a la cifra de 1.518 el 15 de marzo de 2020, con un aumento, pues, del 26,5 %. Ante la desconfianza por una coyuntura desfavorable, con la caída de los mercados bursátiles, se tiende a recurrir nuevamente al fetichismo del oro, que dijo J.M. Keynes[4].

Otro fenómeno que evidenció la desaceleración de la economía española desde 2018, habitual en las fases de declive en cualquier país, fue el aumento del ahorro familiar, medido a través de los depósitos de personas físicas en cuentas bancarias; pasando de 2,14 billones de euros en 2016, a 2,29 billones en 2019. Esto es, 150.000 millones más, lo cual significa que la vida de la inmensa mayoría de los ciudadanos, fundamentalmente los asalariados, tiende a hacerse más espartana por disminución del consumo y la inversión, con un ahorro que crece difícilmente para acumular recursos indispensables de cara a la posibilidad de caer en el paro[5].

«Las cifras globales de caída del PIB como consecuencia de la pandemia podrían ser asombrosas, difíciles de imaginar»

Un factor importante, pero no tan enormemente positivo como en la recuperación de la crisis del 2008, es que el crudo de petróleo bajó más de un 50% desde enero de 2020, pasando de su fluctuación en torno a 65 euros/barril, a un hundimiento que le situó en 33 dólares en el caso del Brent, el usual en Europa[6]. Una crisis derivada, en parte, porque Rusia no pactó más con la OPEP y Arabia Saudí se lanzó a copar mercados con precios depredadores para la competencia.

Las cifras globales de caída del PIB como consecuencia de la pandemia podrían ser asombrosas, difíciles de imaginar. Como viene a confirmarnos el hecho de que en los meses de enero, febrero y marzo de 2020, la economía de Japón ha decrecido un 2,7% sobre el año anterior: un porcentaje –y veremos qué sucede en el segundo trimestre de 2020— difícilmente recuperable a corto o medio plazo[7].

Desde un punto de vista global, es interesante destacar que el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, recibió al de la OCDE, Ángel Gurría, el pasado 10 de marzo. Incidiendo éste en la necesidad de medidas para proteger el empleo y facilitar liquidez a las pymes más afectadas. Incluyendo en su comentario la necesidad de que Bruselas sea flexible con los objetivos de déficit[8].

Por su parte, la señora Lagarde, más tecnócrata que Gurría, no ha sido muy encomiada por sus dudas sobre cómo actuar desde la presidencia del BCE. Planteando, inicialmente, que sería necesario “que primero gasten sus municiones los gobiernos nacionales de la UE”. Lo cual puede ser un craso error, pues una dilación en manejar el BCE como impulsor puede suponer una oportunidad psicológicamente perdida. Sobre todo al ser actitud muy diferente a la de Mario Draghi cuando en 2010 dijo aquello de que “se hará lo que sea necesario para salvar el euro”[9]. Ahora se trata de paliar una situación en rápido deterioro. Era, pues, inevitable que la presidenta del BCE rectificara después con planteamientos billonarios.

También el Fondo Monetario Internacional (FMI) anunció el 16 de marzo pasado que está preparado para movilizar un billón de dólares a fin de combatir los efectos económicos y humanitarios de la pandemia. Son palabras mayores, porque ese billón es toda la capacidad de préstamo del organismo que dirige como nueva directora ejecutiva la economista búlgara Kristalina Georgieva.

Además, tras una maratoniana cumbre celebrada el día 16 por teleconferencia, el Eurogrupo de los 19 países europeos con el euro circulando mostró su determinación a paliar los destrozos económicos del coronavirus. «Tomaremos cualquier acción política coordinada y decisiva que sea necesaria, incluyendo medidas fiscales, para apoyar el crecimiento y el empleo», aseguraron los ministros de Finanzas de la Eurozona en su comunicado conjunto. Palabras que debieron influir en la presidenta del BCE[10].

El G7 también ha tenido que pronunciarse, prometiendo contundencia, pero sin concretar, tras la conferencia virtual mantenida, también el día 16 por sus dirigentes máximos. “Estamos comprometidos a hacer todo lo necesario para asegurar una fuerte respuesta global a través de una estrecha cooperación y una acentuada coordinación en nuestros esfuerzos”, anunciaron los miembros del G7. Una respuesta que incluirá estímulos fiscales y monetarios, pero que de momento sigue careciendo de concreción, más allá del propósito de “movilizar todos los instrumentos disponibles”. Los mercados reclaman menos palabras y más hechos[11].

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NOTA: Este artículo, del que hoy publicamos la primera entrega, tendrá otras dos en los próximos días.

Sumario: 1. Visión preliminar 2. Algunas reacciones internacionales 3. Desaceleración acelerada en España . 4. El colapso del mercado bursátil 5. Caída previsible del PIB: ¿un 12 % respecto a 2019? 6. Política contracíclica  7. Conclusiones

Con la colaboración de Antonio Rueda Guglieri, Profesor asociado, UAM. Ambos coautores ponen de relieve que en el presente artículo, por la urgencia del caso, puede haber no sólo algunas erratas, sino también errores de cierta consideración. Serán bienvenidas las observaciones para mejorar el texto.  

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[1] Como recuerda Vanessa Graell, en El Mundo, el martes 17 de marzo de 2020, a principios de los 80, el escritor estadounidense Dean R. Koontz imaginó una pandemia global a causa de un virus que llamó “Wuhan-400”. Un virus desarrollado en unos laboratorios de China. Y situó la historia “alrededor del año 2020”. Su novela de ciencia ficción Los ojos de la oscuridad (Eyes of darkness) pasó bastante desapercibida cuando se publicó en 1981. Hasta que hace unos días todas esas coincidencias con el Covid-19 la han puesto de moda y ha desatado un fenómeno en las redes.

[2] José Manuel García Margallo, “El canto de los cisnes”, El Mundo, 17.III.2020.

[3] Manuel Ansede, “La crisis del coronavirus”, El País, 15.III.2020.

[4] Laura Montero, ABC, 15.III.2020.

[5] Roberto Pérez, ABC, 15.III.2020.

[6] Pablo Cerezal, Expansión, 13.III.2020.

[7] Oscar Reyes, La Razón, 15.III.2020.

[8] Expansión, 11.III.2020.

[9] Robert Tornabell, Expansión, 13.III.2020.

[10] J.D., “El plan de choque para la eurozona suma ya 1,2 billones en liquidez”, Expansión, 17.III.2020.

[11] Se agradecerán los comentarios sobre este artículo al correo castecien@bitmailer.net, dejando claro que la contenida en este artículo es una primera aproximación, redactada en un tiempo muy corto y con pasos en el proceso de análisis y previsión que tendrían que haberse planteado de modo más cabal y mayor precisión y fundamento.


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