A partir de hoy los hogares estadounidenses comenzarán a recibir cheques remitidos por el Gobierno de Donald Trump para paliar la necesidad de muchas familias azotadas por la crisis sanitaria y económica provocada por el coronavirus



Y llegó el día en que el Partido Republicano de Estados Unidos, tradicional abanderado de las bajadas de impuestos y los recortes en gasto social, comenzó a poner dinero directamente en manos de los ciudadanos. Una medida tan impensable hace un mes y medio como la pandemia que la hizo necesaria.
Los estadounidenses que ganen menos de 75.000 dólares al año recibirán un cheque de 1.200 dólares y otro de 500 dólares por hijo. Hasta los salarios de 99.000, la cantidad del cheque se reducirá progresivamente. Quienes ganen más no recibirán nada. El Departamento del Tesoro afirma que los depósitos comenzarán a llegar a los hogares más necesitados a partir de hoy, 15 de abril.
“Sabemos que mucha gente está ansiosa por recibir los pagos”, decía la IRS, el equivalente a Hacienda de Estados Unidos, en su cuenta de Twitter. “Seguiremos depositándolos tan rápido como podamos”.
Las ayudas son una parte del plan de 2 billones de dólares aprobado a finales de marzo para mitigar el multifacético impacto de la pandemia. Un gran salvavidas a la primera economía del mundo, arrojada al mar por un virus 30 veces más pequeño que la anchura de un pelo humano.
Los cheques, junto a las prestaciones por desempleo, representan aproximadamente la cuarta parte de esta cantidad, 560.000 millones de dólares. Otros 500.000 millones irán a parar a las corporaciones, en forma de préstamos, a cambio de que renuncien a la recompra de acciones y al reparto de dividendos durante un año después del pago. Las pymes recibirán 350.000 millones en préstamos que no tendrán que devolver, siempre y cuando no realicen despidos durante dos meses.
Las administraciones locales se llevarán 340.000 millones de dólares para capear el cierre económico y sostener diferentes gastos sociales. El resto, 154.000 millones, ayudará a los hospitales y a varias agencias científicas a engrasar su respuesta a la pandemia. La Casa Blanca, por ejemplo, reembolsará a los hospitales los gastos del tratamiento de COVID-19 a los pacientes sin seguro médico.


El Congreso está negociando reforzar el paquete de ayuda, con 250.000 millones de dólares más, a las pequeñas empresas.
Esta inyección masiva, que pulverizará todos los récords de gasto, elevando el déficit de EEUU a niveles nunca vistos desde la Segunda Guerra Mundial, refleja también un cambio de fondo. Un pequeño ajuste en el corazón de las prioridades republicanas.
“La última vez que Washington salió al rescate de una economía en crisis, durante el colapso financiero de 2008, muchos republicanos tuvieron que ser arrastrados llorando y pataleando”, escribe Gerald F. Seib, editor de The Wall Street Journal. “¿Cómo se explica este cambio?”.
La respuesta a la crisis de 2008 y 2009 dejó varias lecciones, según Seib. Entre ellas, la necesidad de atender a las necesidades de todos, no solo de las grandes corporaciones que fueron rescatadas. Aquella crisis, además, tenía una serie de culpables concretos: la opacidad, el cortoplacismo, las malas prácticas bancarias. La pandemia de coronavirus, en cambio, es un “acto de Dios”. Un meteorito que viene del cielo, un enemigo común que requiere respuestas comunes.
El presidente Donald Trump, que ha logrado reforjar, como si lo golpease con un gran mazo, el espíritu del partido, tampoco es un conservador fiscal al uso. Si bien el neoyorquino es un probado campeón de la desregulación y el recorte de impuestos, su agenda nacionalista ha disparado el gasto militar y de seguridad, y no tiene miedo a amenazar a las corporaciones con la pesada mano del Gobierno.
Antes de la crisis del coronavirus, la deuda nacional y el déficit presupuestario, bajo la administración Trump, habían batido récords de un billón y 23 billones de dólares respectivamente.
Sin embargo, la semántica es igual o más importante que los números: el envoltorio es lo primero que se percibe, y los republicanos tienen mucho cuidado de no mancharse con dos términos, para ellos, malditos: “estímulo” y “keynesianismo”.
“No me refiero a esa ley como una ley de estímulo, sino como una ley de alivio, y son dos cosas muy diferentes”, aclaraba el senador de Texas, el republicano Ted Cruz, durante una entrevista en la CNBC. El objetivo de los cheques, según Cruz, es “poner dinero real en los bolsillos, no a la manera de un estímulo keynesiano, sino como un alivio de emergencia para muchas personas que lo están pasando mal”.
El maná del Gobierno está a punto de alcanzar 70 millones de hogares, muchos de ellos asfixiados entre las zarpas del coronavirus. Diferentes previsiones económicas hablan de una retracción interanual del PIB cercana al 30%, 17 millones de estadounidenses han solicitado el subsidio de paro y la pandemia solo acaba de golpear. Pero también estamos en año de elecciones: un detalle que no abandona la mente de los partidos, ni siquiera en medio de una crisis mundial.
Por primera vez en la historia de EEUU, un desembolso del fisco va a ir firmado.
Cada cheque de alivio a los hogares llevará la firma de Donald J. Trump.