La crisis del coronavirus: una oportunidad para el ecologismo en EEUU

La crisis del coronavirus: una oportunidad para el ecologismo en EEUU

Los grupos medioambientales de Estados Unidos no quieren desaprovechar la ventana para la lucha contra el cambio climático que se ha abierto con la crisis del coronavirus y buscan promover  un modelo económico más limpio y sostenible


La pandemia de coronavirus ha abierto una ventana hacia lo desconocido. Un vacío en el que sociedades y gobiernos tratan de ubicarse y de empezar a definir las prioridades de los próximos años. Un momento de imaginación y de cambio que los grupos medioambientales y el ecologismo de Estados Unidos no quieren desaprovechar.

Por un lado, se trata de una ventana científica: el parón de la actividad económica de medio mundo ha permitido a estos grupos estudiar y sacar conclusiones del impacto ecológico. Cuando China lidiaba con el grueso de la pandemia en enero y febrero, las emisiones de carbono descendieron un 25%. El mismo patrón se repite ahora en la Unión Europea, que ha visto un descenso del 60%, y en EEUU.

La ciudad de Los Ángeles, rodeada de autopistas con forma de scalextric y envuelta en una caperuza de gases tóxicos, no veía días así desde 1995. Su cielo brilla azul y su paisaje ya no parece estar detrás de una mampara venenosa. Según un estudio de la Universidad de Harvard, los niveles de partículas PM 2.5 han bajado un 40%.

La pandemia también es una ventana para influir en la legislación, en los planes de estímulo, y promover un modelo económico más limpio y sostenible.

“Los gobiernos están haciendo grandes inversiones para estimular la economía”, dice a El Ágora la Dra. Elizabeth Sawin, co-directora de Climate Interactive, un think tank nacido de la universidad MIT. “Para hacer ese gasto eficiente, tiene mucho sentido resolver múltiples problemas con las mismas inversiones. Puede ser creando buenos empleos para restaurar ecosistemas, aislar el carbón y proteger la biodiversidad y el agua limpia. O mejorando la eficiencia energética de viviendas y empresas, ahorrando y luchando contra el cambio climático: todo con el mismo dólar”.

Climate Interactive, que realiza labores de divulgación y utiliza un simulador para concienciar sobre los efectos del cambio climático, reconoce que la pandemia le está obligando a ajustar sus planes. “Estamos compartiendo nuestras investigaciones, especialmente casos de estudio en todo el mundo”, explica Sawin, “de manera que estos ejemplos puedan dar forma e inspirar la recuperación del Covid-19”.

El Acuerdo de París, firmado a finales de 2015, habría impulsado la sensibilidad global hacia la cuestión climática, como reconoce la Agencia Internacional de la Energía. “Muchos gobiernos de todo el mundo nos han pedido que les demos consejo sobre cómo pueden dar forma al componente energético en estos paquetes de estímulo para acelerar la transición energética”, declaró a The Wall Street Journal Fatih Birol, director ejecutivo del organismo.

Una clásica frustración ecologista es la inacción de los gobiernos. La falta de apetito por el cambio, por trastocar el statu quo: la resistencia a imponer un poco de sacrificio ahora para recoger los beneficios, un clima saludable, en el futuro. Por eso, la drástica reacción de los ejecutivos a la pandemia ha sido percibida como un anticipo de lo que podría suponer una verdadera lucha contra el cambio climático.

“Se trata de que alguien nos fuerce a internalizar una externalidad”, dijo Gernot Wegner, profesor de economía climática en la Universidad de Nueva York, a la publicación Yale Environment 360 . “De que no dependa de las compañías o de que los trabajadores se queden en casa o de decirle a la gente que se quede en casa, de forzarlos a que hagan algo o pagarles para que lo hagan, pero asegurándose de que ocurre. Ese, por supuesto, es el papel del Gobierno”.

Para Wegner, la crisis de la pandemia es como una crisis climática comprimida en el tiempo. “Con el clima, todo lleva décadas. Aquí lleva días”, declaró.

Trump contra el clima

El que también ha aprovechado este vacío es el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Una de sus medidas para mitigar el impacto económico del coronavirus ha sido liberar a las empresas de su responsabilidad con el medio ambiente. La Agencia de Protección Medioambiental (EPA, por sus siglas en inglés) anunció que no multará a quienes se salten los límites contaminantes vigentes. Además, la responsabilidad de vigilar los niveles de contaminación del aire, del agua y química va pasar del Gobierno federal a las diferentes burocracias estatales.

“La EPA está comprometida con la protección de la salud humana y del medio ambiente, pero reconoce que los desafíos que emanan de los esfuerzos para proteger del Covid-19 al público y a los trabajadores pueden impactar directamente en la capacidad de las industrias para cumplir las regulaciones federales”, declaró Andrew Wheeler, administrador de la agencia gubernamental.

La Casa Blanca también ha rebajado los estándares ambientales de los vehículos: de 23 kilómetros por litro, fijados en 2012, a 17 por litro, y ha aprobado, junto con el Gobierno de Canadá, la construcción del oleoducto Keystone XL. Una decisión que ha sido criticada por grupos ecologistas.

“Con tantas lecciones que aprender de esta pandemia, ahora es el momento de dejar de invertir en la construcción de oleoductos”, declaró Tamara Toles O’Laughlin, directora de 380.org Norteamérica, en un comunicado. “No hay un retorno a la normalidad y dar prioridad a los contaminadores y no a la gente es inaceptable”.

“Esto es exactamente lo contrario de lo que se necesita”, explica Elizabeh Sawin. “Además, nuevas investigaciones están demostrando que la polución aérea empeora el índice de mortalidad del COVID-19, así que reducir las protecciones ambientales ahora mismo es doblemente contraproducente”.



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