Nuestro corresponsal en Nueva York, Argemino Barro, nos traslada a la realidad laboral de los Estados Unidos, un país donde el movimiento obrero renace de sus cenizas por la pandemia para defender los casi inexistentes derechos de los trabajadores ante el peligro



En el mundo de los derechos laborales, Estados Unidos va por separado. A día de hoy es el único país del planeta, junto a Papúa Nueva Guinea, que no garantiza por ley la baja de maternidad. También forma parte del distinguido 4% de naciones que no protegen el derecho del trabajador a conservar el sueldo si cae enfermo, una política que depende de cada uno de los 50 estados.
De los 34 miembros de la OCDE, que reúne a las economías industrializadas, Estados Unidos es el que ofrece menos días de vacaciones al año: solo 10, menos de la mitad de los 22 que disfrutan, de media, los ciudadanos de la Unión Europea.
En este país se trabajan más días y más horas al día, se cambia más de empleo, se gana más y se viaja más. Cualquier pueblo perdido del interior tiene al menos un hotel: la solitaria imagen de la movilidad, de la nueva frontera.


Los sindicatos de Estados Unidos pertenecen a los libros de historia, a cuando la musculatura industrial se expandía de este a oeste, subida a hombros del ferrocarril y de los cientos de miles de inmigrantes que absorbía cada año. Durante buena parte del siglo XX, los sindicatos aguantaron el tipo: Norteamérica seguía siendo un país de automovilísticas, minas y explotaciones petroleras. Una tierra de empleos sencillos y bien pagados.
Luego llegó la globalización, crecieron los servicios, y la “densidad sindical”, o porcentaje de trabajadores afiliados a un sindicato, bajó a niveles anecdóticos. En 1983, más del 20% de los trabajadores estadounidenses pertenecían a un sindicato. Según datos de 2018, esa proporción ha bajado a la mitad, un 10,3%.
El movimiento obrero, sin embargo, ha dado signos recientes de vuelta a la vida.
La crisis financiera de 2008 pulverizó 8 millones de empleos. Muchos trabajadores se pusieron a la defensiva, y entre la juventud se acumuló el resentimiento. Los activistas de Occupy Wall Street, la versión estadounidense del 15-M, iniciaron en 2011 su propio movimiento izquierdista. Una militancia activa que estos últimos años, al grito de “Fight for 15”, ha logrado elevar el salario mínimo en 30 estados y ha cristalizado en las populares campañas del senador Bernie Sanders.


En el último mes y medio, la pandemia de coronavirus ha generado un terrible vacío, un agujero negro en el corazón de la primera economía del mundo. Un espacio en el que vuelven a pugnar el trabajo y el capital.
“Esta crisis ha expuesto las vulnerabilidades de la protección y la atención sanitaria a nuestros trabajadores”, dice un comunicado de AFL-CIO, la mayor federación sindical de EEUU. “Estamos pidiendo una acción urgente para asegurar que los empleadores apliquen planes para proteger a los trabajadores que están en primera línea”.
Empleados de firmas como Amazon, Instacart o McDonald’s han encabezado protestas para exigir mejores condiciones de trabajo durante la pandemia: desde una mayor seguridad en el establecimiento hasta un seguro médico o un aumento salarial. Algunos han intentado formar un sindicato.
“Estamos organizándonos ahora para ganar por siempre”, dice una cuenta de Twitter dedicada a crear un sindicato en la cadena de supermercados Trader Joe’s. El movimiento, organizado para exigir guantes protectores, medidas de seguridad en las tiendas y un aumento de la paga acorde con el riesgo, ha puesto en guardia a la compañía.
Companies will spend millions of dollars on feelgood ad buys and union-busting efforts instead of just treating the workers that keep them profitable like human beings ?♂️
— Trader Joe’s Union (@TraderJoesUnion) April 20, 2020
El 23 de marzo, la dirección de Trader Joe’s mandó un email a los encargados de cada tienda explicándoles cómo detectar y combatir los esfuerzos sindicales. Los encargados se lo advirtieron a los trabajadores y un jefe regional de la empresa visitó las tiendas en persona para comprobar cómo estaba la situación.
El sindicato de los Teamsters, en el sector del transporte, ha demandado a la firma de muebles CORT Furniture. La acusan de despedir a los conductores que habían tratado de montar un sindicado para defender sus derechos en medio de la pandemia.
En el sector sanitario, el personal del enfermería de Mission Hospital, en Carolina del Norte, ha acusado a la compañía de utilizar la crisis como excusa para retrasar las elecciones al sindicato. En Nevada, Universal Medical Center y el condado de Clark han suspendido de forma unilateral las organizaciones de trabajadores, a los que pertenecían 9.000 personas.
Otros empleados han quedado en la calle y se organizan para sobrevivir. “Cuando el alcalde ordenó a los restaurantes que cerrasen sus puertas, decenas de miles de nosotros fuimos despedidos de la noche a la mañana”, dice uno de los carteles que empapela las calles de Brooklyn, colgado por el Consejo de los Trabajadores de Restaurantes. “Hemos sido abandonados a nuestra suerte en medio de una pandemia mortal”.
El día del trabajo se conmemora en Estados Unidos en septiembre a raíz de la masacre de Haymarket
Aquel 4 de mayo, miles de trabajadores se congregaron en la Plaza de Haymarket. Reivindicaban, de manera pacífica, la jornada laboral de ocho horas. La policía disolvió la marcha por la fuerza y en el tumulto alguien arrojó una bomba. Una docena de personas perdieron la vida, entre ellas siete agentes. Siguieron detenciones y condenas y cuatro anarquistas fueron ahorcados.
La “masacre de Haymarket” indignó al movimiento obrero internacional, se convirtió en un icono. De 1887 en adelante, los obreros de todo el mundo recordarían a sus compañeros caídos en aquella plaza de Chicago: los mártires de la causa. Cada aniversario de la matanza, que se fijó el 1 de mayo, era una fecha combativa para los trabajadores y problemática para las autoridades, así que los estados buscaron y empezaron a fijar un Día del Trabajo alternativo, en septiembre. La fecha de otra marcha laboral, esta sin incidentes, ocurrida en Nueva York.
En 1894, el presidente Grover Cleveland formalizó el golpe de mano y declaró fiesta nacional, Día del Trabajo, el primer lunes de septiembre.
