México se enfrenta a una crisis económica catastrófica con más de la mitad de su población trabajadora en serios problemas debido a su situación informal. La miseria y las protestas llenan las calles de las ciudades por todo el país. Nuestro corresponsal Emiliano Rodríguez nos habla de las claves de esta difícil coyuntura



Escuchando la entrevista hecha al Subsecretario de Salud, López Gatell, me fijé en que repitió en tres ocasiones la necesidad de que se tratara de encontrar el equilibrio. La entrevista giraba en torno al próximo 1º de junio, cuando se supone que terminará la emergencia sanitaria y el hecho de que el Estado de México y la Ciudad de México, necesitaban continuar guardando las precauciones de seguir en casa, ya que el nivel de contagios y defunciones continúan en un nivel muy alto.
¿Por qué la aparente contradicción entre liberación de un estado de emergencia y, lo que parece todavía, una situación crítica de la pandemia? Por la economía, tanto del país como de las personas de menores recursos para sobrevivir.
A nivel de país, los efectos económicos parecen desastrosos:
México registrará la caída más pronunciada (6.6%) de su Producto Interno Bruto (PIB) en 2020 entre las principales zonas y países del planeta, como consecuencia directa de la pandemia del Covid-19, estimó la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Por lo que factores importantes de la economía necesitan liberarse. No es un secreto que la industria de la construcción tuvo un declive este año, sin embargo, profesionales inmobiliarios prevén una recuperación del sector para cierre de año, lo que nos da un panorama positivo para los próximos meses. En la Ciudad de México comienzan a verse señales de recuperación gracias a la liberación de permisos para volver a construir. En palabras de Pablo Vásquez, presidente de la Asociación Mexicana de Profesionales Inmobiliarios (AMPI) tardará de 6 a 8 meses para que veamos una recuperación de apenas el 0.3%, debido a la regularización de permisos. En el primer cuarto de este año, la edificación cayó 7.3%, el peor decremento desde julio de 2013. Las obras de Ingeniería civil aceleraron su baja y tuvieron un decremento de 0.9%.
El Gobierno de México, junto con el de Canadá y Estados Unidos, prepara los criterios, lineamientos, protocolos y condiciones para permitir la reapertura de las actividades productivas de la industria automotriz en Norteamérica, informó la Secretaría de Economía (SE). Esto después de que, por ahora, en México la industria automotriz está declarada como actividad no esencial, debido a la actual pandemia.
“En México, el Gobierno será particularmente enfático en la protección de la salud de los trabajadores, sus familias y su comunidad, por lo que las autoridades competentes vigilarán que la reapertura de la industria automotriz sea ordenada, gradual y cauta”, destacó la dependencia en un comunicado.
Dicha industria, agregó, tiene una relevancia económica importante por diversas razones, entre ellas, el número de empleos formales que genera en Norteamérica; mientras que sólo en México cerca de un millón de personas están ocupadas en el sector.
“Además, la industria automotriz es particularmente importante por la dimensión, alcance geográfico y extensión de las cadenas de suministro entre los diversos proveedores de todo tamaño en los tres países”, refirió la SE.
A nivel de las personas de menores recursos, debe tomarse en cuenta que de los 54.93 millones de personas, que conforman a la población OCUPADA, 23.98 millones cuentan con un trabajo formal y 30.94 millones pertenecen a la informalidad.


La condición de la clase trabajadora en México se ha venido precarizando de manera más aguda desde que se establecieron los gobiernos y las políticas neoliberales en nuestro país; las clases trabajadoras vienen perdiendo los derechos laborales ganados en el transcurso de todo el siglo XX, la carencia de puestos de trabajo bien remunerados y con derechos laborales ha orillado a millones de mexicanos al sector informal, lo que se traduce en 30.9 millones de personas que no cuentan con ninguna garantía social, ni protección, ni seguridad social.
México es uno de los países con mayor índice informalidad. Alrededor de 54.7% de la población trabajadora pertenece al sector informal, en números absolutos son 30.94 millones de personas, siendo el segundo país con mayor población informal en América Latina, sólo después de Bolivia, el que es el país más informal del mundo. Ahora bien, lo que preocupa en el sector de la informalidad, no es solo el hecho de que son personas sin ninguna protección social, sino que además los sectores en los que se desempeñan son los más afectados por la pandemia del COVID-19, y los que tendrán las cantidades más sustanciosas en pérdidas de empleos y de ingresos.
Según el informe de la OIT sobre el COVID-19 y el impacto en el empleo, se pueden saber cuáles son los sectores que tiene un mayor peligro de tener bajas en los empleos. Los riesgos de pérdidas de empleo se ubican principalmente en los sectores de: Industria Manufacturera, Comercio, Restaurantes y Servicios de Alojamiento, poniendo en riesgo más de 25 millones de empleos, es decir, casi el 45% del total de empleos en México.
A nivel personal, lo que se observa en las calles durante las escasas salidas por necesidades vitales como alimentos y otros elementos, es patético. Esquinas con varios mendicantes, con letreros de inmigrantes o que piden ayuda para sus hijos. Estacionamientos de pequeños supermercados, con más de 10 personas tratando de ayudar, limpiar cristales, lavar el coche, ayudando a salir a los carros, vendiendo cajitas de dulces, muñequitos, etc. En los estacionamientos de grandes tiendas de alimentos, es prácticamente imposible contarlos caminando entre los coches.
Meseros que viven de propinas con bares, restaurantes, antros, todos cerrados y tras ellos, acomodadores de coches. Tianguis, centros de contagios, pero único sustento de miles de trabajadores informales.
La economía son números y porcentajes, que no miden la sobrevivencia de los que están en la miseria. Debe ser diferente morir de hambre, a morir de Covid-19, pero morir de hambre no es literal, es de mala salud, de enfermedades sin sistemas de salud, de angustia o de decisión de delinquir.
¿Cuál es el fiel que marca el equilibrio durante la pandemia? ¿Hay un justo medio entre el peligro de contagio y la necesidad de trabajar? ¿Qué lo marca, el hambre o las camas de hospital?
Y el camino es hacia la miseria. Encerrado, con medio sueldo o sin él, cada vez se pierde más la posibilidad de dar a quien deambula por la calle. Y no poder dar es lo que nos hace miserables, no el no tener.