La falta de coordinación y la rápida relajación del confinamiento parecen ser las claves de los rebrotes que en las últimas semanas se están detectando en 21 estados. Y la actitud del presidente Donald Trump no ayuda en absoluto: va a retomar los mítines con un evento al que asistirán casi 20.000 personas en la ciudad donde más avanzan los contagios



La moviola de la actualidad, como si la vida fuera un rollo de película en una mesa de montaje, funciona con más rapidez que nunca: como a cámara rápida. En Estados Unidos, las protestas contra la violencia policial de sesgo racista han logrado tapar la que había sido la crisis del siglo: la pandemia de coronavirus. Ahora que las marchas y los disturbios han perdido fuerza, la crisis sanitaria nos recuerda que sigue ahí y que de hecho gana territorio en varias regiones del país.
“Quizás hayamos terminado con la pandemia, pero la pandemia no ha terminado con nosotros”, dijo el Dr. Ashish Jha, director del Harvard Global Health Institute. “Tiene sentido que muchos americanos crean que ya hemos acabado, y que de alguna manera sientan apatía”.


El virus en Estados Unidos tiene ahora mismo tres velocidades: en 21 estados el ritmo de infecciones sigue bajando, en 8 se mantiene estable y en 21 está subiendo. Los estados más afectados, casi todos en el Sur y en el Medio Oeste, son aquellos que relajaron antes las medidas de confinamiento. Arizona, Florida y Texas, por ejemplo, registraron este martes el mayor aumento diario de contagios hasta la fecha.
“Cuando escucho hablar de gente en situaciones donde quizás hay un centenar de personas reunidas en una fiesta o en una discoteca, o yendo a una barbacoa, o incluso a una boda, simplemente siento espanto”, declaró a la radio KTAR el Dr. Murtaza Akhter, profesor de medicina de la Universidad de Arizona. Los hospitales del estado han alcanzado el 83% de su capacidad, según datos oficiales.
Una vez más, la clave para comprender la lucha contra la pandemia en EEUU es la descentralización. El Gobierno federal se ha limitado a dar algunas recomendaciones a los estados sobre cómo prevenir los contagios y cuándo reabrir sus economías. Una otientación que algunos gobiernos estatales han seguido y otros no. Siete estados rurales, como Iowa, Arkansas o Nebraska, jamás llegaron a decretar el confinamiento. Y la mayoría han comenzado la reapertura sin cumplir el requisto principal: un descenso continuado, durante 14 días, de nuevos casos.
La Casa Blanca, que dejó de celebrar comparecencias diarias sobre el Covid-19 el 27 de abril, dice estar “ganando la batalla contra el enemigo invisible”.
“Mientras el tema de un aumento de casos domina la cobertura televisiva, más de la mitad de los estados están viendo cómo los casos descienden o permanecen estables”, escribió el vicepresidente de EEUU, Mike Pence, en The Wall Street Journal. “Algunos de los aumentos de casos que estamos viendo en los estados son un reflejo de la subida dramática de las pruebas”.
El Dr. Sanjay Gupta, profesor de Emory University y corresponsal médico de la CNN, rebatió a Pence en Twitter. “No es así como funciona. Esto puede parecer contraintuitivo, pero si estás haciendo las pruebas suficientes, los casos pueden empezar a bajar porque estás encontando a gente pronto, antes de que propaguen [el virus]” (3). Por ejemplo en Nueva York, donde han aumentado las pruebas pero descendido los casos. O en Florida: mismo número de pruebas, pero casos creciendo.


Incluso en la ciudad de Nueva York, el epicentro mundial de la pandemia, con más de 17.000 muertos sobre una población cinco veces menor a la de España, la relajación social es patente. El pasado fin de semana, en zonas como el East Village de Manhattan, algunos bares vendían bebidas para llevar y colocaron sillas en la acera para que los clientes pudieran sentarse mientras esperaban. Cientos de ellos aprovecharon y utilizaron esas sillas como terraza.
El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, dijo haber recibido 25.000 quejas por situaciones como estas, la mayoría en Manhattan y en la región vacacional de los Hamptons. “Cumplir es difícil. ¿Por qué? Porque la gente ha estado encerrada durante mucho tiempo y quiere hacer lo que la quiera”, dijo el demócrata. “Lo pillo. Pero tenemos que seguir siendo inteligentes. Si las autoridades locales no obligan a respetar el cumplimiento, no le están haciendo ningún favor a nadie”.


La falta de coordinación entre los estados y la rápida relajación del confinamiento, en aquellos lugares donde se llegó a decretar, ha permitido que las tasas de contagio se mantengan altas. Si comparamos los casos totales de Estados Unidos, actualmente en 2,18 millones de infecciones y 119.000 muertos, con los casos en 16 países europeos que suman una población similar, vemos cómo la crisis americana sigue desatada. Mientras, en el conjunto de estos países europeos, entre ellos Italia y España, la curva de hospitalizaciones y muertes ha podido ser doblegada con un confinamiento más severo y uniforme.
La respuesta a la pandemia también tiene una lectura política. En más de 30 estados ha habido protestas contra las restricciones económicas e incluso contra el uso de la mascarilla, que en algunos círculos ultraconservadores ha llegado a considerarse un “bozal fascista”: el símbolo de lo que consideran un ataque del Gobierno contra las libertades económicas e individuales.
Un nuevo estudio publicado en la revista científica PNAS recoge que el uso de mascarilla médica es efectivo para la contención del virus. Su uso obligatorio en Nueva York habría evitado 66.000 contagios entre el 17 de abril y el 6 de mayo. Un ahorro similar al de Italia.
El presidente de EEUU, Donald Trump, ha seguido enviando mensajes en ocasiones contradictorios. Su gobierno recomienda el uso de mascarilla y el distanciamiento social, precauciones que, sin embargo, el presidente no observa. Todavía no se le ha visto con mascarilla y esta semana firmó un decreto de reforma policial donde se le puede ver rodeado por agentes, todos ellos sin mascarilla y sin guardar las distancias requeridas.


El comandante en jefe ha forzado a cambiar el lugar donde se celebrará a finales de agosto la Convención Republicana, que lo nombrará oficialmente aspirante presidencial. Dado que el estado en el que se iba a celebrar, Carolina del Norte, obliga a mantener el distanciamiento social y otras medidas, el presidente ha optado por mudar el evento a Jacksonville, en Florida. Un estado gobernado por el republicano Ron DeSantis.
Además, el presidente va a retomar los mítines presenciales en Tulsa, Oklahoma. Los 19.000 asistentes tienen que firmar un documento por el que renuncian a demandar tanto a la campaña de Trump como a los organizadores en caso de ponerse enfermos. Oklahoma es uno de los estados donde los contagios están avanzando a mayor velocidad y sus autoridades sanitarias recomiendan a quienes vayan al mitin que se hagan el testo de Covid-19 y luego estén dos semanas en cuarentena.